5. Estoy mejor sin ella

289 20 9
                                    

ABRIL

No quiero seguir postergando mi investigación y después de clase voy a buscar a Pablo. En los documentales de crímenes reales el sospechoso principal siempre es la pareja de la víctima. Sí, ya sé que Pablo y Alexia rompieron dos meses antes de que terminara el anterior curso, pero por alguien tengo que empezar.
La verdad es que no sé gran cosa de él. Alexia estuvo saliendo con él durante seis meses y no tuvo tiempo de presentármelo. Ella siempre dijo que no estaba enamorada de él. Le pregunté por qué estaba con él y respondió que tenían una química sexual brutal y en el internado no había mucho donde elegir. La llamé por teléfono cuando me contó que habían roto, y Alexia me explicó que Pablo tenía un comportamiento tóxico y la agobiaba con sus celos. Nunca volvió a mencionarlo, pero ¿y si Pablo no superó la ruptura? Quizá solo la quería para él y no aceptó que ella hubiera roto la relación.
Lo encuentro en la pista de atletismo y me siento en las gradas a esperar que termine. No sé cómo voy a iniciar esta conversación. No puedo ir por el internado acusando a los alumnos sin pruebas. Supongo que debería acercarme con alguna excusa. Cuando el entrenamiento de atletismo termina, voy a buscarlo porque no quiero que se escape. Su expresión se ensombrece cuando me ve acercarme, pero en seguida se recompone. Vaya, ¿a qué ha venido eso?
—Hola, Abril.
—¿Me conoces?
—Eres la mejor amiga de Alexia. Por supuesto que te conozco. Salías en el fondo de pantalla de su móvil—responde—. ¿Practicas atletismo?
—Estaba dando un paseo para conocer mejor el campus —miento, porque no quiero que se ponga a la defensiva—. Quizá podrías enseñármelo.
—Claro.
Caminamos el uno al lado del otro y me estrujo la cabeza para desviar la conversación hacia donde me interesa.
—Siento muchísimo lo de Alexia —dice—. Sé que estabais muy unidas. Alexia hablaba constantemente de ti. Debe ser muy duro venir al mismo instituto en el que ella estudió.
—Pues... ahora que lo dices, la verdad es que ella también me contó algunas cosas de ti. Dijo que eras muy celoso y que no la dejabas ni respirar.
De acuerdo, he sido bastante directa, pero no se me ha ocurrido otra forma de ir al grano. Pablo frena de golpe y me mira con los ojos entornados.
—¿Eso te dijo? —me pregunta sin dar crédito—. No sé de qué me sorprendo. Alexia siempre tenía una versión diferente de los hechos.
—¿Y cuál es la tuya?
—Alexia iba a lo suyo. Aunque hubiera querido, jamás habría podido controlarla. Era un espíritu libre. Pero para tu información, nunca fui esa clase de novio —me explica indignado—. ¿Por qué tengo la impresión de que nuestro encuentro no ha sido una casualidad?
—También me dijo que te tomaste muy mal la ruptura —miento para ver su reacción.
Pablo se queda desconcertado.
—¿En serio? —Sacude la cabeza con una mezcla de desconcierto y rabia—. Cortó conmigo y ahí se acabó la historia. Sé aceptar un no por respuesta. No soy de esos. No sé qué pretendes con este interrogatorio, pero te aseguro que Alexia era la que manejaba nuestra relación. Me utilizó y, cuando se hartó de mí, me dejó sin una mísera explicación.
—¿Por qué dices que te utilizó?
—Porque era lo que siempre hacía con todo el mundo.
—No te entiendo.
—No la conoces tan bien como crees. Puede que durante el verano fuera una persona diferente contigo, pero aquí nunca fue una víctima.
—Conocía de sobra a mi mejor amiga —respondo molesta—. No te creo.
—Me da igual. —Pablo se encoge de hombros—. Creemos conocer a las personas que nos rodean, pero si escarbas un poco, todo el mundo esconde secretos. Y a lo mejor esos secretos no van a gustarte si los destapas. ¿Por qué no te quedas con la imagen que tienes de Alexia? Si sigues preguntando, no todos te dirán cosas amables de ella.
—Estás despechado.
—Créeme, —Pablo esboza una sonrisa apática—, estoy mucho mejor sin ella.
Me quedo algo chafada después de haber hablado con Pablo. No porque dé crédito a sus palabras; conocía a mi amiga y no era la persona que ha intentado venderme. Alexia siempre estaba para mí y se desvivía por las personas a las que quería. Pero no he sacado nada de la conversación con su exnovio y ahora no sé por dónde seguir.

                                                 ***

Mi hermana no aparece en el comedor durante el almuerzo y me pregunto qué mosca le habrá picado. Cuando me crucé con ella esta mañana tenía la misma cara de enfado que puso cuando Netflix canceló Sabrina. Y cabrear a mi hermana es muy complicado porque es una persona que mide al milímetro sus emociones. Nunca se enfada en público y le pone buena cara a todo el mundo, aunque esta mañana parecía que había tenido la bronca del siglo.
—No exagerabas cuando dijiste que tenías doscientos mil seguidores en Instagram. —Nahla acaba se seguirme y está alucinando—. Me encanta tu imitación de Natalie Portman en Jackie. ¿Cuándo empezaste a hacer los vídeos?
—Hace dos años. La verdad es que no me gustan las redes sociales porque hay mucha gente que solo las utiliza para hacer daño. —Desvío la mirada hacia Pippa, que está posando mientras una de sus amigas le hace una foto—. Instagram es el espejo de la perfección. Cuando subimos una foto no estamos reflejando quiénes somos, sino la imagen de un ideal inalcanzable que queremos vender a los demás.
—¿Y por qué te hiciste influencer? —pregunta sin entender. 
—¿Puedo confiar en ti?
—Ya sé que apenas nos conocemos, pero eres la primera persona que ha dado la cara por mí en el internado. Jamás traicionaría tu confianza. Y me gustaría... que fuéramos amigas —dice esperanzada.
La creo porque me fio de mi instinto y sé que Nahla es una buena persona. Me ha contado que es de Pakistán y recibió una beca para estudiar en el internado cuando su familia llegó a Europa como refugiados políticos. Sus padres, profesores de una escuela en su país, defendían la educación de las niñas y fueron amenazados por los talibanes. Nahla es una buena estudiante y sus padres la animaron a enviar una solicitud a Le Château Blanc. Aprobó el examen de ingreso hace un año y fue la primera alumna de su promoción.
—Quiero ser actriz —le digo, y observo su reacción a la espera de que se ría de mí, pero Nahla me observa sin pestañear—. Mi sueño es estudiar en la escuela Juilliard de Nueva York, pero sé que mi padre jamás me apoyará. Allí han estudiado Jessica Chastain, Kevin Spacey y Adam Driver. Pero un año en Juilliard cuesta cincuenta mil dólares y la única forma que se me ocurrió de ganar tanto dinero fue explotar mi talento en redes sociales. Bueno, no quiero ser una creída. Yo creo que se me da bien, pero tengo mucho que aprender y...
Nahla me da la mano.
—Eres muy buena —dice con una sonrisa—. Y tienes razón; no deberías abandonar tu sueño porque tu padre no te apoye. —A Nahla se le ilumina la expresión y me coge la otra mano—. ¿Por qué no te apuntas a las clases de teatro? Yo soy la técnica de sonido. La verdad es que solo me apunté para agrandar mi currículum académico porque voy a necesitar muchas actividades extraescolares para entrar en una buena universidad, pero sería guay que las dos pudiéramos trabajar juntas.
—Dime que la petarda de Pippa no está apuntada.
Nahla se ríe.
—Le va más la hípica y el club de debate.
—¡Me apunto!
Nahla suelta un chillido de euforia antes de darme un abrazo. Me da pena que hasta que yo he llegado se sintiera tan sola en el internado. No soporto a las personas que tienen prejuicios raciales. ¿Cómo se atreven a juzgarla por su color de piel o el hiyab? Si se tomaran la molestia de conocerla descubrirían a una persona brillante y que ha vivido un infierno antes de llegar aquí. Pero claro, los niños de papá de este internado están demasiado ocupados presumiendo del último iPhone y pavoneándose de sus vacaciones en Los Hamptons.
Aprovecho que Nahla y yo empezamos a ganar confianza para hablarle de Alexia.
—¿Conociste a mi amiga?
—Ay, Dios... lo siento mucho. —Nahla me mira apenada—. Oí lo que le dijiste a Pippa, pero no sabía cómo sacar el tema por si te molestabas. Sé que erais muy amigas.
—¿Cómo lo sabes?
—Fue mi compañera de habitación y tenía el cabecero repleto de fotos tuyas y de tu hermana.
La revelación me hace abrir los ojos de par en par.
—Eras la compañera de habitación de Alexia —repito con renovado optimismo—. ¿Puedo hacerte algunas preguntas?
—Yo... no sé qué quieres saber. La verdad es que no éramos amigas. No me malinterpretes, Alexia siempre fue amable conmigo. Pero ella era muy popular y yo... en fin, como has podido ver no tengo ningún amigo aquí. Ojalá la hubiera conocido mejor. Me habría gustado ayudarla.
—¿La notaste rara el día que...? —No logro acabar la frase porque se me quiebra la voz.
—Aquel día me desperté muy temprano porque abrían secretaría y no quería quedarme sin plazas para solicitar las actividades extraescolares. No la vi en todo el día. Y cuando me enteré de lo que había sucedido no podía creerlo. La noche anterior acababa de llegar al internado después de las vacaciones de verano. Ni siquiera tuve tiempo de hablar con ella porque cuando llegué a mi habitación ya estaba durmiendo. —Nahla hace una pausa y me mira extrañada—. ¿Por qué quieres saberlo?
—Solo quiero conocer los motivos que la llevaron a tomar esa decisión. Me ayudaría a entenderla para pasar página —miento, porque no quiero que me tome por loca al saber lo que pretendo—. ¿Podría ver su habitación?
—¿Mi habitación? —Nahla se muerde el labio—. Por mí no habría ningún problema, pero ahora tengo otra compañera y no creo que le haga mucha gracia. El otro día me gritó porque se me había acabado el acondicionador y le pregunté si podía utilizar el suyo.
—A lo mejor podría hablar con ella —sugiero.
—¿Ves a la chica que le está haciendo fotos a Pippa? —Ella la señala con un gesto de cabeza—. Pues es mi compañera de habitación. Se llama Rebecca y es una de las mejores amigas de Pippa. Tiene casi tan mala baba como Pippa. Antes de dormirse me recuerda que me asfixiará con la almohada si toco sus cosas.
—Vaya.
—¿Por qué quieres ver la habitación? —pregunta con suavidad—. Se llevaron todas sus cosas. No queda nada de ella.
—Me ayudaría a despedirme de mi amiga.
Nahla me mira compungida y luego sus ojos se desvían hacia Rebecca. Veo la indecisión en su expresión. Al final, suspira y dice muy bajito, como si tuviera miedo de que la escucharan:
—Pasado mañana a las cinco tiene clase de esgrima. Lo tiene apuntado en su horario. Pero no toques nada, por favor.
—Descuida —le prometo.
Nahla se marcha porque tiene comité de solidaridad. Esta chica tiene tantas actividades extraescolares que no me explico cómo se mantiene en pie. He sido sincera con ella porque no tengo la menor intención de tocar las cosas de su compañera. No obstante, tengo la esperanza de que se hayan dejado olvidado algo al recoger las pertenencias de Alexia. Necesito un hilo del que tirar y no se me ocurre otra cosa.
Cuando Rebecca se queda sola, me pongo en pie dejándome llevar por uno de mis arrebatos. Soy una persona muy impulsiva. Qué se le va a hacer.
—Eh, tú. —Le doy un golpecito en el hombro y ella se vuelve para mirarme. Arruga la nariz cuando me reconoce. Acerco la cara a la suya y le digo con tono firme—: Si vuelves a amenazar a Nahla, seré yo quien te asfixie con la almohada mientras duermes y enterraré tu cadáver en el bosque.
He puesto tal cara de psicópata que Rebecca retrocede asustada. Me he copiado de la expresión enloquecida de Jack Nicholson en El resplandor. Me doy la vuelta y sonrío de oreja a oreja.
«Ay, papá. Nunca debiste infravalorar mis dotes de actriz».

❤️❤️❤️

¿Qué os ha parecido? ¿Tenéis algún sospechoso?

Anhelos y mentirasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora