Capítulo 37

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Muchas veces los monstruos no nacen, sino que los hacen

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Muchas veces los monstruos no nacen, sino que los hacen.

Abi es un vivo ejemplo de ello. Abi no tenía maldad en su alma y ellos le hicieron tantas atrocidades que simplemente estoy llorando. Llorando por la niña que ellos arruinaron, por la niña que ellos destruyeron con toda la mierda que le hicieron, con la niña que murió en manos de ellos. Porque la mujer que está frente a mí no es ella y por más que duela, yo lo sé.

Porque, aunque comprendo ahora lo que es Abi, lo que la llevó a ser la maldita que es hoy en día, nunca justificaré todo el daño que me ha hecho. Todo lo que me hizo en el pasado. Si, sé que ella no está bien mentalmente, a veces siento que ni siquiera distingue bien la realidad en la que vive.

Ella se mantiene en silencio, juega con sus manos de manera nerviosa. Yo no me aparto ni dejo de mirarla porque ahora entiendo un punto con mucha más fuerza y eso me hace llorar aún más.

Abi ni siquiera sabe cómo es el amor, ella simplemente lo olvidó y cree que la obsesión que siente por mí es el amor que en el pasado no la dejaron sentir. Ellos la dañaron tanto para que crea que el amor debe darse en base a los abusos y agresividad, eso fue lo que ellos le implantaron en la mente.

Ellos decían amarla, pero la abusaban y golpeaban. Ese es el único amor que ella conoce desde pequeña, porque eso fue lo que durante meses le hicieron mientras que la trastornaban.

Hay que ser una persona muy jodida como para atreverse a tocar a una niña, pero, sobre todo, a una niña que es tu familiar. A una niña inocente, hay que ser un maldito y una malita infeliz como para abusar de alguien que no debería causar más que un amor genuino y dulce, no uno perverso en donde la dañas.

Mi mano va a mi vientre, porque pronto seré madre y la idea de que alguien dañe a uno de mis bebés como han dañado a Abi o como me han dañado a mí, eso me retuerce y la bilis me sube a la garganta.

—¿Sientes asco?—cuestiona—debería darte asco siquiera mirarme, es por eso que me rechazas, porque me lo han dicho, estoy sucia, siempre fue mi culpa lo que ellos hacían, no quería que me amen así, pero... ellos me querían—me trago el nudo en mi garganta.

—Ellos no te amaban Abi, nunca se dañaría a quien amas—susurro—y mucho menos te tocarían de esa manera si te hubiesen amado, no es tu culpa, no eres culpable de lo que ellos te hicieron. Eras solo una niña que no tenía conocimiento de los dañados que ellos estaban—susurro y ella me observa y por un momento no parece el monstruo que me ha dañado tanto, pero sé que eso es solo una parte de ella, porque la otra jamás me dejará libre—te quería un montón Abi, jamás me dejaban hablar contigo, por eso nunca recibiste mi llamada. Te esperaba todos los días, siempre pregunté por mi hermana, pero ellos no me dejaron contactarte—ella comienza a llorar y rasca la piel de sus muñecas con fuerza.

—Cuando intentaste matarme me sentí feliz, porque ellos no me molestarían en sueños, pero luego intentaste matarte a ti y sabía que nadie tenía permitido más que yo, hacerte daño—bajo la mano por la herida en mi muñeca. Mi intento de suicidio.

Travieso AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora