Capítulo 5: Ecos de un Sueño Roto

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Dejarte ir ha sido el sueño que más me ha dolido soltar.

Claudia repetía esas palabras en su mente una y otra vez mientras se miraba en el espejo del baño de su despacho en el Palacio Nacional. Sus ojos reflejaban el cansancio de las noches sin dormir y el peso de las decisiones que había tomado. Desde su conversación con Xóchitl en el parque, su vida parecía sumergida en un mar de incertidumbre y tristeza.

Cada mañana, Claudia se enfrentaba a una avalancha de responsabilidades que exigían su atención. El gabinete, los asesores, las reuniones interminables, todo formaba parte de su rutina. Sin embargo, cada vez que encontraba un momento de calma, los recuerdos de Xóchitl se colaban en su mente, trayendo consigo una mezcla de dolor y añoranza.

Había intentado concentrarse en su trabajo, en las promesas que había hecho al pueblo de México, pero la ausencia de Xóchitl era como una herida abierta que no dejaba de sangrar. La soledad en el palacio era ensordecedora, y Claudia se encontraba a menudo vagando por los pasillos, perdida en sus pensamientos.

Una tarde, después de una reunión particularmente agotadora, Claudia se quedó sola en su oficina, mirando el atardecer a través de la ventana. La luz dorada bañaba la habitación, creando sombras suaves que parecían susurrar secretos olvidados. Tomó su teléfono y, casi sin pensar, buscó el número de Xóchitl. Había tantas cosas que quería decirle, pero las palabras parecían escapar cada vez que intentaba escribir un mensaje.

Finalmente, se decidió por la honestidad cruda y envió un simple mensaje: "Te extraño."

No esperaba una respuesta inmediata, y el silencio que siguió solo sirvió para profundizar su angustia. Claudia cerró los ojos y dejó que las lágrimas cayeran libremente. El dolor era abrumador, pero al mismo tiempo, había una especie de liberación en dejar salir esas emociones.

En el otro lado de la ciudad, Xóchitl estaba en su pequeño apartamento, rodeada de recuerdos y en una lucha constante por encontrar paz. Cuando su teléfono vibró y vio el mensaje de Claudia, su corazón se detuvo por un momento. Las palabras eran simples, pero cargadas de un peso que solo ellas dos podían entender.

Xóchitl dejó el teléfono sobre la mesa y se cubrió el rostro con las manos. No sabía cómo responder, o si debería responder. La herida seguía abierta y fresca, y cada intento de sanar parecía insuficiente.

Las palabras de Claudia resonaban en su mente: "Te extraño." Eran un recordatorio de lo que habían perdido, pero también de lo que aún existía entre ellas, aunque fuera doloroso.

Dejarte ir ha sido el sueño que más me ha dolido soltar.

Xóchitl sintió que esas palabras describían perfectamente su propia lucha. Había noches en las que soñaba con Claudia, con sus risas y sus caricias, solo para despertar y enfrentarse a la fría realidad de su ausencia.

Finalmente, tomó su teléfono y escribió una respuesta, su corazón latiendo con fuerza mientras lo hacía

Yo también te extraño. Pero no sé si esto es suficiente para sanar lo que se rompió."

Envió el mensaje y dejó el teléfono a un lado, sintiendo una mezcla de alivio y dolor. Sabía que no había soluciones fáciles, pero también entendía que la comunicación era el primer paso hacia cualquier tipo de resolución, aunque solo fuera para encontrar un cierre.

En el Palacio Nacional, Claudia recibió la respuesta de Xóchitl y sintió un nudo en la garganta. Las palabras eran como un eco de sus propios sentimientos. Sabía que el camino por delante sería difícil, lleno de obstáculos y decisiones complicadas. Pero por primera vez en mucho tiempo, había una pequeña chispa de esperanza.

Dejarte ir ha sido el sueño que más me ha dolido soltar.

Claudia repitió esa frase una vez más en su mente, sabiendo que el dolor no desaparecería de la noche a la mañana. Pero tal vez, solo tal vez, podían encontrar una manera de avanzar, incluso si eso significaba enfrentar más dolor antes de llegar a la paz.

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