Prólogo

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Durante años la familia Kensington se mantuvo como una de las más adineradas en todo Thornbury, Inglaterra.

Los pilares de la familia eran Sir Lewis Kensington y su esposa Diane Kensington, quienes tuvieron tres hijos: Lewis Jr, el mayor; Thomas, el de enmedio y Lucille, la menor.

A su vez, Lewis Jr, casado con Marianne Williams —apellido de soltera— trajo al mundo a dos hijos: Bill y Adeline.

Thomas, por su parte, casado con Isabella Austin —apellido de soltera—, tuvo tres hijos: los gemelos Troy y William y la pequeña Cassandra.

La mansión Kensington era del tamaño suficiente para albergar a un pueblo entero, por lo que no fue sorpresa que todos los miembros de esta familia residieran juntos en la misma, compartiendo múltiples actividades juntos, dando siempre la imagen perfecta que a la sociedad le gustaba admirar.

La infancia de Cassandra Kensington fue solitaria, contrario a lo que se creería al tener dos hermanos y dos primos con quienes jugar, quienes, sin embargo, no la entendían, y solían dejarla de lado en la mayoría de los juegos.

Pocas eran las ocasiones en que Cassandra compartía tiempo con Adeline, la única otra niña de la familia, con quién solía terminar teniendo alguna rencilla que terminaba con ambas apartándose.

Los padres de Cassandra tampoco le dedicaban el tiempo que ella deseaba, pues muy a menudo estaban ocupados con eventos de sociedad, procurando actividades para sus hermanos mayores o, en ocasiones, discutiendo. Por más que todos se esforzaran en dar una imagen perfecta, lo cierto es que había varios problemas dentro de la familia, pero eso pasa en todas las familias... ¿Cierto?

Cassandra se refugió en los libros de la enorme biblioteca de la mansión, leyendo aquellos que podía ir entendiendo conforme a su edad y uno que otro que no lograba comprender del todo pero que llamaba su atención por las ilustraciones o su título.

Cuando Cassandra cumplió diecisiete años y Adeline cumplió dieciocho años, esta última fue enviada a un internado en Francia, a donde Cassandra se negó rotundamente a asistir, alegando que no estaba interesada en estudiar lo mismo que su prima, y que prefería permanecer en Inglaterra para ser instruida por su abuelo y mantener el negocio familiar en el futuro.

Sus hermanos y primos se burlaron al escucharla, pero Cassandra se mantuvo firme, asegurándoles que ella, y solo ella, sería la que en un futuro sería capaz de llevar en alto el apellido Kensington.

El único miembro de la familia que en realidad apoyaba a Cassandra era su abuelo, Sir Lewis, quien admirado por la determinación de su nieta, constantemente la motivaba a seguir leyendo y preparándose para sacar adelante a la familia algún día.

Tres días después del cumpleaños número veintiuno de Cassandra, la joven despertó como de costumbre y, tras asearse, bajó al comedor principal esperando encontrarse con su familia a la que, después de todo, amaba. Creía que esa mañana sería como cualquier otra, compartir el desayuno y luego que cada uno se marchara a sus actividades.

Grande fue la sorpresa de la joven cuando al llegar al comedor, no pudo encontrar a nadie ahí. Revisó las habitaciones y se encontró a todo el mundo dormido, pero le fue imposible despertar a alguno. Llamó a gritos a los empleados pero ninguno de ellos estaba ahí; habían tenido toda la semana libre, una semana en la cual la familia se habia atendido por sí sola.

Más tarde, tras llamar a la policía y a los servicios médicos, la menor de la familia al fin pudo entender qué es lo que había pasado.

Toda la familia Kensington había sido envenenada, a excepción de Cassandra.

Detective en la Mansión | L LawlietDonde viven las historias. Descúbrelo ahora