✞ 𝒻𝒶𝓁𝓈𝑜 𝓅𝓇𝑒𝓈𝓉𝒾𝑔𝒾𝑜 ✞

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500 millones de años después

Maldad
Esa era la descripción exacta del príncipe Hyker. Mientras más lo alababan, más egocéntrico se volvía.

Aquella noche, en sus aposentos, llegó una visita algo recurrente y también prohibida: se trataba de Shiake, una princesa de Caelum, para ser más exactos, la prometida del heredero Deneb.

—Es un idiota —exclamó furiosa Shiake, refiriéndose a su prometido.

Era común para Hyker escuchar esa frase proveniente de la princesa, quien, para su gusto, era muy caprichosa pero que aún así buscaba para satisfacer sus más oscuros deseos.

—Dime algo que no sepa —dijo Hyker, algo irritado por la tonalidad de la voz de su acompañante.

A veces le resultaba estresante la voz de Shiake. Sobre todo, odiaba la manera en que se comportaba.

—Es que no logro entender a Deneb. Teniéndome a mí como su prometida, se esfuerza por un amor imposible —gritó indignada la pelirroja.

—¿Ah, sí? ¿Es de mi mundo? —preguntó con una expresión dubitativa en su perfilado rostro.

Por su imaginación pasaban decenas de mujeres, pero ninguna de ellas parecía inalcanzable para que Deneb no pudiera tener, aunque fuese una aventura. Para nadie era un secreto que había muchos amoríos entre los dos mundos.

—Es aún peor, es una sucia humana —dijo entrecerrando los ojos, algo irritada.

—¿Estás segura de lo que dices? — preguntó Hyker con una expresión dudosa en su rostro. Una sonrisa malévola se curvó en sus labios, aunque rápidamente la disimuló para que Shiake no lo notara, ya que fingía no darle importancia a nada que tuviese que ver con su primo, así que se limitó a decir una sola palabra sobre el tema.

— Estoy muy segura. Se pasa el mayor tiempo hablando sobre ella. Dice que daría cualquier cosa por tenerla en sus brazos, que no ve la hora de volver a verla —respondió Shiake con confianza, mientras observaba la reacción de Hyker con una mezcla de curiosidad y cierto desinterés.

Hyker escuchó atentamente las palabras de Shiake, sus labios formando una sutil mueca de interés disimulado. En su mente, visualizaba a Deneb, su primo, rendido a los encantos de una humana. La idea no solo le resultaba chistosa sino también potencialmente útil.

—¿Crees que está dispuesto a arriesgar tanto por una humana? —inquirió Hyker, tratando de sonar indiferente aunque en su interior rondaban planes que podrían aprovechar esa debilidad de Deneb.

Shiake asintió con solemnidad, entrecerrando los ojos en gesto de desaprobación.

—Lo he escuchado directamente de sus labios. No puedo entender cómo puede menospreciar su deber por una simple mortal —murmuró, con un poco de resentimiento en su voz.

Hyker se cruzó de brazos, pensativo. La revelación de Shiake le ofrecía una oportunidad perfecta para molestar a su primo y dejarle saber que no es nadie frente a él. Sin embargo, sabía que debía actuar con cautela para evitar levantar sospechas.

—¿En qué piensas, Hyker? — preguntó Shiake, sacándolo de sus pensamientos.

—Ya te puedes retirar, Shiake, no quiero que nos vean juntos —dijo Hyker, besando los labios de su amante como en todas sus despedidas.

—¿Te veré mañana? —murmuró Shiake, algo insegura.

—No quiero verte en estos días, tengo muchas cosas que hacer —respondió el príncipe con un tono de voz autoritario.

Conforme la princesa se alejaba, por la cabeza de Hyker rondaban grandes ideas sobre qué podría hacer con aquella humana para borrar esa sonrisa de superioridad de la cara de su primo, con quien ya se había cruzado en varias ocasiones cada 100 años.

Caelum

La multitud danzaba y cantaba ante la presencia de su futuro dios, quien con su belleza iluminaba el lugar. Aunque el rostro del príncipe heredero reflejaba felicidad y seguridad, la verdad era que se sentía algo presionado y aún así se obligaba a fingir una sonrisa.

—¡Eres perfecto! —exclamaba su padre, el rey, rebosante de orgullo mientras caminaba a su lado—. Por cierto, hijo, ¿ya sabes qué vas a querer para el aniversario de tu cumpleaños? —preguntó con curiosidad, deseoso de conocer la respuesta de su amado hijo.

Deneb tomó un breve momento antes de responder, eligiendo cuidadosamente sus palabras para no revelar sus verdaderas motivaciones.

—De eso quería hablar, padre. He estado reflexionando y creo que para ser un rey sabio y compasivo, necesito conocer mejor la historia y las tradiciones de nuestro pueblo. Por eso, me gustaría que me permitieras un viaje a la Tierra, para aprender más sobre nuestros antepasados y entender mejor nuestro legado —explicó Deneb, manteniendo su mirada firme y su tono decidido.

Aunque en su corazón sabía que la visita a la Tierra era una oportunidad para encontrar a la mujer que había cautivado su mente y su corazón en tan poco tiempo, decidió guardarse ese detalle. No podía permitir que sus verdaderos deseos se entrelazaran con los deberes de su posición.

El rey asintió con una sonrisa serena, tocado por la madurez y la sensatez de su hijo.

—Me enorgulleces, hijo mío. Tu solicitud demuestra una profunda sabiduría y determinación. Estoy seguro de que este viaje te proporcionará las herramientas necesarias para liderar con excelencia —dijo el rey, dirigiéndose al pueblo que los rodeaba con un gesto de agradecimiento y gratitud.

—Gracias, padre, por conceder mi petición. Este es verdaderamente el mejor regalo que me has dado. Te prometo que utilizaré este conocimiento para honrar nuestra historia y nuestro pueblo, y para ser un rey que todos ustedes puedan admirar y respetar —respondió Deneb con sinceridad, consciente de la responsabilidad que le aguardaba.

Houlihan: Entre dos mundos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora