Capitulo 2.2

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Ron Weasley había estado pasando un verano muy malo. No había tenido noticias de ninguno de sus amigos, y eso no le sorprendió. Ron los había distanciado durante los últimos meses y, peor aún, había acusado a su mejor amigo de intento de asesinato. Todo porque había estado celoso. Celoso de que otras personas le estuvieran tomando el tiempo a Harry y sentía que estaba perdiendo a su mejor amigo.

Había sido miope, de mente estrecha y simplemente terco. Sin embargo, en el momento en que más lo necesitaban, Ron dio un paso adelante y fue al Departamento de Misterios, y casi pierde la vida, saltando frente a un hechizo destinado a Hermione. Eso no había cambiado nada en la cabeza de Ron, seguía siendo el idiota más grande del mundo.

Ron distraídamente se frotó el pecho. Debajo de su fina camiseta, había una larga cicatriz morada que sería para siempre un recuerdo de ese día. Incluso después de un mes de pociones, analgésicos y descanso, la cicatriz todavía dolía a veces. Ron realmente agradeció la punzada, le permitió recordar lo que casi había perdido y lo que estaba dispuesto a dar por aquellos a quienes había rechazado. Había estado dispuesto a hacer el máximo sacrificio por sus amigos. Lo habían perdonado, pero él no se había perdonado a sí mismo.

Había pasado el verano en una soledad autoimpuesta, rota sólo por la compañía de su familia y de la chica más extraña que jamás había conocido, Luna Lovegood. La peculiar joven rubia lo visitaba cada pocos días y pasaba tiempo charlando con Ron. Tenía la visión más extraña de la vida y hablaba de cosas de las que Ron nunca había oído hablar, pero era muy convincente en sus explicaciones sobre tales criaturas. Era extremadamente rara, pero a Ron realmente no le importaba en absoluto su compañía.

Luna nunca lo presionó, nunca intentó hacerlo hablar de sus sentimientos. Ella era simplemente una compañía agradable. En ese momento, Luna estaba aquí en La Madriguera, visitando a Ginny. Esto le sentaba bien a Ron, ya que quería estar solo.

Ron estaba en otro de sus estados de ánimo de autodesprecio. Su depresión lo había estado consumiendo durante todo el verano. Quería escribirles a Harry y Hermione, verlos y explicarse. Quería que las cosas volvieran a ser como antes, pero Harry le había demostrado durante el año que la única constante en la vida era que siempre está cambiando. Y Ron, que había estado tan arraigado en sus creencias, estaba aprendiendo que si no abría su mente y se permitía experimentar la vida, terminaría como el Profesor Snape, solo y odiado.

"Hola, Ronald." Llegó la dulce y casi etérea voz de Luna Lovegood. Ron miró a la linda chica rubia. Estaba vestida de forma sencilla, con una camiseta sin mangas y pantalones cortos, y el pelo recogido en una cola de caballo suelta. Estaba de pie con las manos entrelazadas detrás de la espalda y una leve sonrisa en su bonito rostro.

"Hola, Luna."

"Es un hermoso día. ¿Te importaría dar un paseo conmigo?" Preguntó cortésmente.

"Eh... supongo." Ron se encogió de hombros y se puso de pie. Luna esperó a que se levantara y mostrara su disposición. Caminaron juntos en relativo silencio hacia el estanque cerca de la Madriguera. Ron mantuvo sus ojos en el suelo, con las manos metidas profundamente en sus bolsillos. Empezó a pensar en el verano de hace dos años cuando Harry, Hermione y él fueron todos a nadar en el estanque. Había sido muy divertido y sin preocupaciones.

"He estado hablando con Ginny y ella cree que necesito hablar contigo". Dijo Luna cuando llegaron al borde del estanque. Luna se giró para mirarlo por completo y Ron miró sus protuberantes ojos azules.

El Amigo Secreto de Harry Donde viven las historias. Descúbrelo ahora