La noche había sido bastante tormentosa para Amelia, que pasó todo ese tiempo en vela, sentada en la vieja e incómoda cama pensando y analizando cada una de las vías de escape que tenía en ese momento, aunque ciertamente eran bastante escazas; las únicas dos formas que había encontrado eran dos: la puerta, por donde Oscar había salido la última vez que lo vio unas horas más atrás y la ventana a su derecha, que solo estaba cubierta por un par de trozos de madera clavados en la pared, al borde de esta. Pero, tenía que ser franca con ella misma porque, no había tampoco muchas posibilidades de que alguna de esas dos formas de escape pudieran funcionar.
La opción de la puerta no era buena, en primer lugar porque, aunque lograrla abrirla (lo cual iba a tomar un tiempo porque tenía seguro y abría que encontrar una forma de abrirlo) y en segundo lugar, al salir de la habitación nuevamente se encontraría con otra puerta para escapar de la cabaña y esa puerta, también estaría completamente cerrada y asegurada y para cuando lograra abrirla (si es que lo conseguía), seguramente Oscar la descubriría y todo sería mucho peor y en caso de que por un milagro eso no pasara, consiguiera abrir y dejar la cabaña, ¿qué haría después? ¿A dónde iría? No tenía idea de dónde estaba ni de lo lejos que se encontraba de la cuidad, su captor se había asegurado por completo de eso. Obviamente si comenzaba a caminar sin rumbo, no lograría avanzar demasiado y Oscar tampoco tardaría mucho en encontrarla, dado que él si era un gran conocedor de esos terrosos y secos caminos. Y sí, todo sería peor también porque seguro él estaría muy molesto por todo eso... No quería ni imaginarse lo que podría hacerle, le daba miedo cerrar los ojos y que su mente comenzara a lanzarle imágenes de pensamientos bastante catastróficos en relación a las consecuencias de su intento de escape.
Y pensando en la opción de la ventana, tampoco podría tener muchas probabilidades de éxito. Sobre todo porque implicaba pasos adicionales y más tiempo; desde buscar un objeto con el cual quitar los trozos de madera clavados a la pared que restringían el acceso al cristal, romper el vidrio para poder salir, encontrar una forma de llegar a la altura de la ventana e intentar escapar y todo procurando hacer el menos ruido posible en un lugar en medio de la nada, bajo el silencio de la noche donde se escuchaba hasta el más ligero y sutil sonido de las hojas arrastrándose en el suelo y con una total penumbra que hacía que todo fuera más difícil de notar y observar. Y al final, si es que lograba salir, iba a encontrarse con el mismo problema de estar en un lugar desconocido, si saber hacia dónde caminar, hacia dónde moverse y desembocando en el mismo final: Oscar encontrándola en menos tiempo de lo que ella tardó en salir y volviendo con ella a la cabaña, él furioso y ella con miedo de que pudiera hacerle algo malo por su atrevimiento.
Amelia estaba por completo desorientada en relación a la hora que era en ese instante, pero la luz del amanecer que empezó a iluminar la habitación con suaves destellos dorados le indicó que era bastante temprano cuando la claridad comenzó a filtrarse por las grietas de las paredes de la vieja casa y por la ventana bloqueada. El canto matutino de los pájaros y el murmullo del viento a través de los arboles creaban una atmosfera de calma bastante engañosa en comparación con el aterrador momento que estaba viviendo.
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Esencia a Rosas y Rebelión (Oscar Isaac y tú) [EN CURSO]
RomanceEn el México del Porfiriato, donde la opulencia y la corrupción tejían una red de intrigas, la prometida de un poderoso gobernador se convierte en el objetivo de un audaz ladrón. Cuando Amelia Mendoza es secuestrada por el enigmático Oscar Hernánde...