38. Raizel | La Espina de la Rosa.

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Capítulo 38:
La Espina de la Rosa.

Mi apariencia siempre fue lo único que tenía, la pulía como si fuera otra arma a mi disposición, quizás lo era

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Mi apariencia siempre fue lo único que tenía, la pulía como si fuera otra arma a mi disposición, quizás lo era.

Tal vez no podía lograr que Cas me siguiera amando, ciertamente, pero podía lograr que él me deseara lo suficiente como para mantenerme a su lado.

Debía lucir pulcra, perfecta y elegante, dar una buena imagen ante la élite académica y sociedad senyliana.

Me concentré tanto en la apariencia que olvidé todo lo que tenía adentro, dejé solo un cascarón, bien pulido, vacío.

Olvidé por qué estaba haciendo eso, para qué quería la beca, por qué seguía con Cas, por qué tantos años necesité a los Karravarath.

Los utilicé como ellos también lo hicieron.

Ahora ya no necesitaba pulir apariencias, mi objetivo era pasar desapercibida, aun así, seguía siendo un cascarón vacío.

El camino hacia la superficie se prolongó en un imposible silencio, el tipo al que el hermano de Cavale le había cortado la lengua no habló en todo el camino y Cavale se mantuvo inquieto en todo el trayecto.

Viajamos en la parte de carga, la zona refrigerada para transportar las bolsas de sangre, en ese momento las cajas estaban vacías, pero aun así la temperatura se mantenía baja en el vagón.

Cavale me abrazó durante todo el camino y me pregunté si su repentino acercamiento tuvo que ver ─al contrario─ con el alejamiento de la noche anterior.

Cuando al fin estuvimos en la central de trenes, el seguridad del Vigilante apenas nos hizo una seña para que siguiéramos nuestro camino.

Solo veía una enorme estación metálica, un eco vacío encajado en la tierra, en el fondo el corazón oscuro que llevaba a Val Trael, del otro lado se veían las luces de los túneles que llevaban a la entrada de la ciudad, repletos de controles que no podríamos pasar.

──Tomen ese camino ──nos señaló al fin──. El túnel B14 está clausurado, pero si entran verán un camino marcado hacia el tercer círculo, todos los oficiales aquí fingen no verlo.

No teníamos más remedio que obedecerlo, esperé el momento hasta que estuvimos en el túnel, iluminados solo por la pantalla del teléfono que el Vigilante se encargó de darle a Cavale.

Apenas se podía dilucidar alguna forma en el túnel, escuchar una gotera ocasional, el silbido de un tren cruzando quizás demasiado cerca.
En algún momento creí que nos habíamos perdido, pero salimos a unas vías delimitadas por focos de luz en las paredes y supuse que quizás estábamos cerca de una estación.

Cavale iba delante de mí, fingiendose un guía y experto.

──En verdad creí que tu hermano podría ser de más ayuda…

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