XI- Fuego

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—Hola, Blythe. Soy tu tío. Otra vez —Rió—. Estás tomando las decisiones adecuadas en tu viaje. Pero cuidado con ese chico —Comentó, haciendo una pausa—. Creo que es hora de que sepas otro pedazo de la historia. Pero ojo, aquí se pone sangrienta. Una vez mi padre y yo nos encontramos con la mirada, pegó un grito. Es muy similar al que tu madre emitió aquel día mientras rescatabas a tu hermano, ¿recuerdas? Era un grito de alerta, un grito que indicaba sangre. En menos de un minuto, aparecieron tres corpulentos hombres seguidos de otros cuatro para darme caza. Me acuerdo muy bien de lo que pensé: "Tengo que huir, pero no sé cómo. Quiero vivir, quiero vivir junto a todos ellos para recuperar el tiempo que perdimos". Esta frase recorría cada esquina de mi cerebro durante todo el tiempo que estuve acorralado. Busqué con la mirada en cada rincón de la casa esperando encontrar algún rayo de esperanza. Me fijé meticulosamente en los hombres, y me di cuenta de que tenían antorchas. "¡Cómo no se me habrá ocurrido antes!", pensé. Debido a la maldición, podía controlar el fuego más peligroso a mi antojo, por lo tanto, podría incendiar con facilidad la cabaña para que se entretuvieran en otra cosa y poder huir lo más lejos que mis piernas me permitieran. Sí, debía de ser la más grandiosa idea. Pero no fue así. Cuando me dispuse a utilizar las manos para lanzar el fuego que habitaba dentro de mí, los cuatro hombres, con un leve movimiento de cuello, clavaron fuertemente cinco estacas de madera sobre mi espalda y nuca. Me dejaron tendido en el suelo, y bajo mi cuerpo había un charquito de sangre que se iba agrandando progresivamente. Una vez ahí, comprobé que podía mover mi brazo y me dispuse, de nuevo, a lanzar la llama a través de mi mano. Y no quiero contarte el resto de la historia todavía. Descansa, Blythe —Terminó.

Recordé el sueño a la mañana siguiente, cuando desperté en el mismo sillón en el que había estado sufriendo esos horribles apretones la noche anterior. El sol se colaba por los enormes ventanales del salón, y un rayo me daba justo en la cara. Así que, como era de esperar, no me levanté con buen pie. Subí a darme una ducha y cambiarme de ropa (ya, ya sé que dormí con la ropa toda sudada por el entreno) y me reuní con Olivia en el porche trasero para desayunar.

一Buenos días, dormilona 一Me saludó.

一Voy a ser el hazmerreír de esta casa durante un par de semanas.

一No te lo negaré 一Dijo, entre risas.

一Oye, por cierto, ¿y mi hermano? Hace tiempo que no lo veo.

一Sigue en la cama. Pasé a ofrecerle que desayunáramos juntos, pero me dijo que no se encontraba bien.

一Voy a subir a verlo.

一Vale, es la tercera puerta de la izquierda.

Después de terminar mi desayuno, subí las escaleras en busca de mi hermano. Ella no lo conocía como yo, pero que Alex no se muriese por llenarse la boca de todo tipo de alimentos cuando se despertaba era raro. Muy raro. Abrí la puerta y lo encontré sentado en la cama.

一Alex, me dijo Olivia que no quisiste desayunar. ¿Qué te pasa? 一Dije con normalidad.

Mi hermano me miró y corrió a mis brazos para abrazarme. Lo oí empezar a llorar en cuanto me rodeó. Estaba hirviendo.

一Blythe, no sé qué hacer. Estoy perdiendo el control 一Me dijo entre sollozos.

<<—¿Qué tal tu día hoy, pequeña? —Preguntó mi padre.

—Bien, nada fuera de lo normal, como es de esperar. Estoy tan aburrida de estar aquí...

—Oh, vamos, no seas malagradecida. Aquí tienes todo lo que podrías desear y más. Este pueblo ha sido muy bueno con nosotros —Me dijo.

—También son estúpidos, la falsificación de la última prueba fue un asco y no se dieron cuenta.

—Blythe, disfruta de tu comida y deja ya el tema —Respondió cortante mamá. Siempre que se hablaba de esto, sucedía lo mismo.>>

Bajo la luna llenaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora