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Era un día cualquiera cuando Heeseung caminaba por los pasillos del instituto, sus pensamientos vagando sin rumbo fijo. Sin embargo, algo en el aire era diferente esa vez. Mientras se acercaba a la esquina que conducía al aula de manualidades, escuchó la risa familiar de Jake. Pero esta vez, la risa no era solo de Jake; había otra voz, una voz más suave y alegre que resonaba junto a la de su amigo. Al girar la esquina, Heeseung se encontró con una escena que le heló el corazón.

Jake estaba allí, riendo y charlando animadamente con Sunghoon. Park Sunghoon era el chico que Jake había mencionado la noche de la pijamada, y verlo allí, al lado de Jake, hizo que el estómago de Heeseung se contrajera de celos y dolor. Observó a Sunghoon con una mezcla de admiración y desesperación. Sunghoon era todo lo que Heeseung no era: tenía un cabello rubio perfectamente peinado, un perfil hermoso y una apariencia impecable. Su altura y postura lo hacían destacar, mientras que Heeseung se sentía insignificante a su lado.

Mientras los observaba, Heeseung comenzó a compararse con Sunghoon de manera despiadada. Cada defecto que encontraba en sí mismo parecía amplificarse al lado de la perfección de Sunghoon. Su cabello negro, sus ojos marrones, su estatura promedio... todo le parecía aburrido y sin atractivo. La comparación constante empezó a corroer su autoestima, y pronto, el odio que intentaba dirigir hacia Sunghoon se volvió hacia él mismo.

Sunghoon, por otro lado, no era solo perfecto en apariencia. Su personalidad era encantadora, y su risa era contagiosa. Heeseung intentó odiarlo, pero no pudo. Sunghoon era amable y genuino, cualidades que solo resaltaban aún más sus propias inseguridades. Cada vez que Sunghoon sonreía o hablaba, Heeseung sentía que se hundía más en su propio abismo de autodesprecio.

A partir de ese día, Heeseung comenzó a dejar de lado sus comidas. Lo que antes eran tres comidas diarias se redujo a una sola, si acaso. No importaba cuántas personas a su alrededor le dijeran que era lindo o atractivo; esas palabras no significaban nada si no venían de Jake. Estaba convencido de que, a menos que pudiera transformarse en el tipo ideal de Jake, nunca sería suficiente. Y si para lograrlo tenía que lastimarse, estaba dispuesto a hacerlo.

Con el paso del tiempo, la falta de comida empezó a afectar su salud. Perdió peso, su piel se volvió pálida y sus ojos perdieron el brillo que una vez tuvieron. Los amigos y profesores empezaron a preocuparse, pero Heeseung se mantenía firme en su decisión. No podía ver más allá de sus propias inseguridades, no podía aceptar que tal vez, solo tal vez, ya era perfecto tal y como era.

Una tarde, mientras se miraba al espejo, Heeseung apenas reconocía al chico que veía. Estaba tan consumido por su deseo de ser perfecto para Jake que no podía ver la belleza que los demás veían en él. No podía ver lo que Jake siempre había visto: un amigo leal, compasivo y con un corazón tan grande como el universo.

Heeseung se despertó aquella mañana con los ojos hinchados y el corazón pesado. La noche anterior había sido una batalla emocional, una tormenta de lágrimas y pensamientos oscuros. Se quedó en cama, incapaz de enfrentar el mundo exterior con sus ojos rojos y su alma rota. Decidió no ir al instituto, esperando que un día de descanso pudiera aliviar un poco su dolor.

Mientras tanto, Jake notó la ausencia de su amigo en clase. La preocupación comenzó a crecer en su pecho, una sensación de inquietud que no lo dejaba concentrarse. Tan pronto como terminó la última clase, corrió hacia la casa de Heeseung, con el corazón latiendo con fuerza.

Jake golpeó la puerta de la casa de Heeseung, y cuando este abrió, vio el rastro de lágrimas en su rostro y la tristeza en sus ojos. Sin decir una palabra, Jake entró y abrazó a su amigo con fuerza. Heeseung no pudo evitar sonreír levemente, aunque era una sonrisa mezclada con tristeza.

—Vamos, Hee, no puedes dejar que esto te consuma— dijo Jake, tratando de aligerar el ambiente. —Te traje tu helado favorito y algunas películas tontas. Hoy vamos a divertirnos.

Heeseung asintió, agradecido por la presencia de Jake. Jugaron videojuegos, vieron películas y Jake hizo todo lo posible para sacar una risa de su amigo. Aunque Heeseung sonrió y rió en algunos momentos, Jake podía ver la melancolía persistente detrás de sus ojos.

En un momento de silencio, mientras veían una película, Heeseung no pudo contener más sus pensamientos y lágrimas comenzaron a rodar por sus mejillas nuevamente. Jake, preocupado, apagó la televisión y se giró hacia su amigo.

—Heeseung, ¿Qué te pasa realmente? Quiero ayudarte, pero necesito que me hables— dijo Jake con suavidad.

Heeseung tomó una profunda respiración, sintiendo el nudo en su garganta. —Jake... tengo miedo. Miedo de perderte, miedo de que me abandones como lo hizo mi padre. Siempre he tratado de ser lo que todos quieren que sea, porque pienso que si soy yo mismo, nadie querrá estar a mi lado. ¿Me abandonarás también, Jake? ¿Harás lo mismo que mi padre?

Las palabras de Heeseung golpearon a Jake como un puñetazo en el estómago. Sabía cuánto le había afectado a Heeseung la partida de su padre y cuánto miedo tenía al abandono. Ver a su mejor amigo tan vulnerable y herido le rompía el corazón.

—Heeseung, mírame— dijo Jake, tomando el rostro de su amigo entre sus manos. —Nunca te abandonaré. Nunca. Eres mi mejor amigo, mi hermano. Lo que tu padre hizo no fue tu culpa, y no defines tu valor por las acciones de los demás. Eres perfecto tal y como eres, Hee. No necesitas cambiar por nadie.

Heeseung rompió a llorar de nuevo, pero esta vez, había algo diferente en sus lágrimas. Una mezcla de alivio y esperanza se entrelazaba con su tristeza. Jake lo abrazó con fuerza, dejando que su amigo descargara todo su dolor.

—Lo siento por ser tan débil— susurró Heeseung entre sollozos.

—No eres débil, Hee. Eres fuerte por seguir adelante a pesar de todo. Y estoy aquí para recordártelo cada vez que lo olvides— respondió Jake con firmeza.

Heeseung se aferró a esas palabras, sintiendo un pequeño destello de fuerza en su interior. Aunque la inseguridad y el miedo no desaparecerían de un día para otro, saber que Jake estaba a su lado le daba el coraje para seguir luchando.


RecuérdameDonde viven las historias. Descúbrelo ahora