Después de hacer nuevamente el amor en la ducha, esta vez más pausadamente, se vistieron y acabaron el informe entre los dos mientras esperaban a que llegara el personal. Ella no dudó en arremangarse y ayudarle a limpiar la cocina antes de que vinieran.
SeokJin la miraba de reojo, ella sonreía, ajena a las miradas de él y afanada en el mármol donde habían hecho el amor minutos antes.
—¿En qué piensas? —preguntó él, dejando de limpiar y apoyándose momentáneamente en la pared.
Ella negaba con la cabeza, sonriendo, pero sin mirarlo aún.
—En mi amiga Hana.
—Vaya, y yo que pensaba, tonto de mí, que quizás estabas pensando en nosotros.
Se puso seria, de repente, y lo miró: tenía la frente perlada de sudor y la miraba con semblante interrogativo.
—¿Nosotros?
—Tendremos que hablar de lo que ha pasado, ¿no? ¿O piensas desaparecer como acostumbras y presentarte por sorpresa cuando toque supervisión?
Realmente ni ella lo sabía. Así que calló.
—Así que eso pretendías… Bien…
—Oye, SeokJin, yo…
—No —la cortó—, no te voy a reprochar nada, pero pensaba que quizás había algo más que una simple sesión de sexo.
—A mí no me ha parecido nada simple.
—Ya me entiendes, no te vayas por las ramas.
—Me gustas muchísimo —reconoció—, de hecho siempre me has gustado. Me has atraído desde aquella primera vez.
—¿Pero…?
—Pues que no quiero cagarla contigo, y sé que si intento tener una relación seria, voy a machacarte psicológicamente y no quiero.
—Ya… ¿Y por qué no me dejas a mí decidir si quiero que me machaques?
—SeokJin…
—¿Qué? —preguntó encarándola—. ¿Tienes miedo?
—¡Mucho! —gritó—. No quiero verme sola toda mi puñetera vida, ¿de acuerdo? Claro que quiero tener una familia, quiero que los niños no me dejen ver la tele y tener a alguien a mi lado que me diga lo muchísimo que me ha echado de menos durante el día. Pero tú tienes tu negocio y no estás preparado para tener una relación seria. No quiero que me tengas en vilo durante meses, pensando si en realidad, un día vas a decirme que el trabajo no te deja tiempo para estar conmigo y que lo primero es lo primero…
Hubo un silencio incómodo en el que SeokJin pensó en lo que ella estaba diciendo.
—Ven aquí —le dijo, soltando el trapo en la cocina y atrayéndola hacia si—. No te voy a dejar escapar, así que mejor será que te dejes llevar, y lo que tenga que pasar, que pase. Y sí, hay que hablarlo, poner unas normas y ya.
Adri se abrazó también a él, sopesando aquellas palabras. Lo que tenga que pasar, que pase. Llevaba tanto tiempo queriéndolo controlar todo, que no se había dejado llevar. Él tenía razón.
Continuó besándole la nariz.
Estaban tan absortos en su conversación que no vieron entrar a los camareros.
—Buenos días, jefe —dijo Park, entrando de repente en la cocina. Adri y SeokJin se separaron, y Park se quedó parado al contemplar aquella escena. SeokJin, su jefe, besando a «La bruja», como todos la llamaban. No se lo podía creer.
—Ooops, voy a vestir las mesas. Siento haber interrumpido.
Adri se mesó el pelo, incómoda; ésa era otra de las pegas. Eran compañeros de trabajo y ella se encargaba de la supervisión de su restaurante.
—¿Ves? Otro problema —le dijo mientras se arreglaba el vestido y se ponía los tacones de nuevo.
—Park es muy discreto, puedes estar tranquila. Además, ¿qué más da?
—SeokJin, es posible que a la compañía no le haga ninguna gracia. Aunque bueno… Quizá podría decirles que me enviaran a supervisar otros locales, y dejar que Hana haga el tuyo.
—Pero eso significaría perderme tu mal humor y ese culito prieto —dijo, abrazándola y bajando las manos hacia sus nalgas. Le besó el cuello, apartándole el pelo con la mano—. Joder, nena, me pones a cien sólo con respirar.
Adri rio y le besó la cabeza.
SeokJin, en un arranque de lucidez, la soltó y le pidió que acabara el informe y se fuera.
—Habla con Hana, pero esto no se acaba aquí. Y, por cierto, espérame en tu casa cuando acabe el servicio porque estoy que voy a explotar.
Adri asintió, divertida, y le dio la dirección de su casa. Le besó los labios y recogió sus cosas. Se despidió de los camareros y se fue.
Iba a intentarlo, ¿qué perdía?
Habló con Hana, que la felicitó por su «atrevimiento» y la instó a que al día siguiente hablara con sus superiores; era mejor que lo supieran de su boca y no esperar a los chismorreos.
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