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Lo último que Alastor recuerda antes de desmayarse por la perdida de sangre que sufrió, es a Adam diciéndole esa asquerosa frase, a la par que sus orejas se aplanaban sobre sus revueltos cabellos pelirrojos, su corazón comenzaba a latir sumamente rápido debido al miedo de ser asesinado como una vil presa distraída.

Y luego, cuando creyó que su consciencia se apagaría para siempre, abrió de golpe sus cansados ojos, encontrándose con que se hallaba descansado en un cómodo colchón, todo alrededor indicaba que era una brillante habitación, bañada con los rayos del sol; toda su ropa rasgada en el exterminio había sido reemplazada por una túnica blanca, que cubria hasta sus largas piernas delgadas.

Incluso las graves heridas que le ocasionó cada una de las batallas a las que se enfrentó en ese día estaban completamente sanas; las cicatrices que pudieron dejarle las armas angelicales en el rostro, ni rastro.

Cuando quiso levantarse un horrible dolor de cabeza lo invadió, junto a un ruido muy molesto de cadenas arrastrarse, instintivamente sus orejas de ciervo se encorvaron y su colita se postró entre sus piernas.

Estaba asustado, por primera vez en muchos años lo estaba.

Lo odiaba, una maldita debilidad que no está dispuesto a aceptar bajo ninguna circunstancia. Trató de buscar su micrófono con la mirada, pero no había ninguna señal de este, su única opción hasta el momento era levantarse para poder explorar la habitación en la que se encontraba.

Este plan fue interrumpido por un sonoro suspiro de alivio.

—Al fin despiertas, empezaba a preocuparme.— Las pupilas del demonio se convirtieron en diales de radio, esa maldita voz tras su cuerpo, ya sabía a quien pertenece, e igual...

No quiere aceptar que el bastardo de Adam lo tiene secuestrado, mucho menos creer que ese desgraciado le mostró misericordia, y perdonó su vida.

—¿Por qué carajo estoy aquí?— Cuestionó golpeado, sin voltear a ver al primer hombre, este no tardó demasiado en pararse frente a él; no tenía esa estúpida máscara puesta, o su típica túnica, en sus manos traía un plato con costillas, algunos huesos, y otros aún bañados en salsa.

—Mm pues para resumir.— Adam se tomó un segundo para disfrutar su comida.— He estado muy aburrido aquí, así que decidí traerme un recuerdo del basurero del que vienes, ya sabes.— Alastor se encogió en su lugar.— Para divertirme un rato.

—¿Por qué yo?— Atinó a preguntarle, con cierto odio, y temor.

—Eres más fuerte de lo que pareces, eso me gusta de las perras.— El gruñido ahogado en estática del pecador hizo sonreír al ángel, dejando su plato en la mesita de noche.— Y además, me encanta domarlas hasta volverlas adictas a mi verga.— Alastor se sintió asqueado, de inmediato quiso golpear a Adam, excepto que no podía moverse, la horrible debilidad en todo su ser se lo impidió rotundamente.

Su cuerpo lo estaba traicionando, esto no podía estar pasando, sus poderes parecían reposar en lo más profundo de su mente, esperando salir de una cárcel que los encerraba del mundo exterior.

El primer hombre fijó sus dorados ojos en las orejas caídas de su trofeo, estaba asustado, exactamente el sentimiento que imaginaba provocar en él.

—No te atrevas a tocarme.— Soltó enojado, con su única fuerza se aleja bruscamente de Adam, quien únicamente ríe de forma amarga.

—Que tierno, tienes miedo y aún así haces lo imposible por no demostrarlo.— Alastor tragó saliva, su estómago se retuerce del nerviosismo que le provoca la situación.— Pero déjame decirte algo.— De un jalón alzó la cabeza del demonio, obligandolo de esta forma a verse a los ojos.— Tus lindas orejas te delatan.

—Sueltame.— Exije con un tono de radio distorsionado, sus pupilas aún en diales, pero la mirada que cargaba era de una súplica inconsciente.

Enmedio de un intenso silencio y una batalla de miradas, Adam suelta el cabello pelirrojo, acomodandolo con sutileza; los dedos fríos del primer hombre acarician el pómulo derecho a su disposición, bajando con tranquilidad a su mentón.

—Mira, no estás aquí por ninguna pendejada espontánea, venadito.— Un nuevo gruñido lleno de estática salió del demonio.— He pasado los últimos 3 exterminios buscándote, y ahora que por fin te tengo en mis manos serás mi trofeo favorito.— El cuerpo de Adam se fue metiendo entre las piernas del pecador, sus muñecas fueron aprisionadas contra la cama, arriba de su cabeza, mientras terminaba recostado a lo ancho de la cama.

Mierda, esto no le puede estar pasando de nuevo. Es como si ese tipo de contacto físico fuera un souvenir de su vida en la Tierra, de todo lo malo que ha buscado enterrar tras esa sonrisa inquebrantable.

Sin darse cuenta algunos sollozos cobardes brotaron de su boca, pataleaba como podía en busca de alejar al primer hombre a como diera lugar, sin embargo el aliento de este chocó con sus labios temblorosos.

—Tranquilo, yo no soy él.— Las muñecas de Alastor se sintieron libres de nuevo, ahora sus palmas fueron encerradas entre las del castaño, entrelazando dulcemente sus dedos.

«No es él.

No es él.

No es él.

No es él.

Puedes confiar en alguien que no es él...»

—Eres mi trofeo, venadito, y voy cuidarte como tal, pero también voy a moldearte a mi gusto para que puedas satisfacer mis necesidades.

—No, y-yo no...— Fue callado por el suave "shhh" de Adam.

—Te prometo que los dos pasaremos un buen rato, pero tienes que confiar en mi.— Alastor suspiró, relajando de sobremanera tanto su mirada temerosa, como su cuerpo.— Eso es, ahora abre tus bonitas piernas y deja que te enseñe a sentir placer.— Susurró con un suave tono de voz, tan atrayente para Alastor.

¿De verdad puede confiar en Adam..? ¿Puede confiarle su cuerpo..?

Si no pudo confiar en alguien que tenía la obligación y el deseo de cuidarlo por sobre todas las cosas...

¿Cómo va a confiar en alguien que lo tiene en tan humillante y desagradable posición?, ¿En alguien que seguramente está fingiendo ternura para obtener de él ese asqueroso placer carnal que tanto repudia?

Pensaba en tantas cosas a la vez qué ignoraba cada caricia, y beso que Adam le ofrecía en las piernas, apenas rozando una mano con su entrepierna.

“—N-no, no quiero...—.”

Ese recuerdo fue tan vivaz que sus propios labios quisieron imitarlo; esa frase que en su memoria aún está tan marcada.

—¡No quiero, suéltame, por favor..!—.

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De nuevo tuve inspiración, me encanta terminar estos escritos antes de tiempo 🥳

La neta si le exageré en las aclaraciones al decir que desde ya tendría porno, pero algo dentro de mi dijo que debía hacer una trama más profunda, así queeeee habrá porno pero más adelante 🥺🙏🏻

De una vez voy advirtiendo que no es mi intención romantizar el síndrome de Estocolmo, ni el secuestro, ni el abuso, pero aaaaaaaah si llego a hacerlo me mato 😩

꧁༒𝕋𝕣𝕠𝕗𝕖𝕠 𝕕𝕖 𝔼𝕩𝕥𝕖𝕣𝕞𝕚𝕟𝕚𝕠༒꧂Donde viven las historias. Descúbrelo ahora