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Ninguno de los tres se atrevió a pronunciar palabra cuando Manjiro arrojó aquella arma a los pies de los gemelos, aguardando con fría impaciencia a que el mayor de ellos la recogiera y ejecutara su vil mandato. Oyuki, con una sonrisa nerviosa, clavó su mirada en Manjiro mientras una risa amarga se atoraba en lo profundo de su garganta. En ese instante, comprendió con desgarradora claridad lo cobarde y desalmado que Manjiro Sano se había vuelto. En su mente, se debatía con fiereza, preguntándose cómo podía amar a ese hombre que, cual parásito, destruía la vida de todos a su alrededor, infligiendo un dolor tan profundo y letal.

Takemichi no apartaba la vista de su amigo y ex pareja actual de su hermana, incrédulo ante la frialdad con la que Manjiro exigía su propia muerte. La confusión y el horror lo envolvían como un manto asfixiante, sumiéndolo en una pesadilla de la que no podía despertar. Cada segundo se sentía más perdido, abrumado por la oscuridad y el siniestro desenlace que se cernía sobre ellos.

Manjiro clavó su mirada en los gemelos, quienes permanecían inmóviles, atrapados en un silencio sepulcral. Sin embargo, las expresiones en sus rostros lo decían todo. En los ojos de Takemichi, podía ver una incredulidad abrumadora, una mezcla de horror y desconcierto ante su insólita petición. En cambio, los ojos de Oyuki destilaban una furia contenida y una profunda decepción. Aquella mirada de desprecio no era nueva para Manjiro, pero el verla de nuevo en ese momento, en medio de su súplica desesperada, le perforaba el alma.

Un largo y pesado suspiro escapó de sus labios mientras avanzaba con pasos lentos y decididos hacia los gemelos. La tensión en el aire se hacía casi palpable, cargada de una anticipación siniestra. Se plantó frente a Takemichi.

—Mátame —susurró, su voz apenas un hilo de sonido, cargado de una determinación escalofriante. Prefería decirle esas palabras a Takemichi, sabiendo que él, en su confusión y humanidad, no podría cumplir con tan horrendo acto.

Lo hacía sabiendo que Takemichi, con su bondad innata, no sería capaz de cometer tal acto, a diferencia de Oyuki, cuya historia de violencia en los eventos de Estados Unidos la convertía en una amenaza real. Ella no dudaría en apretar el gatillo.

Takemichi volvió a preguntar, con la voz quebrada, por qué Manjiro hacía todo ese drama. Las lágrimas caían de sus ojos, una mezcla de confusión y dolor evidente en cada palabra que pronunciaba. Mientras tanto, Oyuki apretaba sus puños con tal fuerza que sus uñas se clavaban en su piel, un dolor físico que apenas podía compararse con el tormento emocional que sentía. La menor de los gemelos luchaba contra el impulso de lanzarse sobre Manjiro y golpearlo una y otra vez, sabiendo que ni siquiera eso bastaría para recuperar a sus amigos perdidos: Keisuke, Chifuyu, Draken y tantos otros. Aunque Manjiro hablaba, sus palabras no lograban penetrar la barrera de ira y desesperación que Oyuki había levantado en su mente. La rabia era un fuego que amenazaba con consumirla, especialmente cuando mencionó a Hakkai y su trágica muerte.

—Cuando asesiné por primera vez, no sentí nada. — La mirada oscura de Manjiro se desvió de los gemelos, perdida en los recuerdos de su primera muerte. Había visto la vida escapar del cuerpo de su víctima sin experimentar remordimiento alguno. Ese vacío emocional le había llevado a una conclusión perturbadora.— Y eso me hizo pensar que los problemas del mundo se podrían resolver con asesinatos, todo esta bien cuando eliminas a aquellos que se interponen en tu camino. —Su voz era casi reverente al confesar estas palabras, como si estuviera compartiendo una verdad profunda y reveladora. Pero entonces, una risa inesperada interrumpió su monólogo.—Oyuki reía de forma ruidosa, una risa cargada de ironía y amargura. Las lágrimas caían de sus ojos azules.

—¿De verdad crees eso, Manjiro? —dijo Oyuki, su voz temblando entre la risa y el llanto—. ¿Piensas que matar puede resolver algo? ¿Qué eso justifica todo el dolor y la destrucción que has causado?— La mirada de Oyuki era una mezcla de furia y desesperación, su rostro contorsionado en una mueca grotesca de odio. —No eres el único imbécil en este cuarto que ha asesinado a alguien, pero a diferencia de ti, yo tengo remordimientos. Esa vida que arrebaté destrozó la mía en cada momento. Pero esta mierda en la que nos estás metiendo me vuelve cada vez más y más loca. Quiero destrozar a todos los que se cruzan en mi camino para poder ser feliz, pero no lo he hecho. Aun cuando he tenido huesos rotos, he sido apuñalada, he perdido sangre, he perdido mi dignidad al actuar como un animal salvaje, no me he convertido en alguien como tú.— Escupía sus palabras con un odio que parecía casi palpable, cada sílaba un dardo venenoso dirigido a su antiguo amante. Manjiro no podía apartar la vista de ella, sus ojos oscuros reflejando una mezcla de indiferencia y algo que podría ser una sombra de culpa.

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⏰ Última actualización: Sep 09 ⏰

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El pasado ha muerto ||• Mikey x Oc•|| Donde viven las historias. Descúbrelo ahora