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Distanciar fue el paso mas difícil.

Heeseung había llegado a un punto en su vida donde la idea de distanciarse de Jake se había convertido en un desafío monumental. Aunque sabía que era un paso necesario para dejar atrás sus sentimientos que nunca parecían desaparecer, cada noche se enfrentaba a su dolor y su confusión.

Esa noche, la casa estaba tranquila. La luz tenue de la luna se filtraba a través de las cortinas, creando sombras suaves en la habitación. Heeseung se arrodilló junto a la cama, mirando a Nala, su perrita, que lo miraba con esos ojos llenos de amor incondicional.

—¿Sabes, Nala? Me siento tan culpable por haberte abandonado cuando más te necesitabas— murmuró Heeseung, acariciando suavemente la frente de Nala. —Eres la única que siempre ha estado aquí, que me ha mostrado el amor que a veces me cuesta ver en mí mismo.

Nala lamió su mano con ternura, y Heeseung sonrió levemente. Era cierto, Nala había sido su refugio constante, su consuelo en los momentos más oscuros. La amaba más de lo que podía expresar con palabras.

Después de un rato, Heeseung se levantó y la sacó de la habitación,  mientras él se dirigía al baño. Se encerró en el baño, la puerta cerrada detrás de él. El sonido del agua corriendo desde la bañera llenó el aire. Era su forma de escapatoria, aunque sabía que no debía ceder a esa tentación. Se desabrochó la camisa y la dejó caer al suelo, exponiendo las marcas de sus luchas internas.

Tomó el cutter, acariciando el frío metal con la yema de los dedos. Era un viejo amigo, una forma de aliviar el dolor que sentía por dentro, sin embargo algo lo seguía deteniendo, y era Nala quien se podía escuchar ladrando, tal vez ella era la única que entendía y sabia por lo que Heeseung estaba pasando.

Heeseung empezó a cortarse, mientras su sangre y el agua se mezclaban, causándole un ardor que rápidamente se fue en el instante en el que Heeseung empezó a perder sus fuerzas y termino cerrando sus parpados lentamente mientras se hundía en lo mas profundo de su bañera. Finalmente lo ultimo que escucho fue el ladrido de Nala, tal vez advirtiéndole que no lo hiciera. Eso fue lo ultimo que escucho antes de finalmente descansar en paz.

Finalmente toda bañera se tiño de rojo, mientras que lo único que podía ver era negro. Heeseung realmente amaba a Nala.

Su madre lo encontró una hora después, cuando llego del trabajo, Nala aun seguía ladrando con desesperación en la puerta de la habitación de su hijo.

Encontrar a su pequeño quien siempre alegraba sus días, con los ojos cerrados, realmente la destruyó.

Salió de la casa con el cuerpo de Heeseung en manos, realmente esperaba que el aun siguiera ahí.

Varias horas después la mujer regreso a la casa acompañada de Jake.

Pudo notar como el canino buscaba a Heeseung al lado de estos dos, sin embargo él ya no estaba.

¿Cómo le explicarían a Nala que su dueño, al que tanto amaba, no volverá nunca más?

Parece que el canino lo entendió todo, cuando la madre de Heeseung empezó a llorar desconsoladamente. La pequeña Nala corrió rápidamente a la habitación de su dueño, y empezó a acurrucarse en su cama.

Jake siguió al canino, así acostándose a su lado. Tomo aquella almohada donde Heeseung solía dormir, la abrazo y lloro en ella. La pequeña perrita se restregó en sus piernas,  Jake lo acaricio, pues sabia que el también sufría aunque no pudiera demostrarlo.

Jake noto dos sobres en la mesa de noche de Heeseung. Este era uno con el nombre de él y el otro le pertenecía a la madre del castaño, lentamente abrió su sobre, con miedo a lo diría adentro.

RecuérdameDonde viven las historias. Descúbrelo ahora