Una Aventura Mística

¡Batalla Decisiva! Espíritu contra Espíritu

"Hace mucho tiempo, en lo profundo de un bosque alejado de la civilización, más allá de lo alto de... bueno, ustedes se dan una idea. Es el tipo de lugar para que una historia como esta comience..."

------------------------------------------------------------------------------------------

En algún lugar, en lo profundo del Este, una hermosa naturaleza salvaje se extendía por toda la tierra, intacta por las garras paralizantes de la civilización. El río corría con agua fresca y chispeante, perfecta para que el antílope que residía allí bebiera y se bañara. Los pinos salpicaban el sendero del bosque, añadiendo un toque de verde a los colores terrenales de la tierra. Y el paisaje se elevó como jorobas de camello, elevándose desde los valles hasta las nubes en el cielo azul cristalino.

En el camino que conducía al borde de la cornisa, un hombre joven pisaba un gran trozo de madera cortado de un roble. Caminando hacia atrás, manipuló su rueda improvisada como un artista de circo lo haría con una pelota, lo que les permitió a ambos navegar por el camino ondulado hasta su destino final.

El hombre continuó con su incansable ejercicio, haciendo girar perezosamente el tronco como si fuera algo cotidiano. En su mano había una gran sierra para metales, presumiblemente la que mató la losa bajo sus pies. Sus ojos estaban relajados e indiferentes al peligro de intentar tal truco. Por otra parte, no tenía motivos para sentir miedo.

Se escuchó un chirrido desde lo alto de las copas de los árboles, y el hombre miró a su lado, curioso por el disturbio. Allí, entre las hojas de los árboles, había dos monos, una madre y su hijo, saludando al recién llegado. La madre, con una sonrisa en el rostro, se aferró a una extremidad y bajó a su bebé con cuidado sobre el camino del hombre. Y el niño sonrió alegremente, saludándolo salvajemente, como un amigo perdido hace mucho tiempo que por fin regresa.

El hombre sonrió misteriosamente a su grupo de bienvenida, con una extraña risa en su garganta. Moviendo su sierra apropiadamente, levantó su mano libre a modo de saludo. Dejando atrás a los dos chimpancés, chillando y vitoreando a su visitante. Pero el hombre simplemente siguió con su marcha reumática, sin perder nunca el ritmo.

El tronco avanzó rodando por el camino a su propio ritmo, dejando que su pasajero mantuviera el ritmo por sus propios medios, lo cual hizo bastante bien. Y pronto, su curso constante llegó a su fin, porque los árboles comenzaron a separarse y el cielo comenzó a brillar. La colina se volvió más suave y asfixiante hasta que se estabilizó en el acantilado, justo cuando la casa salía de su curvatura.

El hombre se detuvo un momento más en su corcel, preparando sus rodillas para dar un salto. Luego se puso patas arriba, dando patadas hacia atrás desde el tronco y muy alto en el aire. Su salto mortal inverso se completó justo cuando el esfuerzo de su trabajo perdió el equilibrio, cayendo una y otra vez como una moneda al caer.

Mientras el tronco giraba para descansar, el hombre respiró hondo, respirando el aire fresco de la primavera como si no lo hubiera probado en años. Sonriendo pacíficamente, dejó que el aire saliera de su boca y volviera a la naturaleza. Echó un vistazo más a la casa que tenía delante y cerró los ojos, sellando la imagen perfecta para siempre en su mente.

Era todo lo que le quedaba.

Al entrar a la casa de su abuelo, Goku colocó suavemente la funda de su Nyoi-bō sobre la repisa, asegurándose de que ambas piezas permanecieran dentro. Perezosamente, arrojó su chaqueta sobre el marco de la cama vacía. Sin embargo, mantuvo sus zapatillas puestas; Al abuelo nunca fue alguien muy tradicional.

Luego se dejó caer sobre el colchón, aplastando la chaqueta bajo su forma. Y miró hacia el techo, las paredes y las diversas chucherías que escasamente decoraban la pequeña casa.