Tom limpió sus heridas en el baño, esperó allí un par de horas, y al salir, para su sorpresa, vio a su madre dormida junto al marco de la puerta. Quizá si lo quería, pero lo demostró demasiado tarde.
Entonces guardó en un bolso ropa, lo que les quedaba de dinero, vendas, alcohol y toda la comida que encontró.
La guardó y esperó pacientemente hasta las 11:30, en la que saldría camino a la nueva vida que le esperaba.
...
Bill seguía fuera de su casa, pero se acercó a la ventana en la que dormían el y Lia. Lanzó tres piedras, rezando que abriera su hermana y no su madre.
Tuvo suerte.
–¡Bill! –Sus ojitos estaban rojos.
–¡Lia! –Le sonrió con dulzura.
–¡Estás herido! ¡Mamá te está buscando! –Exclamó.
–Lia, por favor, no le digas nada de esto, si ella te pregunta, no le digas que me has visto, ¿Si? –Le sonrió, sabiendo que sería la última vez que la vería. –Te amo, Lia, cuida de tu hermana y vive, vive porque al final es lo único que tenemos.
Lia no comprendía nada, pero asintió y sonrió.
–Te amo Bill, eres el mejor hermano que he podido tener, a pesar de que siempre estuvieses muriéndote. Yo si te quiero con todo mi corazón.
Bill rompió el llanto ante esto, y alzó la mano en señal de despedida.
–Te amo.
–¡Yo mas!
El de cabello oscuro corrió por las calles, camino hacia las líneas del tren, eran las 11:45.
Tom caminaba tranquilamente, ya que vivía mucho más cerca de Bill.
Tom vio las lineas a lo lejos y sonrió.
Bill aceleró el paso al igual que Tom.
Al verse a lo lejos, entre lágrimas corrieron.
Pero el tren se acercaba.
Y Bill no se volteó a mirar.
Lo golpeó con fuerza, mandándolo lejos.
Tom se quedó estático.
El tren pasó, sin siquiera notar nada. Como si dos vidas no se hubieran ido en el.
Sentía como mil voces, mil gritos, mil risas y mil besos pasaban por su mente, en un segundo. Sofocándolo.
Se había ido.
Bill, al otro lado de las líneas, ya no se movía, y debajo de su cabeza yacía un tinte que teñía la nieve de rojo.
Tom no podía entender nada.
Estaba vacío. Vacío de mente, de ideas, de alma, de corazón.
Ni siquiera pudo llorar.
Todo se había ido.
Todo había acabado.
En segundos.
Ya no quedaba nada.
El rubio solo pudo avanzar un par de pasos, hasta quedar en las líneas del tren, tendido a lo largo de ellas.
Observando el cuerpo inmóvil de su más grande amor, su vida en otro cuerpo.
Sin poder acercarse a él, lo miró, abrazándose a si mismo. Sabiendo que nunca regresaría, y que todo había terminado para ambos.
No lograron ser felices, claro que no.
Mil mariposas murieron en su alma aquella noche, aquel 15 de Diciembre, mientras que la gente encendía luces navideñas y abrazaba con amor a su alma gemela. El observaba el cascarón vacío de la suya.
La gente destrozó, pedazo por pedazo cada parte de ellos, hasta dejarlos vacíos. Y aún así ellos se amaron.
Esa noche no solo se fue Bill.
El tren pasó al alba.
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The train lines; Toll fanfic
Fanfic-Nunca pensé que llegaríamos aquí. Muertos de frío. Gritando y llorando. Solo para que no nos hagan olvidarnos.