04. El sobrecogedor mundo de los quantox

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La nave en la que viajaba el piloto Hihn llegó en pocos días a la estrella destino, aquella en la que la humanidad se encontraría con los seres cuánticos para establecer una nueva comunicación entre las especies

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La nave en la que viajaba el piloto Hihn llegó en pocos días a la estrella destino, aquella en la que la humanidad se encontraría con los seres cuánticos para establecer una nueva comunicación entre las especies.

Permitir ese contacto no era tarea sencilla, pues significaba que iban a coincidir en el mismo lugar dos tipos de existencia tan diferentes como lo eran la biología humana y el dominio físico de los quantox. Era fácil advertir que estas dos especies eran en muchos aspectos incompatibles entre sí, pero los seres cuánticos habían ideado una técnica que posibilitaba ese encuentro.

Dicho procedimiento implicaba la creación de una entidad física altamente compleja que tenía forma de concha de caracol gigante, tan grande que rodeaba la estrella hasta casi alcanzar su heliopausa.

Para acceder a la posición de la estrella, la nave tuvo que rodear esta brillante heliopausa y encontrar el camino de entrada habitual que transcurría por la abertura de la falda de esta. Así, en poco tiempo, la estación se introdujo dentro de la concha de caracol que habían creado los quantox y se dirigió hacia su interior, hacia un lugar allende las profundidades del astro, cerca del corazón palpitante que se veía en su centro, que no era otra cosa más que la misma estrella donde la humanidad se encontraría con estos respetables seres.


A continuación, la nave articuló unos mecanismos de los que estaba provista y se ancló a un asteroide que orbitaba alrededor de la estrella de comunicaciones

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A continuación, la nave articuló unos mecanismos de los que estaba provista y se ancló a un asteroide que orbitaba alrededor de la estrella de comunicaciones. Allí un compartimento se abrió y a los pocos minutos un sarcófago fue depositado sobre un lecho de arena que cubría al asteroide. El sarcófago fue operado por un humano, lo que hizo que de su interior surgiera un tipo de ser modificado biológicamente para que asemejara a los seres cuánticos, y que recibía el nombre de interdendror.

Usar interdendrores era la única manera eficaz que se conocía en el futuro para establecer comunicaciones con seres conscientes que tenían una lógica que muchas veces era terriblemente difícil de interpretar a través de la inteligencia artificial. Esta limitación exigía transformar a ciertos individuos para que su biología se hallara en una realidad intermedia entre los dos mundos. Eran los llamados interdendrores. 


El interdendror humano comenzó a hablar con los seres cuánticos, dirigiéndose para ello a un par de ojos ovalados que estos habían formado en una posición avanzada respecto de la estrella

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El interdendror humano comenzó a hablar con los seres cuánticos, dirigiéndose para ello a un par de ojos ovalados que estos habían formado en una posición avanzada respecto de la estrella. El escenario era lóbrego y sobrecogedor porque estaba contenido en un entorno cercano a la naturaleza de los seres cuánticos, y en el que la variación física más insignificante podía causar resultados catastróficos sobre la biología de todos los humanos asistentes.

Durante la conversación, nadie podía saber qué se estaban diciendo los dos interdendrores, el humano y el cuántico, pero todo el mundo tenía la sensación de que algo no marchaba bien. Los asistentes contenían la respiración ante las exacerbantes reacciones que manifestaban ambos interlocutores. Se respiraba una gran tensión en el ambiente y los interdendrores parecían haber abandonado todo pragmatismo. Hasta que, alcanzado el punto álgido y para sorpresa de todos los allí presentes, los quantox lanzaron una honda hostil acompañada de un estruendo envolvente que impactó contra el interdendror humano, destrozando el escenario y provocando su muerte por congelación instantánea.


Esa honda había impactado también contra la nave, que quedó a la deriva en el espacio dando vueltas de manera descontrolada

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Esa honda había impactado también contra la nave, que quedó a la deriva en el espacio dando vueltas de manera descontrolada. Por suerte, el copiloto Hihn —el amigo de Sammen— observó que la cabeza del interdendror estaba también flotando en el espacio y por unos instantes convirtió en desafío su empeño en capturarla e introducirla nuevamente dentro del compartimento de la nave.

Gracias a esta habilidosa maniobra, rayana en un acto de desesperación y efectuada in extremis con una buena dosis de audacia, la cabeza del interdendror logró salvarse. Por desgracia, nadie supo qué había provocado esa reacción tan hostil en los quantox, y por mucho tiempo nadie lograría averiguarlo. 

El Cénit de las Realidades (versión ilustrada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora