En el silencio tenso que envolvía la habitación, las miradas azules de los Hanagaki se encontraron con los profundos ojos cafés que parecían absorber la luz como un negro insondable. Ninguna palabra rompía la quietud, dejando solo el murmullo del viento que se colaba por las ventanas rotas del edificio en ruinas.
Manjiro se sumergió por un momento más en los recuerdos de los gemelos, con quienes compartió una parte significativa de su adolescencia antes de que tomaran rumbos separados. Takemichi seguía siendo el mismo chico de buen corazón, a veces ajeno a lo que sucedía a su alrededor. Mantenía esa mirada de niño inocente que buscaba respuestas más allá de las que podía comprender. Además, continuaba siendo el protector de su hermana, adelantándose para resguardarla de cualquier amenaza, ya sea de personas o circunstancias.
Con Oyuki, la situación era similar. Permanecía como la misma joven hermosa y encantadora que Manjiro había conocido, con un corazón compasivo y una fortaleza que le permitía sobrellevar todo lo acontecido en el pasado. Su mirada aún brillaba como en los recuerdos, pero ahora era como una estrella en sus últimos momentos de vida. A pesar de su resplandor, se percibía una debilidad latente, como si estuviera al borde de apagarse.
Esa luminosidad, antes radiante, ahora se asemejaba a una estrella fatigada, mostrando signos evidentes de cansancio y tristeza que se reflejaban en la profundidad de sus ojos. Era como si esa estrella implorara que todo llegara a su fin, un pedido desesperado por la paz que se le escapaba entre susurros. Manjiro, con pesar, era consciente de que él mismo era la causa de esa decadencia estelar, un testigo involuntario de cómo sus acciones provocaban que la luz de Oyuki se extinguiera gradualmente.
Sin lugar a dudas, aquellos podían ser los Hanagaki con quienes compartió gran parte de su adolescencia, pero a la vez, emanaban una esencia que los hacía parecer individuos completamente distintos. Este contraste profundo otorgaba validez a las palabras que Manjiro escuchó en su momento de Chifuyu y Keisuke.
Aunque los rasgos familiares y las memorias compartidas aún persistían, la evolución de sus personalidades y experiencias confería una nueva dimensión a la relación. Cada gesto, cada mirada, resonaba con una complejidad y profundidad que iba más allá de la superficie. Manjiro se veía enfrentado a la dualidad de reconocer en ellos a los amigos de antaño y, al mismo tiempo, a seres cuya evolución los había transformado en desconocidos.
El corazón de Oyuki latía con una intensidad sobrecogedora al encontrarse nuevamente con la persona a la que amaba y, al mismo tiempo, aquella que le causaba tanto dolor. A pesar del torbellino de emociones, en ese momento no podía permitirse el lujo de sumergirse en el amor. Su prioridad residía en obtener respuestas sobre la tragedia que se cernía sobre la ToMan, sobre el cruel destino que había alcanzado a todos sus antiguos compañeros.
La angustia se dibujaba en sus ojos mientras se cuestionaba el motivo de las muertes, por qué aquellos que formaron parte de la pandilla juvenil ahora yacían sin vida en circunstancias tan horribles. Se preguntaba por qué, entre todos, solo Takemichi y ella permanecían con vida, a pesar de haber compartido momentos de felicidad como miembros de ese grupo que una vez recorrió las calles en sus motocicletas.
Oyuki se encontraba en una encrucijada entre el amor que sentía por Manjiro y la necesidad imperante de desentrañar el misterio que oscurecía su pasado. Buscaba un equilibrio entre el amor y la incertidumbre, procurando que su corazón no se inclinara en exceso hacia ninguna dirección. En silencio, con el palpitar acelerado y los labios resecos, su mirada se quedó fija en Manjiro, anhelando encontrar en él las respuestas que tanto necesitaba, aunque también temiendo lo que pudiera descubrir.
El aire en la habitación estaba cargado de una tensión palpable, como si estuvieran al borde de un precipicio y cualquier palabra pudiera hacer que todo se desmoronara. Oyuki apretaba los puños con fuerza, tratando de contener las emociones que amenazaban con desbordarse. Takemichi, por su parte, sentía un torbellino de pensamientos que lo dejaban sin aliento, incapaz de articular coherentemente lo que pasaba por su mente. Manjiro, con su mirada penetrante, parecía leer los secretos que guardaban sus corazones con una facilidad inquietante.
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El pasado ha muerto ||• Mikey x Oc•||
Fanfic||segunda parte del pasado en mis manos|| Parecía que todo iba a mejorar en nuestras vidas, que todo iba terminar en un final feliz para todos..... Pero me he equivocado. Takemichi y yo jugamos a ser dioses por tener el poder de cambiar el pasado, p...