Parte 22

2 0 0
                                    

Zayn

Perrie me llama al mediodía del día siguiente para decirme a qué hora llega.

—Hola, estoy en un taxi. Estaré allí en quince o veinte minutos, dependiendo del tráfico.

Acabo de salir de la ducha, así que solo llevo una toalla mientras camino a paso largo más allá de los ventanales de mi habitación, sosteniendo el teléfono en mi hombro.

—¿Por qué no has cogido el metro? Habría sido más rápido.

—Preferí consentirme un poco y brindarme un acogedor asiento trasero, en vez de un viaje en un metro abarrotado.

—Bien hecho.

—¿Alguna instrucción especial para cuando llegue allí? ¿En qué piso vives?

Ausente, entro en el vestidor y cojo un par de pantalones de chándal de un estante.

—Simplemente dile al conserje quién eres y alguien te traerá arriba. Se necesita una llave especial para el ascensor, para entrar en el ático.

Suspira.

—¿Vives en el ático del Heyward Plaza Hotel?

—Sí. —Dejo caer la toalla en la madera pulida—. Oye, ¿qué crees tú? ¿Eso hará que tu padre me odie menos, o me odie más?

Su risa me hace cosquillas en la oreja.

—Calla, anda. No te odia.

Sí, claro. Diría algo diferente si hubiera oído la mierda que me dijo en la sala de estar anoche.

No me fío de ti para que cuides a mi hija.

Joder. Con esclerosis múltiple o sin ella, el señor sigue dando golpes que escuecen días más tarde.

Aparto la cabreante conversación de la cabeza y digo:

—Nos vemos en un rato. —Después me paseo por mi habitación recogiendo ropa de todas partes.

El personal de limpieza estuvo aquí por la mañana —vienen dos veces por semana como un reloj, aunque no haya nadie en el ático—, pero tengo un hábito difícil de explicar que me hace generar desorden incluso habiendo estado en donde sea solo durante un par de horas. Nuestra señora de la limpieza, Vera, me llama «desordenado accidental».

Veinte minutos más tarde, después de que desde la recepción me comuniquen que mi visita ha llegado, me dirijo hacia el ascensor que se abre directamente al salón.

Solo mis amigos del instituto han estado aquí antes, y como sus casas son igual de... lujosas..., ninguno de ellos jamás se ha inmutado al venir.

Perrie parpadea.

Un segundo después de emerger del ascensor, su mandíbula cae hasta el suelo de mármol y sus cejas suben más arriba que los cuatro metros y medio de altura del ático.

—Santa madre de Dios —dice. Su impresionada mirada analiza la recepción, el salón y la terraza orientada al norte antes de regresar a mí—. Vale. Exijo un tour.

Contesto con una risa modesta

—Va a ser un tour bastante largo —le advierto.

—No me importa si dura cinco horas. Quiero ver cada centímetro de este palacio, su majestad.

Mientras le enseño todo el ático, decido mirarlo a través de sus ojos. En cada habitación en la que entramos mira boquiabierta y maldice con asombro: la biblioteca de nogal, la moderna cocina, el gimnasio, la bodega... Bueno, supongo que este lugar sobrepasa un poco la media superior.

Adicto a Ti (Zerrie Adaptación)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora