Boris observó la tonta discusión que tenían Potter y Pippa. La chica había regañado a su amigo por la forma en que le contestó y, aunque el ucraniano le mencionó varias veces que no le importaba, la chica inició una innecesaria pelea.
El rizado se estaba divirtiendo, ambos estaban siendo excesivamente exagerados y, en algún punto, comenzaron a sacar a la luz asuntos que habían pasado hace años. Que si Theo había arruinado la primera cita de la chica, que si Pippa le quitó un suéter y nunca se lo devolvió, que si Theo manchó un vestido de Pippa, que si la pelirroja se comió la última rebanada de pastel del chico. Lo último al parecer había pasado hace cinco años, cuando el chico de lentes cumplía sus quince años.
Pero aunque todo resultaba cómico, flotaba entre las luces amarillas del local una fascinación que adormecía al cuerpo de Boris. Tenía enfrente suya al chico que lo había dejado en una fugaz inspiración, estaba ahí; en carne viva, discutiendo infantilmente y con un dramatismo que parecía impropio de él.
Lo miró embelesado, trazando con cuidado el contorno de su rostro y teniendo el privilegio de escuchar la voz profunda que salía con un tono de indignación del chico joven.
Boris lo miró, no sólo porque era lo único que podía hacer entre las palabrerías que se decían entre sí, sino porque estaba cautivado y sentía que si llegaba a pronunciar sonido alguno arruinaría la esencia de Theo, lo esfumaría de la tienda y tendría que volver a pasar noches imaginando encontrarse con él.
Bien lo decía Gyuri, Boris era un ser que se hacía notar, ya sea por su personalidad o por lo impertinente y estúpido que llegaba a ser al estar tan pendiente de algo; o de alguien, en esta ocasión.
Así que no era extraño que después de unos minutos el ucraniano decidiera intervenir.
—Esto, sin duda, es entretenido. Pero lamento decir que estoy comenzando a aburrirme, así que, ¿qué tal si hacemos algo en donde me sienta incluido? —mencionó cuando notó que Pippa estaba a punto de hablar.
—Lo siento tanto, Boris. Este idiota no puede ser más descortes —dijo la chica mientras le echaba una mala mirada a Theo.
—Pero si tú...
—¿A qué hora sales, Boris? —interrumpió Pippa el reclamo de su amigo.
—Dentro de...—se fijó en la hora de su celular— ahora.
—Pensé que las tiendas de música cerraban más tarde —habló Theo de pronto.
—Sí, pero mi querido Potter, no me pagan lo suficiente para estar hasta las 10 de la noche en estos lares —habló el ucraniano mientras miraba con una sonrisa al chico de lentes, el cual sólo rodó los ojos en señal de fastidio.
—¿No te puedes meter en problemas o algo así? —dijo la chica con tono de preocupación.
—No lo creo, soy el único empleado y dudo mucho que la gerente decida quedarse sin personal —Boris se encogió de hombros— Así que, ¿les gustaría ir a comer a un restaurante de por aquí?
Ambos amigos se miraron fijamente, parecían tener una conversación silenciosa que sólo ellos entendían.
–Claro —Theo soltó finalmente después de unos segundos donde estuvieron callados.
—Maravilloso —dijo Boris—. Esperen afuera mientras apago todo y cierro la tienda.
El rizado realizó la tarea de cierre en tiempo record, normalmente se tomaba el tiempo para barrer y acomodar las cosas que estaban fuera de su lugar. Ni siquiera había hecho el corte final, pero ahora tenía cosas más importantes.
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El Poeta | Boreo |
FanfictionEn donde Boris es un poeta frustrado que necesita inspiración para escribir y, extraodinariamente, lo encuentra en la biblioteca pública de New York, vestido con un jersey gris, unos anteojos parecidos a los de Harry Potter y con un libro de Edgar A...