El viaje fue arduo y lleno de peligros. Vegetta y Foolish, con Fortuna y Leonarda a su cuidado, viajaron incansablemente por muchos días. La aldeana, que se llamaba Isabel, los acompañaba, cuidando de las niñas y ayudando en todo lo que podía. Los cazadores seguían tras ellos, los buscaban incansablemente, obligándolos a moverse rápidamente y a mantenerse en la sombra, curando sus heridas y llorando a sus muertos en silencio.
Finalmente, después de semanas de viaje, llegaron a un pueblo lejano. Allí, encontraron una cabaña alejada del bullicio, casi a las orillas de un hermoso lago. El lugar parecía un refugio, un lugar donde podrían empezar de nuevo y sanar.
—Aquí estaremos a salvo por un tiempo —dijo Foolish, mirando la cabaña con esperanza—. Necesitamos descansar y recuperarnos.
Vegetta asintió, pero su mirada estaba perdida. Desde la tragedia, había cambiado. Las noches eran especialmente difíciles para él. Pasaba horas mirando las estrellas, pensando en Mallorie y los niños que había perdido.
Isabel se encargaba de alimentar a Foolish y a las niñas, mientras Vegetta cazaba animales en el bosque para alimentarse y alimentarles. A pesar de sus esfuerzos, Foolish estaba preocupado. Vegetta parecía un fantasma, una sombra de su antiguo yo.
Una noche, mientras los demás dormían, Foolish lo encontró en el porche de la cabaña, mirando las estrellas.
—Vegetta, tienes que descansar. No puedes seguir así.
Vegetta no apartó la vista del cielo.
—No puedo dormir, Foolish. Cada vez que cierro los ojos, los veo. Mallorie, Lucius, Casinus... Los escucho morir una y otra vez.
Foolish se acercó y puso una mano en su hombro.
—Lo sé, Vegetta. Pero no puedes dejar que esto te consuma. Tienes a Fortuna y a Leonarda que te necesitan. Nos tienes también a Isabel y a mí. No estás solo en esto.
Vegetta suspiró, sus ojos llenos de dolor y lágrimas contenidas.
—Lo intento, Foolish. Pero el dolor es aún muy reciente para mí. Los extraño demasiado, necesito a mi familia completa y no puedo tenerla—. Vegetta enterró su rostro entre sus rodillas y suspiró pesadamente para librarse un poco de la ansiedad que lo embargaba.
Foolish se sentó a su lado, mirando las estrellas junto a él.
—No los olvides, Vegetta. Llévalos contigo en tu corazón, pero no dejes que el dolor te destruya. Ellos querrían que sigas adelante, que protejas a las niñas y encuentres una manera de vivir.
Vegetta asintió lentamente, pero el dolor en su mirada no disminuyó.
—Lo intentaré, Foolish. Por ellas. Por todos nosotros.
Los días pasaron lentamente, pero con el tiempo, comenzaron a encontrar una rutina. Isabel cuidaba de las niñas, cocinaba y mantenía la cabaña. Foolish ayudaba en todo lo que podía, aunque sus propias heridas aún no habían sanado completamente.
Una tarde, mientras las niñas jugaban cerca del lago, Isabel se acercó a Foolish.
—Están empezando a sonreír de nuevo —dijo, mirando con una sonrisa triste a Fortuna y Leonarda que recogían hierbas en un pequeño jardín improvisado—. Eso es un buen signo.
Foolish asintió, pero su mirada se dirigió hacia la cabaña, donde Vegetta estaba sentado, vigilando a sus hijas y perdido en sus pensamientos.
—Estoy preocupado por Vegetta. No está mejorando. Apenas duerme y cuando lo hace, tiene pesadillas.
Isabel suspiró.
—Mi señor ha pasado por mucho. Pero es fuerte. Con el tiempo, sanará. Y nosotros estaremos aquí para ayudarlo.
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Sangre y Estrellas
FanfictionMiles de destellos de colores, luces lejanas y... ¿Voces que lo llamaban?... ¿Quiénes eran?... ¿Qué querían de él?... ¿Estaba llegando al cielo de esa forma? Vegetta abrió sus ojos amatistas y fue recibido por un par de ojos verdes que le veían estu...