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Llevaba semanas reprimiendo sus deseos. Ahora, el cocinero frente a él, dándole permiso para algo que lo había consumido y atormentado por tanto tiempo, era una tentación que desafortunadamente ya no podía resistir.

No hubo preliminares. Ningún beso delicado ni caricias suaves. Comenzó con chupetones, mordiscos, y succionando la piel del cuello sin piedad.

No hubo preliminares. Eso creeyó.

Las mordidas se volvieron más intensas, lo que le hizo percatar de que lo anterior realmente había sido un juego previo.

Dios mío.

Sin duda, había sido la mejor decisión. Ninguna dama tenía porque pasar por esto aunque fuera una experta o le pagasen. Bueno, lo más probable era que ninguna doncella pasara por esto, un alfa que muerde un omega crea un lazo que es muy difícil de romper y la mayoría de las veces es permanente. Los omegas que brindaban este tipo de servicios no pueden crear lazos con cualquiera; es algo muy íntimo. Ahora le aterraba un poco la idea del moreno desquitandose y mordiendolo a él. Por supuesto, estaba disgustado. Estaba tirando a la borda sus principios e ideales. Aunque no del todo, ya que desde su punto de vista, era una manera de proteger a su damas.

Sanji cerró los ojos, tratando de enfocarse en la razón detrás de todo esto. Sabía que era necesario, pero el dolor y la intensidad lo hacían cuestionar sus decisiones. Sin embargo, cada mordida y cada succión, eran una prueba de su determinación. Si podían superar esto, podrían proteger a quienes amaban.

Zoro, por su parte, luchaba por mantener el control. Sabía que estaba caminando en una fina línea. La presencia de Sanji, su olor, y la proximidad. 

Aún así, con cada mordida, su mente se nublaba, oscilando entre dos sensaciones opuestas. Sentía que ganaba un poco más de control sobre sí mismo. Y a la vez temía estar perdiéndolo por completo. 

—Mmgh... —Un sonido se ahogó en la boca del rubio, mientras apretaba fuerte los labios para no soltar algún sonido incómodo. Achinó más los ojos y soltó un siseo de dolor, cuando el alfa comenzó a dar mordidas más significativas.

Abrió sus ojos después de acostumbrarse al asalto que estaba recibiendo su cuello y parte de sus hombros. Miró el techo, por ninguna razón en particular. Luego miró a Zoro, en una vista perfecta de su ancha espalda. Lo invadió la vergüenza al verlo sumergido en su cuello y soltando sonidos húmedos. El sentimiento se hizo notar en su cara por el sonrojo de verguenza que lo invadió.

—E-ey —Su reacción fue extraña, impropia del cocinero, pero no podía evitar abochornarse cuando el moreno dejaba descansar su cuello para subir; sin despegarse de su piel y con su labios húmedos, hasta su garganta y mandíbula. El pequeño hueco en la unión entre el cuello y su mandíbula lo estimulaba de una manera distinta, algo de lo que Sanji no era conocedor, pero Zoro estaba descubriendo. El moreno permaneció ahí, molestando con su lengua y hundiendo su nariz en la piel.

La verdad era que Sanji no se conocía, era un principiante en ese tipo de temas. El amor era algo completamente contrario a lo que estaban haciendo, algo salvaje, instintivo, algo natural, algo que no había experimentado antes, y nunca creyó hacerlo con Zoro.

La respiración del rubio se hizo pesada mientras Zoro arrastraba hacia abajo forzosamente la camisa azul, que se negaba a abandonar el hombro del contrario. Buscando más cuando lo que tenía no era suficiente para él.

—¿Quieres sentarte? —preguntó, pero sin esperar respuesta, empujó al rubio suavemente hasta la banqueta y lo hizo sentar. Acomodó una de sus rodillas en la madera del asiento, entre los muslos del contrario, mientras reanudaba sus lamidas y mordiscos en el cuello y hombro del cocinero.

Vínculos - 𝒵ℴ𝒮𝒶𝓃Donde viven las historias. Descúbrelo ahora