CAPÍTULO 18
Debilidad
Probablemente esto es lo más cursi que voy a decir en mi vida, pero las palabras que Héctor me dijo la noche anterior, fueron quizá las más románticas que había escuchado antes. Sentía que cada día que pasaba, el sol aparecía iluminado un poco de las penumbras que me invadían.
Aunque también por otra parte, es un poco relevante mencionar que nos quedamos hablando hasta las tres de la mañana, hora que si llega a oídos de mi hermano, lo más probable es que esto sea lo último que cuento; pero dejando esto último de lado, el tiempo en el que me dormí, era la respuesta que indicaba porqué me encontraba con cara de haber revivido dos vidas.
Sin embargo, lo que finalmente me despertó de mi ensoñamiento, fue el golpe seco de un borrador en impactando contra la pizarra que estaba en mi salón de clases; y ¿de quién?, puede de Fiona, la maestra que al inicio de curso pensé inocentemente que iba a ser divertida, pero resultó ser todo lo contrario. No era mala, pero tenía su forma tan característica de ser.
Ja, una vez más me equivoqué.
Pobre ilusa.
Y por lo visto, quizá iba a ser el día más aburrido de mi vida. En primer lugar, tenía que quedarme dos horas más en la biblioteca de la universidad para adelantar mi proyecto. Así que dadas las circunstancias, me encontraba con un ojo abierto y el otro cerrado en las clases de la anteriormente mencionada, tratando de no quedarme dormida.
Igual, no pienso negar que valió la pena.
En aquel instante, fácilmente me pudieron haber confundido con un mapache o un oso panda por las manchas negras que se posaban debajo de la pálida piel alrededor de mis ojos. Necesitaba tomar un café urgentemente.
Cuando me di ánimos a mi misma para levantarme y salir con la infalible excusa de ir al baño, para poder cumplir mi objetivo e ir a comprar al salvador de mi caótico día, procurando hacer todo esto sin fallar en el proceso, me sobresalté al darme cuenta que alguien entró a mi salón.
Apenas habló, reconocía esa voz, y se trataba del protagonista de mis pensamientos.
–Buenos días, disculpe por llegar tarde.... -abrió la puerta como si nada, a la vez que miraba la hora en el reloj que adornaba su muñeca junto a la pulsera que le regalé tiempo atrás. Sonreí inconscientemente. –, tuve un percance. -dijo finalmente mientras se reacomodaba una de las tiras de su maleta en su hombro.
–No me interesa -le lanzó una mirada asesina, que de haber sido una bomba nuclear, lo habría desaparecido. –, en lugar de interrumpir mi clase, vaya a su lugar, siéntese y cállese. Primero llega tarde, luego interrumpe mi import.....
La señora si estaba molesta, y se notaba que ese día al igual que el mío unos minutos antes, no era el mejor; aunque dejé de escuchar sus quejas cuando ví que un chico en específico se acercaba al asiento que estaba libre a mi lado. Era Héctor.
¿Qué hacía aquí? me pregunté frunciendo levemente el entrecejo; aunque todas esas interrogantes desaparecieron más rápido que mis ganas de preguntar, cuando me sentí observada con detenimiento por mis ojos favoritos en todo el mundo. Sus ojos marrones.
–Parece que alguien no se despertó con el mejor ánimo del mundo. -escuché que dijo Héctor a mi lado refiriéndose a la maestra, a la vez que dejaba a un lado el móvil y se cruzaba de brazos para voltear a verme con una sonrisa vacilante.
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La oportunidad de un para siempre
Roman pour AdolescentsÉl fue uno de los que me salvó cuando creí haber sanado, pero también se encargó de que terminara peor que cuando me conoció; lo que me duele, es que no sé si fue su intención o no. Valeria lleva más de un año asimilando que tal vez no era la person...