A la mañana siguiente, Amelia se encontró de nuevo a sí misma en esa fría y horrible habitación solitaria, recostada en la cama vieja y chirriante y con un terrible dolor de cuerpo que, para ser más exactos, estaba molestando mucho más su espalda que otra zona en particular.
No recordaba cómo fue que había vuelto a la habitación. Al parecer el cansancio de la noche anterior había sido tanto que ni siquiera se había dado cuenta de sus propios pasos. Recordaba perfectamente el conflicto que se había suscitado, recordaba haber golpeado a Fernando en el rostro, el revuelo que se había formado; ver a Oscar luchando contra esos sujetos, la adrenalina del momento y sobre todo, su mente le estaba lanzando imágenes vívidas de ese inesperado beso, del breve momento en que, después de curar su brazo, los labios de Oscar tocaron los suyos por unos breves segundos, los mismos que bastaron para hacerla sentir cosas que no esperaba y mucho menos, por el hombre que la había secuestrado.
Recordaba todo eso, menos como había llegado a la maldita cama.
¿Cuántos días habían pasado ya desde su secuestro? Tal vez este que comenzaba ya era el tercero... Le molestaba no poderlo recordar, era importante que se mantuviera atenta y enfocada si quería salir de ahí y sobrevivir pero, con cada minuto que pasaba se hacía más difícil.
Cuando se incorporó, notó de nuevo su vestido rasgado y sucio y al tocarse el cabello, tampoco le agradó lo que encontró al percatarse que ya no estaba limpio y al tocarlo, la sensación era desagradable. Y sí, era consciente de que esos detalles eran los menores de sus problemas pero eso no evitaba que se sintiera incómoda. En toda su vida, Amelia jamás había deseado tanto un baño caliente como en ese momento.
Decidió que tenía que ignorar esas ideas y concentrarse en lo que estaba por venir ese día, su plan de escapar seguía en pie, sin embargo, aquel súbito beso seguía atravesando su mente sin piedad y esos recuerdos no la estaban ayudando a enfocarse. ¿Y si esto era una señal de que ahora los planes de Oscar hacia ella habían cambiado? ¿Qué había detrás de esa máscara de hombre frío, duro y sin sentimientos? Ya lo había visto, o mejor dicho, lo había sentido, por lo menos unos segundos cuando sus labios estuvieron juntos pero, tenía que asegurarse; ella n o era de esas personas que daban pasos en falso y menos en una situación tan delicada con esa. Tenía que asegurarse.
Así que, después de peinar su cabello en una larga trenza y atarlo con un trozo de tela de su maltratado vestido, salió de la habitación a buscar a su captor, decidida a enfrentarlo y aclarar las cosas de una vez por todas. Casi setenta y dos horas después ya era justo y necesario poner las cartas claramente sobre la mesa después de algo tan intenso como lo de la noche anterior. Además, su mente le pedía a gritos encontrarle sentido a esos sentimientos tan confusos que estaban naciendo en su corazón y que la estaban abrumando demasiado. Era una necesidad aclarar las cosas.
Al salir de la habitación se encontró con él, ahí estaba, en medio de lo que un día pudo haber sido una cocina decente preparando lo que parecía ser un poco de verduras frescas, distintas a las que le había llevado el día anterior, esta vez Amelia alcanzó a ver lo que parecían ser hojas de lechuga y algunas rodajas de jitomate con pedazos de zanahoria; eso más otro poco de carne en trozos que aun humeaba, parecía como si también hubiera hecho una compra reciente y al verlo, le pareció pensar que lo estaba preparando para ella y eso aumentó su necesidad de acercarse y hablar sobre todo lo que había pasado.
Oscar, al sentir su presencia, levantó la vista encontrándose con esos ojos cafés tan brillantes que ya le habían robado el sueño ese par de noches. En ese instante, sus miradas se encontraron en medio de un silencio un tanto incómodo, como si las preguntas que ninguno de los dos se atrevía a formular salieran a flote sin siquiera hacer uso de sus voces. Al final, fue Amelia decidió romper esa tensión.
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Esencia a Rosas y Rebelión (Oscar Isaac y tú) [EN CURSO]
Lãng mạnEn el México del Porfiriato, donde la opulencia y la corrupción tejían una red de intrigas, la prometida de un poderoso gobernador se convierte en el objetivo de un audaz ladrón. Cuando Amelia Mendoza es secuestrada por el enigmático Oscar Hernánde...