Las primeras luces del amanecer iluminaban el creciente asentamiento de Nuevo Belmont. Los aldeanos, aunque cansados, trabajaban sin parar, conscientes de la amenaza que aún pesaba sobre ellos y su señor. Foolish, a pesar de sus heridas que no habían terminado de sanar completamente, tomó la responsabilidad de entrenar a los aldeanos en el uso de espadas y otras armas. Aunque su cuerpo no se movía con la misma agilidad de antes, su experiencia y conocimiento resultaban invaluables. Cada mañana estaba puntual en el centro del campo de entrenamiento, rodeado por un grupo de aldeanos que escuchaban atentamente sus instrucciones.
—Recuerden mantener la postura —dijo Foolish, su voz rasposa por el esfuerzo—. Una base firme es la clave para mantener el equilibrio y controlar el arma.
Los aldeanos intentaban imitar su postura, con los pies bien plantados y las espadas levantadas frente a ellos. Foolish caminaba entre ellos, ajustando la posición de las manos y corrigiendo los errores más evidentes. Cada movimiento le causaba dolor, la herida de la flecha envenenada aún no había sanado por completo después de abrirse nuevamente durante las sesiones de tortura a las que los cazadores le habían sometido, el dolor que le causaba el respirar profundamente era un recordatorio constante de su fragilidad.
—¡Ahora, ataquen! —gritó Foolish.
Los aldeanos avanzaron, sus espadas cortando el aire. Aunque algo torpes, estaban mejorando con cada día que pasaba. Foolish observaba con atención, satisfecho con el progreso, pero también consciente de que necesitarían mucho más entrenamiento para enfrentar a los cazadores. Isabel, que observaba de lejos, se acercó a él con una mirada de preocupación.
—Foolish, debes descansar. Tus heridas necesitan más tiempo para sanar —le dijo, poniendo una mano en su brazo.
Foolish, sudoroso y respirando con dificultad, negó con la cabeza.
—No podemos permitirnos descansar, Isabel. Los cazadores pueden volver en cualquier momento. Necesitamos estar preparados.
Isabel suspiró, pero entendía la urgencia de su situación y el miedo que Foolish sentía.
Mientras tanto, en la periferia del pueblo, Vegetta dirigía la construcción de una muralla protectora. Había pasado muchas noches sin dormir, diseñando una estructura que pudiera resistir los embates de los cazadores. Aunque estaba agotado física y emocionalmente, no dejaba de supervisar cada detalle. Las murallas eran altas, hechas de troncos gruesos y reforzadas con piedras enormes en la base. Cada poste estaba asegurado con cuerdas y clavos gruesos, formando una barrera robusta y formidable.
—Necesitamos más refuerzos en este lado —dijo Vegetta, señalando una sección de la muralla a un grupo de trabajadores—. Y asegúrense de que las trampas estén bien disimuladas.
Las trampas eran un componente vital de sus defensas. Foolish había enseñado a los aldeanos a construir ingeniosos mecanismos que disparaban flechas cuando se accionaba una cuerda. Otros dispositivos más sofisticados incluían fosos ocultos y redes de cuerdas que se activaban al ser pisadas.
Isabel y las demás mujeres de la aldea también jugaban un papel crucial en la preparación de Nuevo Belmont. Trabajaban incansablemente en la preparación de reservas de comida y en la fabricación de flechas. Las niñas, Fortuna y Leonarda, ayudaban a su manera, llevando materiales y aprendiendo a manejar pequeñas herramientas.
Una tarde, mientras Vegetta inspeccionaba la muralla, Foolish se le acercó con dificultad.
—¿Cómo van las cosas aquí? —preguntó Foolish, tratando de disimular su cansancio.
Vegetta lo miró con preocupación. Aunque Foolish trataba de ocultarlo, era evidente que estaba sufriendo.
—Avanzamos bien, pero necesitamos más tiempo —respondió Vegetta—. ¿Y el entrenamiento?
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Sangre y Estrellas
FanficMiles de destellos de colores, luces lejanas y... ¿Voces que lo llamaban?... ¿Quiénes eran?... ¿Qué querían de él?... ¿Estaba llegando al cielo de esa forma? Vegetta abrió sus ojos amatistas y fue recibido por un par de ojos verdes que le veían estu...