Miles de destellos de colores, luces lejanas y... ¿Voces que lo llamaban?... ¿Quiénes eran?... ¿Qué querían de él?... ¿Estaba llegando al cielo de esa forma?
Vegetta abrió sus ojos amatistas y fue recibido por un par de ojos verdes que le veían estupefactos justo encima de él.
—Vegetta, you're alive my love!
No le estaba entendiendo, ¿Quién era ese tipo y por qué sabía su nombre?
—¿Quién eres tú? —La mirada inquisitiva de Vegetta pareció confundir al bello ser que le observaba con detenimiento y ceño fruncido. Entonces, con tropezones, comenzó a contestarle en el mismo idioma que el otro estaba utilizando.
—¿Me puedes recordar Vegetta?... ¡Soy Foolish, tu novio o esposo!
—¿MI QUÉ? —gritó Vegetta mientras retrocedía de su lugar, tratando de quitarse al hermoso extraño de encima.
Vegetta era el Señor de Belmont, estaba casado con su amada Mallorie... No con este tipo loco que había salido de quién sabe dónde.
Vegetta escuchaba a Foolish con creciente desconcierto. Las palabras del extraño eran como fragmentos de un sueño borroso que no lograba encajar en su realidad. La Isla Quesadilla, besos apasionados, un avión, una despedida trágica... Nada de eso tenía sentido para él.
—No sé de qué estás hablando —replicó Vegetta con firmeza, su voz cargada de frustración—. Yo soy el Señor de Belmont, y mi esposa es Mallorie. No sé quién eres tú, ni qué haces aquí.
Foolish se pasó una mano por el rostro, visiblemente angustiado. Su expresión mostraba una mezcla de desesperación y tristeza, como si hubiera esperado una reacción muy diferente por parte de su amado.
—Por favor, Vegetta, intenta recordar. La Isla Quesadilla es real. Nosotros somos reales. Estábamos atrapados allí juntos, luchando por sobrevivir. —Foolish se inclinó hacia él, sus ojos verdes llenos de lágrimas.—¿Cómo puedes haber olvidado todo eso my love?
Vegetta sintió un torbellino de emociones en su interior. Algo en la mirada de Foolish resonaba en lo más profundo de su ser, pero su mente se negaba a aceptar la posibilidad de que su vida, tal como la conocía, pudiera ser distinta a lo que conocía y recordaba de siempre.
—¡BASTA! —gritó, empujando a Foolish lejos de él y poniéndose por fin de pie. La mano de Foolish intentó tocarle.— No quiero escuchar más... Sea lo que sea que estás intentando hacer, no funcionará. No soy quien dices que soy.
Foolish se quedó allí, con la mano extendida en el aire, inmóvil y herido. La desesperanza se reflejaba en sus ojos mientras buscaba desesperadamente una forma de llegar a Vegetta.
—Vegetta... —susurró, su voz quebrada—. ¿Qué más necesitas para recordar? Hemos pasado tanto juntos... ¿Cómo puedes no sentir nada?
Antes de que Vegetta pudiera responder, un destello de luz brillante, justo sobre sus cabezas llamó su atención. Ambos se volvieron hacia la fuente del resplandor, atónitos. Una figura apareció en medio de la luz, etérea y majestuosa, como si hubiera surgido de los propios cielos.
—Basta ya, ambos —dijo la figura con una voz que resonaba como un trueno suave—. Hay cosas que deben ser aclaradas, y el tiempo es esencial.
Vegetta y Foolish miraron a la figura, incapaces de hablar. La luz comenzó a desvanecerse, revelando a una niña de cabellos negros como la noche y ojos azules que irradiaba una calma impresionante.
—Papá... —dijo la joven, mirando a Foolish con una mezcla de tristeza y determinación.—Soy yo, Leonarda.
Foolish se quedó boquiabierto, incapaz de procesar lo que estaba viendo y oyendo. Leonarda dio un paso hacia él, su expresión suavizándose. Vegetta sintió un escalofrío recorrer su espalda, ¿Por qué esta chica se llamaba como su hija?... Todo lo que había creído saber estaba a punto de cambiar, y no tenía más opción que enfrentar la realidad que la niñita iba a revelar.
—Estamos en el Planeta Vegetta —continuó Leonarda, su voz clara y serena.— Papá no te recuerda porque esta es su siguiente vida, su reencarnación después de morir en tus brazos en la Isla Quesadilla.
Vegetta miró a Foolish y a Leonarda alternativamente, su confusión aumentando. Leonarda lo notó y le dedicó una sonrisa reconfortante.
—Lo que te dice papá Foolish es verdad, papá —dijo Leonarda, volviéndose hacia Vegetta.— En tu vida anterior, fuiste su pareja. Vivieron momentos muy felices y también algunos muy trágicos en la Isla Quesadilla. Las deidades que les protegían crearon un bucle temporal para darle a papá Foolish una última oportunidad de ser feliz contigo.
Foolish parpadeó, sus ojos llenos de lágrimas. Leonarda extendió una mano para tocar su mejilla.
—Deseo que encuentren la felicidad juntos, en esta vida o en la próxima. —Leonarda comenzó a desvanecerse, envuelta en un resplandor que obligó a ambos hombres a cubrirse los ojos.—Les amo a ambos. Adiós.
La luz desapareció, dejando a Foolish y Vegetta en silencio. Foolish, aún conmocionado, miró a Vegetta con una mezcla de esperanza y dolor.
—Lo siento —murmuró Foolish.—No quería causarte problemas. Es solo que... verte de nuevo...
Vegetta lo interrumpió con una mano en su hombro.
—Vamos a mi castillo —dijo Vegetta, con una calma inesperada.— Te presentaré a mi familia.
Foolish asintió, siguiendo a Vegetta hasta una elevada colina donde, magnificente, se erigía su enorme castillo.
Allí conoció a Mallorie, quien lo recibió con una sonrisa cálida a pesar de la situación inusual. Fortuna y Leonarda, las hijas de Vegetta y Mallorie, lo miraron con curiosidad. Lucius y Casinus, los hijos adoptivos, también se acercaron a él con naturalidad y mucha curiosidad.
A lo largo del día, Foolish suspiraba de vez en cuando, pero no pudo evitar sonreír al ver a los niños jugar. Jugó con ellos, disfrutando de su inocencia y alegría, hasta que el agotamiento lo venció y se quedó dormido en la habitación que Vegetta le había asignado.
Mientras dormía, Foolish soñó con la Isla Quesadilla, con el amor que había compartido con Vegetta, y con la posibilidad de un nuevo comienzo. Tal vez, solo tal vez, había una manera de encontrar la felicidad en esta nueva vida, sin importar cuán diferente fuera.
—CONTINUARÁ—
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Sangre y Estrellas
Hayran KurguMiles de destellos de colores, luces lejanas y... ¿Voces que lo llamaban?... ¿Quiénes eran?... ¿Qué querían de él?... ¿Estaba llegando al cielo de esa forma? Vegetta abrió sus ojos amatistas y fue recibido por un par de ojos verdes que le veían estu...