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Unos días más tarde

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Unos días más tarde

Gabriel estaba disfrutando de su tiempo libre en una acogedora cafetería, sentado junto a su amigo de toda la vida, Marco. Mientras sorbía su café, notó que Marco estaba inusualmente tenso y nervioso. Sus manos, inquietas, se retorcían en su regazo, y su mirada, llena de preocupación, evitaba encontrarse con la de Gabriel. Gabriel, conociéndolo desde niño, percibió de inmediato que su amigo estaba ocultando algo. Después de varios intentos fallidos de que Marco se abriera, finalmente, con un suspiro, Marco sacó un pequeño estuche de terciopelo negro de su bolsillo. Abrió el estuche con manos temblorosas, revelando un anillo de compromiso con un diamante brillante y delicado. Gabriel, intrigado y admirado, observó el anillo, comprendiendo de inmediato su importancia.

—Viejo, debió costarte una fortuna —dijo Gabriel.

—Solo la mitad de los ahorros que hice todo el año —respondió Marco con una sonrisa—. Y bien, ¿Qué opinas?

—Bueno, no soy experto en joyería, pero puedo asegurar que es un buen anillo de 18 quilates con un rubí incrustado —dijo Gabriel con aire de entendido.

—No me refiero a eso —dijo Marco severamente—. ¿Crees que le gustará?

—Sí, estoy seguro que sí —le dijo Gabriel.

La tensión y los nervios de Marco alcanzaron su punto máximo cuando, al cerrar el estuche, dejó caer el anillo al suelo. Gabriel, sin perder un segundo, se agachó rápidamente para recogerlo. Justo en ese momento, un compañero de trabajo pasó cerca de ellos. La vista de Gabriel arrodillado frente a Marco, con el anillo en la mano, creó un malentendido inmediato y embarazoso. El compañero, sorprendido y avergonzado, se alejó rápidamente, dejándolos a ambos en una situación incómoda.

—Bueno, eso fue... incómodo —comentó Gabriel con una risa nerviosa, intentando aliviar la tensión.

—Sí, definitivamente lo fue —respondió Marco, sacudiendo la cabeza con una sonrisa avergonzada.

—Sea como sea el caso, aun así, te felicito, amigo —sonrió Gabriel—. Harás un buen trabajo.

—Gracias —comentó Marco, luego de guardar el anillo—. ¿Y tú piensas casarte algún día?

—¿A qué viene esa pregunta? —contestó Gabriel.

—Bueno, los chicos dicen que te han visto con una chica salir de tu apartamento —dijo Marco en un tono afable.

—No sé de qué estás hablando —dijo Gabriel alzando la voz—. Tenemos que irnos, el descanso ya casi termina.

Sin embargo, en el fondo de su mente, Gabriel no podía dejar de pensar en el anillo de compromiso. La visión de Marco con el anillo le hizo darse cuenta de algo importante: él nunca le había dado un anillo de compromiso a Sakura. Esta revelación lo dejó pensativo y preocupado, sabiendo que tendría que solucionar ese descuido pronto. Intentó concentrarse en su trabajo, pero su mente se negaba a cooperar. La imagen del anillo de compromiso seguía rondando por su cabeza, impidiéndole realizar sus tareas con eficacia. Mientras luchaba por enfocarse, una revelación lo golpeó: nunca le había dado un anillo de compromiso a Sakura. Este pensamiento lo hizo sentirse tonto y enfadado consigo mismo. Recordó que muchas mujeres no pedían abiertamente un anillo, pero, aun así, ¿cómo había podido olvidar un detalle tan importante? ¿Debería regalarle uno ahora?

Cazados (Furry X Humano)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora