Tiene que ser una broma. Se han debido poner todos de acuerdo para vacilarme.
He salido disparado de mi despacho, con mi secretaria y Dante detrás. Casi me explota el pecho mientras bajábamos en el ascensor.
- ¿Estás segura de lo que dices? -Le he preguntado a Lucy mientras bajábamos.
-Eso han dicho los de control, señor, está en las puertas del recinto, esperando.
-Es imposible. -Dante está escéptico, como yo.
Cuando el ascensor abre sus puertas, salgo casi corriendo hacia la salida del edificio. Tengo que cruzar el patio para llegar al control, donde veo a más de diez personas rodeando el mostrador de la entrada donde están las pantallas que monitorean el perímetro.
-Todos atrás. -Doy la orden y todos me hacen caso. Me dejan paso y me acerco a una de las pequeñas televisiones que tiene la imagen en directo de la entrada. Está ahí. Parada, de pie, mirando directamente a la cámara.
-Les ha dicho a los soldados de la entrada que es Giselle Aberdeen.
-No puede ser. -Es lo único que Dante puede decir.
Yo tampoco me lo creo, pero ahí está.
-Dice que quiere hablar con el general.
Conmigo. Quiere hablar conmigo.
Me pongo derecho, y avanzo hasta la puerta. Cojo aire y la abro, dejando que el aire frío me dé en la cara.
Está ahí, a unos metros de mí.
Tantos meses buscándola. Noches sin dormir. Días ocupados solo pensando en donde estaría. Y está aquí. Delante de mí.
Conforme más me acerco, más reconozco su cara. Cara que ahora está llena de rasguños. Su pelo largo le llega por la cintura. Está... Está casi desnuda. Lleva una especie de vestido, roto, agujereado y sucio.
Sin embargo, se mantiene en pie. Y no solo eso, sino que aparenta tener más firmeza que todos los que la estamos mirando fijamente.
Está armada, lleva una semiautomática en la mano. Parece que le cuesta respirar. Pero no me aparta la mirada.
Los hombres de la puerta no dejan de apuntarla, y eso tampoco le hace flaquear.
Sinceramente estoy impresionado. Sobre todo, porque hasta que no estoy a unos cinco metros de ella y solo nos separa la verja metálica del cuartel, no veo bien su cara, y todo lo que habrá sufrido.
Dudo un poco, nunca me había enfrentado a una situación así. Nunca el rehén se había presentado solito en mi puerta.
Miro a mi alrededor, todos están expectantes a lo que va a pasar a continuación.
Vuelvo a sostenerle la mirada, me da un escalofrío ver el rojo en sus ojos.
- ¡Soy el General Davenport! ¡Estoy al mando de este cuartel! -Anuncio.
Me mira enfadada, creo. Desconfiada, lo entiendo.
- ¡Tú no eres el General! -Lleva su dedo al seguro de la pistola. No se fía de mí. ¡Conozco al general! ¿Dónde está MontClair?
- ¡El General Jeff MontClair fue trasladado! ¡Ahora yo me ocupo de esta base! Soy... -Estoy tan nervioso que se me ha olvidado hasta mi nombre. Toso un poco para intentar recobrar la compostura. -Soy el General al mando, Ronan Davenport.
Me he acercado un poco más aprovechando la distracción de la conversación, así que ya no tengo que gritar.
-Eres Giselle, ¿verdad? -Duda, pero asiente despacio con la cabeza. - ¿Cómo has llegado hasta aquí?
Empieza a respirar de forma débil. Veo su cuerpo tambalearse.
-Giselle, ¿me oyes? ¿Estás...? -El poco peso de su cuerpo la hace echarse hacia atrás, pero se medio recompone. - ¡Abran la puerta! -Doy la orden, pero todo el mundo duda. No les culpo la verdad, la situación es extraña a más no poder. - ¡Ábranla ahora!
La puta verja va tan despacio que me desespera. En cuanto tengo unos centímetros para pasar corro hacia ella, y la sujeto con mis brazos evitando que se caiga.
-Te tengo, te tengo, ¿estás bien?
Levanta la cabeza, creo que quiere decir algo, abre la boca. Sus labios están agrietados, todo su cuerpo está herido.
Pienso que va a hablar, pero en vez de eso, siento algo frío contra mi barbilla.
Desvío mis ojos de los suyos, y veo que me está apuntado con el arma.
-Tú no eres...
-Sí, soy el general. Y tú eres Gigi. -Intento ganarme su confianza. -Eres Gigi. -Repito su apodo por el que sé que le llamaban sus amigos. -Te he estado buscando. -Su mirada se ablanda un poco. -No he parado de buscarte. -Le aseguro. Y no le miento. Ahora, aquí, con ella en mis brazos, aun viéndola así de demacrada por todo lo que habrá pasado, mi corazón late un poco más tranquilo. -Estás aquí, estás bien. Estás a salvo. -Parece que mis palabras están haciendo su efecto, porque se deja caer, bajando los brazos.
Me agacho con ella, hasta que mis rodillas tocan el suelo y a ella por fin se le acaban las fuerzas.
Cómo puedo, la rodeo solo con un brazo, mientras me quito la chaqueta con el otro para poder cubrirla. Está realmente casi desnuda. Una vez está tapada, paso mis brazos por debajo de su cuerpo, para poder incorporarme con ella.
-Llamad al médico. -Todos se quedan quietos viendo como avanzo cargando con ella. - ¡Ahora!
Reaccionan ante mis gritos, por fin, no hay tiempo que perder. Está muy débil, eso se ve. Hay que llevarla al hospital cuanto antes.
ESTÁS LEYENDO
PUEDO, PERO NO QUIERO
RomansaGigi lleva 10 meses viviendo un tormento, sin vera su familia o amigos, ni la luz del sol. Pero ha decidido terminar con eso hoy mismo. Ronan, lleva 10 meses buscándola, sin embargo, se va a llevar una gran sorpresa cuando Gigi aparece en su puerta...