Gritaban y se reían a carcajadas de euforia por el éxtasis en su sistema. Los chicos mayores de siempre, a su alrededor los animaban y se reían con ellos, bajo los mismos efectos.
Meg se fumaba un porro y observaba a los menores retorcerse en el piso. Los estaba destrozando, y en el fondo sentía algo de culpa. Todos los que estaban allí tenían una vida que los atormentaba y por eso venían con ella y se olvidaban de todo con un buen "viaje". Pero esos niños... Ella era la que les proporcionaba la droga y veía como Bill iba cayendo más y más en una pequeña adicción. Tom era un poco más relajado con eso, claro, le encantaba drogarse hasta vomitar pero en Bill había un deseo más grande, cada vez que llegaba se le veía más emocionado por colocarse y quedarse dormido por tanto. Ella conocía muy bien esos síntomas, porque también los había vivido y terminó así.
Solo catorce años y ella, mucho mayor, ya le estaba arruinando la vida.
Salió de su ensoñación y observó como los dos chicos reían animados, aceptando hacerse unos piercings.
Meg no iba a hacer nada, al final no era su problema.
Pero seguía sintiendo ese picor irritante.
Ambos divertidos, aceptaron los piercings, Bill quería un Séptum y Tom el del labio.
El chico que hacía los piercings, buscó las herramientas correspondientes y les sonrió.
–¿Quién primero?
–¡Yo, yo, yo! –Exclamó Bill emocionado, corriendo hasta el chico y sentándose junto a él.
–Esto te dolerá más que la mierda, ¿Lo sabes? –Dijo, limpiando con agua esterilizada el sector de la nariz y luego marcar el lugar exacto del piercing con un marcador, (Cualquiera, por cierto).
–¡Lo sé, lo sé! ¡Hay cosas que duelen peor, solo hazlo! –Exclamó, eufórico.
El chico soltó una risa nasal y preparó la aguja hueca y el arete.
–Bien... Entonces...–Atravezó la aguja de una vez y Bill se estremeció, pero siguió balbuceando cosas mientras sonreía y apretaba la mano de Tom, desviando todo el dolor por ahí.
–...Y....¡Listo! Ya está. –Colocó el arete y le entregó un espejo pequeño para que se mirara.
Bill, con los ojos dilatados y mirando quién sabe qué sin siquiera entender dónde estaba, mientras todo le daba vueltas, sonrió.
–¡Mira Tom! ¡Tengo un piercing en la nariz! –Exclamó pegando su frente a la de él, señalándo exageradamente su nariz.
Tom, quien estaba que dejaba caer su cabeza al suelo, rio.
–Está muy lindo, Bill.
El de cabello negro asintió frenéticamente.
Luego le hicieron el piercing a Tom, quien se carcajeó al sentir como un pedazo de metal atravesaba su labio.
–Oh, joder...–Se quejó luego de que le colocaran el piercing.
–¡Quiero otro, quiero otro! –Gritó Bill, balbuceando. –¡Aquí! ¡Aquí! –Señaló su lengua.
–Bill... No creo que sea...
–¡Lo quiero!
Tom se quedó mirando un punto fijo, aún bajo los efectos de la droga, mientras que Bill perforaba su lengua.
–Bill... ¿Sabes que te quedaría genial? –Susurró Tom, aún mirando a la nada.
–¡¿Qué?! ¡Dime!, ¡Dime! –Exclamó emocionado.
–Un tatuaje... –Tom sonrió embobado.
A Bill se le iluminaron los ojos ante esa idea.
–¡UNA ESTRELLA! ¡SI, SI! ¡QUIERO UNA ESTRELLA! –Gritó histérico.
Bill se dejó tatuar por una de las chicas del grupo, Stella.
Decidió hacerse el tatuaje justo debajo de la cadera derecha. Era una estrella que contenía dos estrellas más dentro, Cada una más pequeña que la anterior.
Los efectos de la droga pasaron un tiempo después. Ambos observaban al techo del almacén. Estaban tirados en el piso, simplemente mirando al techo. Debían ser las dos o cuatro de la madrugada, la verdad no contaban mucho las horas. Estaba todo vacío. Solo quedaban ellos dos.
–Debemos irnos....
Bill asintió.
Se levantaron mareados del piso, y caminaron tambaleándose, sosteniéndose el uno al otro.
Bill llegó a su casa y se despidió con un fogoso beso de Tom. El de rastas sintió el sabor metálico en su boca. Sonrió.
Lia creyó que los piercings eran geniales. Margo solo negó con la cabeza. No imaginaba como reaccionaría su mamá.
Al llegar a su casa, Tom se encerró en su cuarto y colocó la música a todo volumen, mientras que su mamá bebía incontrolablemente en el sofá del primer piso.
...
Al día siguiente, los descontrolados golpes e insultos en la escuela no se hicieron esperar.
–¡MALDITOS MARICAS!
–Asquerosos...
–Pervertidos repugnantes, ojalá se mueran.
–Vamos, alejémonos de estos, nos van a contagiar su enfermedad.
–¡ENFERMOS ASQUEROSOS!
–¡Púdranse!
–Oye... Cómo que huele mal aquí.
–Estoy sintiendo náuseas.
Bill pasaba entre todos con la mirada en el piso, Tom a su lado, igual.
Los empujones y papeles que le lanzaron no se hicieron esperar mucho.
Ya no podían ir al baño tranquilos, se tenían que aguantar.
Agarraron a puños a Bill en el siguiente recreo.
Tom se metió a defenderlo, pero lo dejaron en el piso pateándolo.
Al final del día, destrozados por los golpes, caminaban hasta el almacén a drogarse y olvidar un rato, olvidar como su vida se caía a pedazos solo por amar.
Así todo empezó a empeorar.
Esto era el desequilibrio.
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The train lines; Toll fanfic
Fanfiction-Nunca pensé que llegaríamos aquí. Muertos de frío. Gritando y llorando. Solo para que no nos hagan olvidarnos.