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La noche caía silenciosa sobre la ciudad, cubriendo con su manto de estrellas la pequeña habitación de Heeseung. Mientras todos dormían, él estaba despierto, atrapado en un torbellino de pensamientos oscuros y dolorosos. La inseguridad y el odio hacia sí mismo habían crecido tanto que necesitaba una salida, una manera de liberar la presión que sentía en su pecho. Sin poder contenerse más, comenzó a autolesionarse, sintiendo un alivio momentáneo con cada corte que hacía en su piel.

Las marcas se acumulaban en sus brazos y piernas, pequeñas cicatrices que trataba de ocultar bajo la ropa. Sin embargo, no pasó mucho tiempo antes de que Jake las notara. Al principio, Heeseung se excusaba diciendo que eran rasguños de gatos callejeros, una explicación que Jake aceptó sin cuestionar demasiado. Pero con el tiempo, las heridas se volvieron más frecuentes, y aunque Jake fingía creerle, en el fondo sabía que algo estaba mal.

Cada vez que veía un nuevo rasguño, Jake sacaba las curitas y la pomada que siempre llevaba consigo. Con cuidado y ternura, limpiaba las heridas de Heeseung y aplicaba la pomada, como si el simple acto de cuidar de su amigo pudiera sanar algo más profundo que la piel. Heeseung se sentía un poco mejor en esos momentos, no por el alivio físico, sino por la atención y el cariño que Jake le brindaba. Era como si, por un breve instante, Jake lo viera realmente, y no solo como a su mejor amigo.

—Debes tener más cuidado, Heeseung— decía Jake cada vez, con un tono de preocupación genuina. —No quiero que te hagas más daño.

A veces, Jake acompañaba sus cuidados con un beso suave sobre la herida, diciendo en broma que así sanaría más rápido. Para Heeseung, esos besos eran una mezcla de consuelo y tormento. Sentía el calor de los labios de Jake en su piel y no podía evitar desear más, aunque sabía que era un deseo imposible. Jake era mujeriego, sí, pero tenía un corazón de oro, especialmente cuando se trataba de Heeseung. Esa dualidad lo hacía aún más doloroso para Heeseung, que lo amaba con una intensidad que nunca podría expresar.

Con el tiempo, las excusas de Heeseung empezaron a perder credibilidad. Jake dejaba de creerlas, pero nunca lo confrontó directamente. Tal vez porque tenía miedo de la verdad o porque no quería presionar a su amigo. En lugar de eso, se limitaba a seguir cuidando de él, esperando que su presencia y su amor pudieran ser suficientes para sanar las heridas invisibles que atormentaban a Heeseung.

Heeseung, por su parte, seguía atrapado en su ciclo de autolesión y alivio momentáneo. Sabía que Jake sospechaba algo, pero agradecía en silencio que no preguntara. Cada curita, cada beso, era un pequeño respiro en medio de su dolor constante. Aunque sabía que su comportamiento no era saludable, la atención de Jake era lo único que le daba un poco de paz.

Una noche, mientras Jake aplicaba otra curita en una nueva herida, Heeseung se atrevió a preguntar: —¿Por qué siempre llevas curitas y pomada contigo?

Jake lo miró a los ojos, una mezcla de tristeza y afecto en su mirada. —Porque siempre quiero estar preparado para cuidar de ti, Heeseung. Eres mi mejor amigo, y no quiero que sufras.

Las palabras de Jake resonaron en el corazón de Heeseung, llenándolo de una calidez que no había sentido en mucho tiempo. A pesar de todo el dolor y la desesperación, en esos momentos se sentía amado, aunque fuera solo como un amigo. Pero también sabía que ese amor nunca sería suficiente para llenar el vacío que sentía.

Heeseung cerró los ojos y permitió que una lágrima solitaria rodara por su mejilla. Mientras Jake terminaba de curar su herida, sintió una mezcla de gratitud y tristeza. Sabía que debía encontrar una manera de sanar realmente, de superar su odio hacia sí mismo. Pero por ahora, todo lo que podía hacer era aferrarse a esos pequeños momentos de amor y cuidado, esperando que algún día pudiera sentirse completo.

El amor unilateral realmente desgarraba el corazón de Heeseung, tanto que empezó a sentirse pequeño, mientras su enfermedad seguía aumentando llevándolo cada vez más a un final cercano.

Heeseung y Jake habían decidido hacer una pijamada en la casa de Jake, una tradición que mantenían desde que eran niños. Mientras preparaban la sala, Heeseung se aseguró de elegir las películas de terror más aterradoras que pudo encontrar. Sabía que Jake tenía un poco de miedo a las películas de terror y disfrutaba secretamente de cómo su amigo siempre terminaba escondiéndose en su pecho durante las escenas más espeluznantes.

El reloj marcaba las once de la noche cuando finalmente se acomodaron en el sofá, rodeados de mantas y bocadillos. Heeseung puso la primera película y, como esperaba, Jake pronto empezó a hundirse en su pecho, buscando consuelo en su cercanía. A pesar de la tensión que siempre sentía por estar tan cerca de Jake, esos momentos eran los que más atesoraba.

Pero esa noche algo era diferente. Jake parecía distraído, su mente vagaba lejos de la pantalla. Heeseung notó la inquietud en sus ojos y la forma en que sus dedos tamborileaban nerviosamente sobre el brazo del sofá. Finalmente, Jake rompió el silencio, su voz temblorosa.

—Heeseung, tengo algo importante que decirte— dijo, apartando la mirada de la pantalla y enfocándola en Heeseung. Los ojos de Heeseung brillaron con una mezcla de esperanza y nerviosismo. ¿Podría ser que Jake finalmente sintiera lo mismo que él?

—Claro, Jake, dime— respondió Heeseung, tratando de mantener su voz firme.

Jake respiró hondo, sus manos apretadas en puños. —Hay alguien que me gusta— confesó, sus ojos buscando alguna reacción en el rostro de Heeseung.

El corazón de Heeseung latió con fuerza, llenándose de una esperanza que había mantenido oculta durante tanto tiempo. —¿En serio? ¿Quién es?— preguntó, su voz apenas un susurro.

Jake bajó la mirada y jugueteó nerviosamente con los bordes de la manta. —Es un chico llamado Park Sunghoon. Está en mi clase de manualidades— dijo finalmente, sus palabras cayendo como una losa sobre el corazón de Heeseung.

La esperanza que había llenado el corazón de Heeseung se desmoronó de golpe. Sintió como si el suelo se abriera bajo sus pies. Trató de mantener una expresión neutral, pero por dentro, cada palabra de Jake era como una daga que se clavaba más y más profundo.

—Park Sunghoon, ¿eh?— logró decir Heeseung, su voz quebrada. —No lo conozco muy bien, pero parece agradable.

Jake asintió, sin notar el dolor en los ojos de Heeseung. —Sí, es realmente genial. Me hace sentir cosas que no había sentido antes. Quería contártelo porque eres mi mejor amigo, y siempre has estado ahí para mí.

Heeseung forzó una sonrisa, su corazón hecho añicos. —Claro, Jake. Me alegra que me lo digas. Siempre estaré aquí para ti, pase lo que pase.

Jake sonrió, aliviado. —Gracias, Heeseung. Significa mucho para mí.

La película continuó, pero Heeseung ya no podía concentrarse. Las palabras de Jake resonaban en su mente, una y otra vez. Sabía que tenía que apoyar a su amigo, aunque eso significara ocultar su propio dolor. A medida que avanzaba la noche, Heeseung hizo todo lo posible por parecer interesado en la película, riendo en los momentos adecuados y ofreciendo comentarios cuando era necesario. Pero por dentro, sentía como si su mundo se estuviera derrumbando.

Finalmente, cuando la película terminó, Jake se quedó dormido, su cabeza apoyada en el hombro de Heeseung. Mientras observaba a su amigo dormir, Heeseung sintió una mezcla de amor y desesperación. Sabía que nunca podría ser la persona que Jake amara, y eso lo destrozaba. Sin embargo, también sabía que nunca podría dejar de estar a su lado, porque, a pesar de todo, Jake era su todo.

Con cuidado, Heeseung se deslizó bajo las mantas, tratando de encontrar consuelo en la calidez de la noche, aunque su corazón se sintiera más frío y solitario que nunca. En ese momento, comprendió que el verdadero amor a veces significaba sacrificar la propia felicidad por la de la persona amada. Y mientras una lágrima solitaria rodaba por su mejilla, Heeseung juró seguir siendo el amigo fiel y leal que Jake siempre había conocido, aunque su amor permaneciera oculto en las sombras.

RecuérdameDonde viven las historias. Descúbrelo ahora