22. Las garras de la culpa

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Es tú culpa.

Lo has herido.

¡¿Qué le has hecho?!

Eres un monstruo.

Todo lo que tocas lo jodes.

No entiendo nada.

¿Qué está pasando?

Deberías volver a tu cueva.

Es culpa tuya, sólo tuya.

Era obvio que ibas a cagarla.

No sabes hacer nada bien.

Encontraremos una solución...

Lo has matado.

Deberías haber muerto aquel día.

Apreté con fuerza la mandíbula en un intento por retener las lágrimas que se estaban formando en mis ojos.

No mereces llorar.

Deberías estar tú en su lugar.

Es culpa tuya.

Tuya.

Sólo tuya.

Culpable.

Culpable.

Apoyada contra la pared más alejada de la sala de estar observaba a Carlisle examinar a Jasper. Había llegado tan pronto como recibió el mensaje que le envié con mis dedos temblorosos y, como le había pedido, lo hizo solo y sin dar explicaciones al resto de la familia. Quería acercarme al sofá donde mi impronta estaba sentado pero...

No mereces estar a su lado.

No mereces su amor.

Deberías estar muerta.

No entendía nada de lo que estaba ocurriendo, no realmente, pero sabía que era culpa mía. Lo supe incluso antes de que las emociones de los muertos que siempre me acompañaban empezasen a filtrarse entre la neblina de mi mente. Era abrumador, sofocante y sólo quería encerrarme en algún lugar y llorar durante décadas, pero como ellas se encargaban de mostrarme, no merecía siquiera eso.

Contempla todo el daño que haces.

Mereces sufrir por hacerle esto.

Eso es lo que todas ellas se esforzaban por hacerme sentir y yo sabía que tenían razón. Todo aquello, fuera lo que fuera, era culpa mía. Le había hecho algo a Jasper, algo que de pronto hizo que su corazón latiera, la gelidez de su piel desapareciera y sus espléndidos ojos dorados fueran ahora de un brillante color esmeralda.

—¿Luha?

Pestañeé varias veces, reparando en que Carlisle se encontraba en ese instante frente a mí.

TRUE ALFA // Jasper HaleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora