4. ¿Un mal día, Princesa?

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Cata

Ayer fue mi primer día de clases y me concentré en los estudios para no pensar en Alexia. Se me hizo raro pisar los mismos sitios que ella durante los últimos cuatro años. El comedor, el salón de ocio, la biblioteca, la piscina climatizada... y hacerme a la idea de que no voy a volver a escuchar su risa contagiosa.

Alejandro no se despegó de mi lado después de clase y me sentí aliviada de ver a mi hermana charlando con Nahla, una alumna de Pakistán a la que me presentó. No tenía ni idea de que el internado ofrece becas escolares para alumnos con un excelente expediente académico que aprueban el examen de ingreso y que provienen de entornos desfavorecidos.

—¿Desayunamos juntas? —le pregunto a mi hermana antes de que salgamos del dormitorio.

—¿Vas a desayunar con Alejandro?

—Claro, es mi novio —respondo, intentando no sentirme atacada—. Pero Nahla y tú podéis uniros a nosotros y...

—Paso —me interrumpe con brusquedad—. No quiero sentarme a la mesa del amigo de Pippa. ¿Tú sabías que eran amigos?

—No, pero ¿qué más da? Estudian en el mismo lugar desde hace muchos años. Es normal que se conozcan —lo defiendo—. Entiendo que no te lleves bien con Pippa, pero ¿qué te ha hecho mi novio?

Abril resopla como si la que se estuviera comportando como una cría fuera yo.

—Déjalo, no lo entenderías.

—Por favor, acláramelo.

—¡Es un esnob! —estalla.

—Qué va. Si te tomaras la molestia de conocerlo...

—¡Por supuesto que lo es! —exclama fuera de sí—. Siempre que vamos a cenar mira a los camareros por encima del hombro, jamás da las gracias a los aparcacoches y montó un numerito en aquel restaurante.

—Le tiraron una copa de vino encima.

—¡Fue sin querer y el camarero se disculpó! Pero el idiota de tu novio insistió en hablar con el encargado. Si no me hubiera metido por medio, habrían despedido a aquel pobre camarero.

—Aquel día estaba un poco irritado porque había discutido con su padre.

—Uf. —Abril pone mala cara—. ¿Lo ves? Siempre defiendes al prepotente de tu novio. Y para que lo sepas, Pippa era una de las acosadoras que se estaban metiendo con Nahla. Ya conoces el refrán: dime con quién te juntas y te diré quién eres.

—Alejandro no estaba —respondo acalorada.

Abril me mira decepcionada y aprieta la carpeta contra su pecho.

—Cada vez te pareces más a él —me acusa—. Pronto serás tú la que se burle de alguien por el dinero que tiene en su cuenta corriente o el trabajo que realiza. Mamá se sentiría avergonzada.

—¡Abril! —exclamo indignada, pero mi hermana ya ha acelerado el paso y la pierdo de vista cuando dobla la esquina.

Cierro de un portazo y me dirijo al comedor. No me puedo creer que me vea de esa manera. De acuerdo, el comportamiento de Alejandro aquel día en el restaurante no tuvo justificación. Por eso discutí con él y lo obligué a pedirle disculpas al camarero. Él me explicó que había tenido un mal día porque había discutido con su padre y me prometió que no volvería a suceder. Desde entonces se ha comportado de una forma educada con todos los empleados que nos han atendido. 

Abril exagera. Cualquiera puede tener un mal día y pagarlo con quien no se lo merece, ¿no?

La bronca con mi hermana me ha quitado el apetito y me sirvo un café para tener algo en el estómago. Tal vez podría hablar con Alejandro para que Pippa le pidiera disculpas a mi hermana. En ese sentido entiendo perfectamente a Abril. Hace unos meses, Pippa la tomó con mi hermana sin venir a cuento y se burló de ella por subir un vídeo a TikTok. Abril se hizo famosa a raíz de subir vídeos interpretando las escenas más icónicas de las películas y Pippa, sin conocerla de nada, la llamó patética, attention whore y dijo que sus numeritos daban vergüenza ajena.

Anhelos y mentirasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora