026: Acepto tus términos y condiciones.

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CAPÍTULO 26

Acepto tus términos y condiciones.


La noche anterior, luego de ver una película nos quedamos dormidos. Ahora ese no era el problema, sino mucho menos tener que enfrentarme a mi hermano, sino el hecho de que tenía ganas de matar a los creadores de la inteligencia artificial, porque ¿Quién rayos tuvo la magnífica idea de crear alarmas? ¿acaso no tenían nada más productivo que hacer con su tiempo? ¿qué sé yo? ¿ver películas con sus parejas, por ejemplo?. Bueno, no pensaba ser yo quien tuviera que negarlo considerando que a veces ayudaban, y aún así, definitivamente no en situaciones como esta. Lo mejor era apagarla para evitar problemas y accident...

Abrí los ojos de golpe al darme cuenta de algo que probablemente me costaría la carrera, y mi vida en el camino si el insensato Víctor se enteraba. Era miércoles. En tres horas tenía que ir a rendir mi examen y no había tenido mi repaso general.

Abrí mucho más los ojos al recordar a mi acompañante, quien hasta el cansancio no dejó de repetirme que a las ocho y cuarto tenía una reunión importante, misma en la que definiría su puesto en la empresa con la que trabajaba. Al ser consciente de todo esto, puedo confirmar que se me bajó la presión el doble.

–Son las ocho de la mañana, Héctor. -anuncié moviendo su hombro con toda la delicadeza del caso.

–Dame diez minutos más, aún hay tiem... ¿¡Las ocho de la mañana!? -se sentó de golpe enarcando una ceja.

Dios, hasta recién despierto se veía increíble.

–Es lo que te estoy diciendo. -miré con diversión como se levantaba casi saltando de la cama.

Estaba a nada de chocar su cara contra el umbral de la puerta, sino hubiera sido porque se mareó por levantarse rápido.

–¿Síntomas de embarazo? -vacilé.

–¿Tan buen humor de mañana? -cuestionó mientras se lavaba la cara y cogía la pasta dental para cepillarse los dientes, lo cual pude evidenciar ante el hecho de que dejó la puerta entreabierta.

–Siempre me levanto alegre. -fruncí las cejas mientras afianzaba el peso de mi cuerpo en mis brazos en cada costado.

–En efecto, me estás vacilando. -rodé los ojos con diversión.

–No lo hago. -apoyé mi espalda contra el respaldo de la cama, a medida que pasaba mi cabello detrás de mis orejas.

–Pues deberías ser comediante, porque ya te sale natural.-dijo enjuagándose la boca y mostrándome una perfecta sonrisa a través del espejo negro de mármol.

–Me salen muchas cosas de manera natural.

–¿No me digas? -preguntó divertido mientras se lavaba la cara. –¿Cómo qué, por ejemplo? ¿Amarme con locura? -sonrió con arrogancia.

–Querer golpearte cuando te pones así. -enarqué una ceja tratando de ocultar una sonrisa.

–Vaya, que agresiva... No conocía ese lado de usted, señorita Harrison, y eso que se suponía que quienes teníamos instintos de colonizadores éramos nosotros.... -sonrió sin ocultar la diversión que le causaba el tema. –¿Y cómo me pongo, según usted? ¿Guapo? ¿Atractivo? ¿Asombroso?, o... -se hizo el pensativo. –¿Perfecto?

–¿Por qué mejor no me dices que tenías que hacer hoy? -pregunté sin borrar la sonrisa de mi rostro. A través del espejo, vi como enarcó una ceja y me dio una mirada desaprobatoria. –Digo, así recalcas lo asombroso que eludes ser.... -traté persuadirlo con una sonrisa inocente, logrando que entrecerrara sus ojos.

La oportunidad de un para siempreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora