Décimo capítulo.

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Uno de los dos.

El Oficial solo podía pensar en lo que haría con Hornet. Lo cierto era que quería matarlo, ya lo había pensado desde hace mucho tiempo, pero ahora tenía un problema mayor.

Sus pensamientos se detuvieron por el sonido de su celular; quería golpearlo por lo ruidoso que se volvía para sus oídos, pero el nombre del Inspector Korcek lo hizo pensar que no debería azotar el celular.

En cuanto respondió, el Inspector no se dignó a saludar.

—Encontraron a Lex cerca del vecindario de dónde vivían las víctimas de tu caso. No hay arma homicida, solo hay pisadas de dos personas que estuvieron aquí. Dorothy dijo que tal vez arrastraron a una persona, porque se ven rastros en el césped, pero no hay nada identificado.

Beltrán se quedó en silencio porque se sorprendió que el inspector lo haya llamado a él. Además fue directo al asunto, sin cordialidades o formalidades.

—¿Escuchaste lo que dije, Jean? —preguntó el inspector.

—Sí, sí, lo escuché. Estaba pensando en lo que pudo haber sucedido ahí —dijo Beltrán, y se llevó una de sus manos a su frente sudorosa—, ¿Qué piensas del caso?

—Pienso que Lex tuvo algo que ver con el caso del asesino serial; ese que estás investigando. Porque justo mataron a otra persona hace dos horas, y se completó la frase que Dorothy había visto en la morgue; la hebrea.

—¿A quién mataron está vez?

Beltrán no podía creerlo, sólo habían pasado cinco horas y ya habían matado a alguien más. Se quedó en silencio después de preguntar y guardó todo lo que estaba preparando para la cena, porque tenía intenciones de salir a buscar al inspector.

—El sujeto se llama Cristóbal, un joven de unos veinte años que era un paranoico cristiano. Mañana te espero temprano, ya es algo tarde.

—¿Cristiano? —enfatizó esa especificación.

—Oh, sí, sus padres dicen que tenía depresión severa y otros trastornos, pero nunca quiso ir a terapia. Mañana te explico, descansa Jean.

Esa nueva información la apuntó en un blog de notas que normalmente tenía sobre el refrigerador. Y sosteniendo el celular con su hombro, empezó a despedirse del inspector.

—Antes de irme —dijo el inspector—. ¿Qué tal vas con Hornet? ¿No se ha portado mal? Sabes que lo podemos regresar a la prisión sí así deseas.

—Hablas de él como sí fuera un niño sacado de un orfanato —repuso riendo—, y por el momento estoy... bueno, es complicado manejarlo.

Dudó en decirle sobre lo que ocurrió con Hornet, pero al final, pensó que sería mala idea.

—Es un asesino. No debes tomarte muy a la ligera tenerlo en tu casa.

—Estoy bien, todo está de maravilla —. En cuanto terminó de decir esa frase, se escuchó que algo (o alguien) se cayó en el sótano.

—¿Jean? ¿Pasó algo? —preguntó el inspector. Fue un sonido tan limpio y contundente, que tal vez hasta a los vecinos despertó.

—¡Ya me voy, adiós, descansa!

Terminó la llamada y se dispuso a caminar a toda prisa a su habitación, todo para anotar algo importante en los archivos del caso. Cuando pasó cerca del sótano intentó mirar qué había ocurrido dentro.
La luz estaba apagada y el ambiente silencioso, tenía que bajar para asegurarse de que Hornet estuviera en una pieza.

Cada escalón se sentía más terrible que el anterior. El ambiente era una especie de bruma nocturna, aquel sentimiento de duda que puedes apreciar en un bosque oscuro, sin saber qué depredador puede saltar hacia tu cuerpo y ser degollado cuando menos te lo esperas.
No solo el ruido lo abandono, también la luz de toda la casa; obligándolo a caminar escaleras abajo en medio de la oscuridad.

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⏰ Última actualización: Jun 20 ⏰

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