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El sol marcaba la bienvenida a un nuevo día, con el cielo repleto de nubes que amortiguaban cada tanto los fuertes rayos de luz.

Estaba sentado en un pequeño cajón de madera, en la cubierta del Merry. Frente a él estaban de pie las únicas dos damas de la tripulación; a las que miraba desde su posicion hacía arriba, a su izquierda el rubio, y a sus espaldas el lugar a donde quería lanzarse en ese preciso momento, el mar.

Miraba y escuchaba resignado, pero atentamente, a las féminas, y quién no después del golpe que sufrió al hacer lo contrario. 

Por otro lado, Sanji escuchaba encantado y no se perdía ni un detalle de lo que salía de los labios de las señoritas. Desde el minuto uno, había estado atento a cada palabra y explicación que estas daban. 

Desvió su mirada por un segundo hacia el anterior, lo observó aburrido con su cabeza descansando en una de sus manos. No podía descifrar todavia cómo había terminado la situación así.

—¡¿Me estás escuchando?! —gritó la pelirroja, adornando su aullido con un puño directo en sus verdes mechones. Se limitó a sobarse el área afectada por segunda vez, con una expresión molesta y un murmuro afirmativo.

Volvió su mirada y el rubio lo miraba, molesto. Quien comenzó a gritarle.

—Deja de hacer gastar saliva a mi hermosa Nami-swan ¡Marimo idiota! —.

—¡¿Ah?! —escupió Zoro mientras chocaban sus sienes a modo de enfrentamiento— Tal vez podría, ¡Si tu estúpida ceja dejara de hipnotizarme!

—¡¿Qué dijiste?! —soltó más fuerte el cocinero, preparado para una más de sus típicas peleas, antes de ser interrumpidos.

—¡Paren de una vez los dos! —rugió la navegante, apretando sus puños para contenerse de golpear nuevamente a sus nakamas, y no calmandose hasta ver a los dos frente a ella bien portados —Bien... Cómo estaba diciendo, no te expondremos de golpe a feromonas omega. Por ahora, solo serán lo métodos tradicionales que recomiende Vivi.

—Es completamente inecesario... Creo que deberiamos-

—Es necesario, Zoro. —Interrumpió las palabras del moreno dispuesta a no posponer más sus actividades y debido al gran dolor de cabeza en aumento on el que se había levantado.

Vivi había armado una lista con las posibles formas de solucionar el problema. Todos las leyeron, incluído Zoro, el cual seguía reacio a la mayoría de métodos.

Comenzarón con la aromaterapia, una práctica que utiliza aceites esenciales de forma terapéutica.

Zoro quiso rechazarlo desde un principio, ya que consideró que sería algo "suave" para alguien de su caracter. Pero termino sediendo ante la insistencia de sus compañeros.

Hirvieron agua con un par de aceites aromáticos que la peliazul cargaba en su equipaje, y cuando comenzó a salir vapor Zoro acercó su cabeza a la olla y respiró profundamente, llevando el aire repleto de partículas aromaticas hasta sus pulmones.

Repitió el proceso un par de veces, y pudo notar como de a poco se sentía más relajado. Retiró un poco su cabeza y abrió sus párpados, ante cinco ojos que lo obserbaban. Afirmó que funcionaba y se percibía más aliviado, pero volvió a manifestar que no sería una solución práctica.

—También pueden poner algunas gotas en un pañuelo —habló la princesa mientras rebuscaba entre sus prendas dicho accesorio. Al no encontrarlo, se propuso a romper un pedacito de su ropa; ya que solo serviría para mostrar su punto momentaneamente. Antes de llegar a profanar su ropa, un par de dedos huesudos y uñas bien cortadas se extendieron delante suyo, sosteniendo un pañuelo azul de seda estampada. No hacía falta voltear la vista para saber a quien pertenecía esa mano, pero igualmente lo hizo, y observó la sonrisa caballerosa y llena de autosuficuencia. Agradeció con una sonrisa y tomó el pedazo de tela, volviendo a dirigirse al peliverde—. Puedes llevarlo siempre contigo sin necesidad de hervir agua.

Vínculos - 𝒵ℴ𝒮𝒶𝓃Donde viven las historias. Descúbrelo ahora