Capitulo 8

0 0 0
                                    

Caigo bruscamente al suelo. Miro al sujeto frente a mí: es un hombre alto, con el cabello canoso y ojos fríos que parecen examinar cada detalle de mi rostro y mi traje. Sus labios se curvan en una sonrisa sardónica.

—Vaya, vaya, ¿Quién tenemos aquí? —dice con voz ronca y burlona.

Gina se pone a mi lado, y puedo sentir su nerviosismo irradiar como una pequeña ola de energía. Muerdo mi lengua unas cuantas veces para activar el aparato de voz y quito el aislante de sonido de mi casco.

—Cuánto tiempo, Sr. Lobo —él me extiende la mano y yo la tomo con gran fuerza, uniendo nuestras manos en un gran presionado. Me jala bruscamente y me ayuda a ponerme de pie. Saludo hermanalmente a sus acompañantes.

—Perdón, no te vi venir —respondo con voz firme, sin intenciones de mostrar debilidad, mientras me posiciono a un lado de Gina.

—Eso está claro. —Su sonrisa no desaparece mientras me observa. Luego, sus ojos se posan en Gina, y su mirada se vuelve aún más inquisitiva—. ¿Y quién es tu acompañante?

—Eso no es asunto tuyo —respondo, sintiendo cómo la tensión empieza a apoderarse del aire.

—¿En serio? —El hombre da un paso hacia adelante, invadiendo nuestro espacio personal. Instintivamente, mi cuerpo se pone rígido y se mantiene en una posición imponente.

Veo cómo sus acompañantes se empiezan a inquietar, algunos sudan frío. Gina, a mis espaldas, se pone nerviosa; se nota.

Pero todo se esfuma en cuanto Lobo y yo soltamos una estruendosa carcajada. Los rostros visibles de los presentes son de duda. Lobo pone su brazo alrededor de mis hombros y yo hago lo mismo.

—Muy bien, amigo, fue un gusto encontrarte por aquí —chocamos los puños.

—Lo mismo digo, Lobo, me alegra ver que te sigues manteniendo.

—Pues tuve una revisión y recomendación del mejor, ¿Qué esperabas? —me brinda una gran sonrisa.

—¡Sebastián Aurelio Steele! —Se escucha a las espaldas del grupo de Lobo y todos los presentes nos tensamos, y aún más el mencionado, que traga en seco.

El grupo de hombres se abre inmediatamente en cuanto una hermosa mujer de alta talla, que en otras circunstancias es un alegre y puro sol, pasa directamente hasta donde estamos. Lobo y yo tragamos en seco.

—Isi —Lobo dice en un tono "neutro" en el cual claramente se le escucha sus nervios, aunque intenta ocultarlo.

La mencionada mira a su pareja enojada, y se me seca la garganta en cuanto me voltea a ver y me analiza de arriba hacia abajo. Sin darme tiempo de reaccionar, toma mis manos entre las suyas y, con ojos brillantes, me dice:

—Qué bueno verte de nuevo por aquí. ¿Dónde había estado? Has adelgazado bastante desde la última vez que te vi. ¿Cuándo vas a venir a verme para que me enseñes tu rostro? —dice tan rápido que en cierto momento me desconecto y ya no puedo oírla.

Pero el aura asesina de alguien me hace volver a la realidad.

—¡Soler! —En cuanto escucho eso, retiro rápidamente mis manos de las de Isi—. ¿Qué carajos crees que estás haciendo?

—¡Sebastián! ¡No te atrevas a hablarle así a Soler!

—Pero él...

—Pero nada. Después de tanto tiempo que no lo veíamos y te comportas así —tan enojada o indignada está que cruza sus brazos sobre su pecho.

—Pero es que...

—Y ustedes —apunta al grupo de hombres que no recordaba que estaba ahí—, hoy no es día de salida, así que ya pueden irse a sus casas, o me veré obligado a llamarles a sus familias.

GinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora