Capitulo 4

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Al entrar a la casa, Gretel vio la entrada completamente limpia. Caminó un poco y, de igual manera, solo podía ver espacios totalmente limpios. Llegó al punto de la entrada donde se podían observar algunas habitaciones, así como la cocina.

Su mirada recorrió estos espacios y los observó completamente limpios, incluso los pequeños rincones estaban impecables, y eso la alarmó. Rápidamente soltó las bolsas que aún llevaba en las manos y se dirigió a su estudio, deseando que todo estuviera tal cual lo dejó. No, no era eso; lo que ella quería era encontrar su oficina como la dejó y sin ninguna forma de vida analizando sus papeles.

Llegó como un rayo a la habitación y suspiró aliviada al ver que todo seguía igual. Aunque su oficina contrastaba con el resto de la casa, si te alejabas un poco, veías un espacio totalmente limpio y, en medio de este, un cuarto sombrío, del que se podía sentir que en cualquier momento algo saldría de ahí para llevarte a quién sabe dónde.

Sabía que tuvo que haber algún tipo de intervención para lograr ese ambiente, y fue cuando lo supo.

-¿Por qué me alegra saber que quizás ella ha elegido quedarse? -formuló en un susurro casi interno.

Y poco a poco su cuerpo la forzó a recorrer cada parte de su casa, como la primera vez.

Llegó finalmente a la cocina y, al entrar, un dulce aroma invadió sus fosas nasales. Frente a la estufa la observó, vio a Gina, quien llevaba un mandil. ¿Cómo es que no la vio antes?

¿Tan preocupada estaba por su oficina? ¿O tan preocupada estaba porque la información que ahí guardaba no fuera descubierta que bloqueó todo lo demás de su mente?

En ese momento Gina volteó y le regaló una sonrisa. Gretel solo pudo ver cómo sus labios se separaban, pero no escuchó las palabras que salían de ellos.

-¿Qué?

-¿Te sucede algo, Gretel? Te pregunté si querías que te ayudara a traer las bolsas con las compras.

-Ah, sí, está bien.

-¿Qué te sucede? Te noto un poco extraña.

La androide solo pudo observarla con un signo de interrogación en la cara.

Los labios de Gretel se separaron, pero nada salió de ellos, por lo que volvieron a juntarse y Gretel solo caminó a la entrada, recogió las bolsas, se dirigió a la cocina y le entregó una bolsa a Gina.

-Esto es lo de la cocina, las latas van en el anaquel, los trastes déjalos en el fregadero y lo demás échalo en el refri -Gretel se retiró con las demás bolsas, y ahora entendía por qué su mente quería que comprara más de lo usual.

Pasaron los minutos. Gretel estaba terminando de organizar lo que trajo cuando escuchó:

-Gretel, la cena ya está lista, ven a comer.

¿En qué momento el androide tomó el papel de su madre? No, más bien, ¿en qué momento tomó el rol de una madre? Los recuerdos comprimidos amenazaban con salir, por lo que decidió ir a la cocina, a ver si la androide la podía distraer de aquellos pensamientos.

-Vamos, siéntate, Gretel. No querrás que la comida se enfríe -comentó Gina al ver la silueta de Gretel en la entrada de la cocina-. Preparé chilaquiles e hice agua de avena, como vi que trajiste la bolsa.

Gretel vio cómo Gina acomodaba todo frente a ella y, posteriormente, la sentó justo enfrente.

Gretel, al ver que Gina la miraba, decidió darle el gusto y empezar a comer. El sabor invadió sus papilas y empezó a comer con emoción. Gina se emocionó por esto y poco a poco se formó una sonrisa en sus labios.

GinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora