Séptimo capítulo.

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Las mujeres.

La tal "Sabrina Cooper", asintió preocupada y dejó entrar a ambos agentes a su oficina, lejos de las miradas de sus empleados de limpieza.

Al entrar ambos se sentaron en un sillón lo bastante ancho como para que los dos estuvieran cómodos. Cuando por fin estuvieron en un ambiente seguro, Beltrán empezó a hablar.

—¿Qué relación tenía con Jonathan y Mary? —dijo mostrándole las fotografías de ambos—. Según me han dicho, ellos venían a terapia. Bueno, más bien Jonathan.

—Oficial, estoy segura que yo no he matado a Mary. —Se defendió porque tenía un presentimiento de que la estaban inculpando—: Tiene razón, soy la terapeuta de Jonathan y sé que tampoco mató a Mary.

—Eso lo sabemos —interrumpió Beltrán—. Lo que no sabemos es quién pudo inculpar a Jonathan, y todas las pistas dan a usted. Tengo entendido que también les daba terapia a los demás.

—¿A los demás? ¿De qué otras personas me dice? —comentó Sabrina sin tener idea alguna de lo que estaba pasando en la cabeza de los oficiales.

Con el sudor aperlando su hermosa frente y el maquillaje desgastado por ello, se llevó una mano a su sien, solo para limpiar su rostro.
Hornet sacó las demás fotografías. Una a una, fueron colocadas sobre la mesa.

—Insisto que ella no es la asesina —señaló Hornet.

—Por Dios, Hornet, cállate —musitó Beltrán hacia él—. Estoy seguro que ella tiene algo que ver.

La terapeuta Cooper escuchó ese nombre en concreto y se llenó de terror, sus movimientos fueron torpes, que hasta tiro un florero que estaba sobre su escritorio. Ese estruendo alertó a todos, en especial a Hornet quien sacó una navaja de su bolsillo.

—¿Dijo Hornet?.. Usted... es el asesino D. Hornet? —susurró, su voz temblorosa dejó ausente su juicio. Parecía estar en modo sobrevivencia por tener enfrente a un asesino.

—No —respondió guardando su navaja—. Me llamo Horzet, creo que es un malentendido.

Beltrán le quitó la navaja sin que él pudiera hacer algo más y solamente lo retó con la mirada. Pensó que él estaba haciendo el trabajo más complicado, así que debía devolver la conversación a su curso original.

—¿Usted sabe hebreo? —Rompió la tensión Beltrán.

—No, no, no sé hebreo. Sólo estoy certificada en el español y ruso —dijo intentando calmar sus manos que aún temblaban.

—Entiendo, ¿Usted es Francesa, o Italiana? —preguntó, suponiendo su nacionalidad por aquella mención de que ella normalmente no hablaba español.

—Soy de Noruega —dijo Sabrina Cooper—, pero mi padre es británico.

La conversación siguió de forma más casual, pero no dieron con que ella sea culpable. De hecho Hornet se empezó a sentir extraño conforme iba conociendo más sobre aquella terapeuta.
Cuando salieron del lugar Beltrán miró de forma molesta a Hornet, como sí lo quisiera matar con la mirada.

—¿Qué tienes? ¿Te enamoraste de la terapeuta? —Sardonico dijo.

—¿De dónde sacaste esa navaja? —preguntó Beltrán, está vez poniéndose delante suyo.

No soy policía.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora