3

663 67 11
                                    

Bajo de un solo salto hasta el piso del barco, cayendo a propósito justo entre medio del moreno y la habitación. Zoro estaba con su camisa húmeda con claras manchas de sudor, y sonrojado, notablemente con un alta temperatura, a pesar del frío de la invernal noche. Sanji, lamentablemente por experiencia, sabía lo que le pasaba a Zoro.

—¿Qué es lo que crees que haces? Debes estar loco si piensas que te dejare acercarte a las damas, y ser lo suficientemente tonto para ir cuando estoy de vigilancia —Cuestionó Sanji con un cigarrillo entre los dedos y una mirada relajada, pero en cierto punto hostil, rozando la altanería.

—... —

—Ven —Extendió sus brazos, invitando al espadachín a avanzar hasta él y ser rodeado por estos. El moreno seguía callado, pero luego de un rato avanzó de manera lenta hasta fundirse en los brazos del rubio. Cuando lo tuvo así, Sanji volvió a hablar— Ahora iremos por tus supresores ¿Sí, idiota?

Zoro asintió levemente, aceptando la oferta de Sanji. Aunque su orgullo de espadachín era tan afilado como su espada, sabía que en ese momento necesitaba ayuda. Sanji lo guió, con pasos torpes, hacia la cocina, donde había preparado anteriormente las infusiones y guardaba por si acaso supresores alfa.

—Siéntate. —Sanji le indicó a el alfa, mientras buscaba entre los cajones la medicina. El ambiente tranquilo de la cocina contrastaba con la tensión previa en la cubierta.

Zoro se sentó, aún en silencio, mientras miraba con interés cada movimiento de Sanji que buscaba algo en la cocina. La atención del cocinero hacia el espadachín reflejaba una preocupación que trascendía las disputas y rivalidades comunes entre ellos.

—Bebe esto, marimo. Te ayudará a sentirte mejor —dijo el rubio mientras le ofrecía un vaso con agua, que había preparado después de encontrar las pastillas que estaba buscando antes y ahora tenía en la mano izquierda.

Zoro no aceptó el vaso, solo recorrió con su vista el cristal con agua, la pastilla en la mano de Sanji y por último al dueño de la mano, hasta llegar a sus ojos de iris azulada. Esto incomodó muchísimo al cocinero, la mirada tan firme y nada discreta del espadachín lo puso extremadamente nervioso, por alguna extraña razón, ya que esto nunca le había pasado. Pero todo ese sentimiento se desvaneció y fue reemplazado por furia cuando el moreno con un manotazo mandó a volar el vaso que terminó estrellándose lejos de los dos piratas.

—No necesito tu ayuda, cocinerucho. No eres mi niñera —gruñó Zoro, mirando fijamente al cocinero con una expresión desafiante. Sanji apretó los dientes, sintiendo la tensión crecer entre ellos nuevamente.

—¡Vete a la mierda, marimo! —gritó frustrado el cocinero a bordo— ¡Trato de tener compasión hacia tí y así me pagas, orgulloso de mierda! —Sanji verdaderamente se preocupaba por el moreno frente a él a pesar de la extraña enemistad que mantenían, creía que sin importar eso si alguno de los dos necesitaba ayuda el otro se la proporcionaría sin problema, de igual forma que el otro la recibiría sin objetar. Al parecer el espadachín no pensaba igual.

—¡No quiero tu compasión!¡Maldita sea! —vociferó el espadachín mirando con ojos de fuego al rubio, mientras daba a conocer sin rodeos lo que en verdad deseaba —Quiero otra cosa...

—¡No! ¡Por dios, no! —negó numerosas veces Sanji mientras se alejaba del moreno que se había levantado de su asiento para acortar la distancia, moviendo las manos en negación acorde a sus palabras.

—Es lo único que me ha pedido mi alfa desde la última vez —Trato de convencer al de ojos azulados, que había dejado muy en claro su opinión con la extrema reacción anterior.

Vínculos - 𝒵ℴ𝒮𝒶𝓃Donde viven las historias. Descúbrelo ahora