SANGRE Y ESTRELLAS - CAP. # 2

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Esa misma noche, mientras la luna se alzaba en el cielo, Vegetta se dirigió a su estudio, donde Mallorie lo esperaba, preocupada. Sabía lo que significaba esa noche. Cada mes, cuando la luna llena brillaba más intensamente, Vegetta debía salir de caza, buscando alimentarse de un ser vivo. Su naturaleza vampírica no podía ser ignorada, incluso con la granja de sangre de animales que mantenía oculta en el castillo.

—Amor mío —dijo Mallorie, acercándose a él y tomando sus manos—. ¿Tienes que ir esta noche? ¿No puedes alimentarte de la granja?

Vegetta acarició suavemente la mejilla de Mallorie, con una mirada triste, pero cargada de ese brillo rojizo que indicaba que estaba suprimiendo su sed con todas sus fuerzas.

—Sabes que no es suficiente mi amor... necesito algo más que la sangre almacenada para mantener mis fuerzas. Esta noche, tengo que salir.

Mallorie lo miró fijamente, sus ojos llenos de amor y determinación.

—Entonces, toma mi sangre —dijo con firmeza—. Deja que me convierta en una vampiresa como tú. Así podré quedarme a tu lado para siempre, compartir tu vida, tu eternidad.

Vegetta se quedó en silencio, sus ojos antes amatistas, ahora brillaban rojizos, pero reflejaban una mezcla de sorpresa y dolor. Sabía que Mallorie hablaba en serio, pero la idea de condenarla a una vida de sufrimiento, de inmortalidad llena de desafíos, era algo que no podía aceptar.

—No, Mallorie —respondió con voz firme, aunque su corazón se rompía al decirlo—. No puedo condenarte a esa vida. Ser un vampiro no es solo vivir para siempre. Es una existencia llena de perjuicios, de lucha, de sombras. No puedo permitir que tú, ni nuestros hijos, pasen por eso.

Mallorie apretó sus manos, sus ojos llenos de lágrimas.

—Pero Vegetta, te amo. Quiero estar contigo en todo, compartir cada parte de tu vida. No me importa el sufrimiento si puedo estar contigo.

Vegetta la atrajo hacia él, abrazándola con fuerza, sintiendo su calor humano, tan diferente al frío eterno que él sentía.

—Te amo más de lo que puedes imaginar, Mallorie. Y precisamente porque te amo, no puedo hacerte esto. Quiero que vivas una vida plena, feliz, sin las sombras que me rodean. Quiero que veas a nuestros hijos crecer, que tengas la luz del sol en tu piel. No puedo arrebatarte eso.

Mallorie sollozó suavemente contra su pecho, entendiendo la verdad en sus palabras, aunque su corazón deseaba lo contrario. Finalmente, levantó la vista, secándose las lágrimas.

—Prométeme que volverás pronto, entonces. Que estarás aquí, con nosotros, tan pronto como puedas... Y cuídate de los cazadores, últimamente rondan más frecuentemente.

Vegetta asintió, besando su frente con ternura.

—Lo prometo. Volveré antes del amanecer.

Con una última mirada a su amada, Vegetta se dirigió hacia la noche, su corazón dividido entre el deber y el amor. Mientras la luna iluminaba su camino, sabía que cada paso que daba era por el bien de aquellos que amaba, incluso si eso significaba mantenerlos alejados de su oscuridad. Sin pensarlo más, salió corriendo hacia el bosque, desde donde, sin saber la razón, se quedó de pie, observando la tenue luz de la ventana de la habitación de Foolish... después de un largo minuto de observación y pensamientos vacíos, siguió su camino hacia el bosque.

Foolish despertó de su sueño sintiéndose mareado y desorientado. Algo andaba mal; lo presentía en lo más profundo de su ser. Los recuerdos de su vida pasada y la confusión de su situación actual lo mantenían en un estado de ansiedad constante. Al jugar con los hijos de Vegetta, había aprendido que en esta vida su amado era un vampiro, mientras que el resto de su familia era humana. Vegetta se negaba a transformarlos para protegerlos de los cazadores de vampiros que se volvían cada vez más frecuentes en los alrededores del pueblo.

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