Capítulo 2: En las Sombras de Berlín

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En tiempos de guerra, incluso los guerreros más fuertes pueden encontrar sus corazones en conflicto.

La base estaba en silencio, rota solo por el sonido rítmico y pesado de los ejercicios de Teruki. El gimnasio, normalmente un lugar de camaradería y competencia amistosa entre los alfas, se había transformado en un espacio de tensión palpable. Teruki se encontraba en el centro, su cuerpo tenso y sudando profusamente mientras levantaba pesas y realizaba ejercicios con una agresividad inusual.

Cada repetición era un intento desesperado de vaciar su mente, de ahogar el remolino de pensamientos que lo acosaban. No podía dejar de pensar en la misión, en el gobernador Arataka y en el omega que había conocido. Las imágenes del omega, con su aura romántica y sensual, se mezclaban con los recuerdos de la fragancia dulce que lo había desorientado.

Los alfas que pasaban cerca de él sentían una presión invisible, una aura que ponía nerviosos incluso a los más veteranos. Teruki, con cada movimiento, parecía irradiar una energía que hacía que los demás sintieran la necesidad de mantenerse alejados. Sus músculos se tensaban y relajaban en un ritmo frenético, como si cada ejercicio fuera una batalla en sí misma.

Ekubo observaba la escena desde un rincón del gimnasio. Notó cómo los demás alfas evitaban a Teruki, sus miradas llenas de preocupación y temor. Decidió intervenir, sabiendo que si alguien podía calmar a Teruki, era él. Sin embargo, a medida que se acercaba, también empezó a sentir el peso y la tensión en sus propios hombros, una presión sofocante que aumentaba con cada paso.

—Teruki, ¿estás bien? —preguntó Ekubo, intentando mantener la voz firme mientras se detenía a pocos metros de su compañero.

Teruki no respondió de inmediato. Continuó levantando pesas, su mandíbula apretada y los ojos fijos en un punto indeterminado. Ekubo respiró hondo, sintiendo la necesidad de persistir.

—Teruki, hablo en serio. ¿Qué está pasando? —insistió, acercándose un poco más.

Finalmente, Teruki dejó caer las pesas con un estruendo que resonó en todo el gimnasio. Se giró hacia Ekubo, sus ojos brillando con una furia contenida.

—¿Qué quieres, Ekubo? —gruñó, su voz cargada de molestia—. Si has venido a sermonearme, mejor lárgate.

Ekubo levantó las manos en un gesto conciliador. —No estoy aquí para sermonearte, amigo. Solo estoy preocupado. Todos estamos preocupados. ¿Qué demonios te pasa?

Teruki se pasó una mano por el cabello empapado de sudor, respirando pesadamente. —No es tu asunto, Ekubo. Necesito concentrarme en la misión, y no puedo hacerlo con todo este... —hizo un gesto vago, abarcando el aire alrededor de ellos—. Con todo esto en mi cabeza.

Devoir et Désir | TeruMobDonde viven las historias. Descúbrelo ahora