Un Monstruo Popular 1/2

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PRIMERA PARTE

Cada noche me despierto con la cabeza aturdida, sin saber en qué año estoy; el tiempo me parece irrelevante a estas alturas. No estoy seguro de si debería escribir esto, pero... ¡maldita sea, lo diré de todos modos! No espero ni pido que alguien me crea, aunque lo que estoy a punto de relatar es sencillo. Sería una locura esperar tal cosa, cuando mis propios sentidos rechazan su evidencia. Sin embargo, no estoy loco; un muerto no puede estarlo.

En los sombríos dominios de Valaquia, un reino envuelto en nieblas perpetuas y bosques antiguos reina el temido Emperador Valentaín Drácula. Alto y esbelto, su imponente estatura se realza con una presencia magnética. Su cabello, negro como la noche, cae en ondas hasta sus hombros, enmarcando su rostro pálido. Sus ojos, de un rojo intenso, brillan como joyas preciosas, y su mirada parece penetrar el alma de aquellos que se atreven a enfrentarlo.

Viste con una opulencia que resalta su realeza, siempre envuelto en atuendos oscuros y elegantes, generando una sensación de misterio. Su forma de hablar es calmada y seductora, eligiendo cada palabra con precisión; su voz profunda y su mirada penetrante son herramientas que utiliza para mantener a raya a sus súbditos y asegurar que nadie se atreva a desafiar su autoridad.

Mi padre, el Emperador, rara vez salía de su habitación privada en el sótano del castillo. Prefería la soledad y la compañía de sus propios pensamientos, inmerso en sus libros. No compartíamos tiempo en familia; para él, no había lugar para esos juegos.

Pero mi madre, Isabell Bathory, su belleza era como el resplandor de la luna en una noche estrellada. Radiante y mágica, como un lienzo pintado por el mejor artista, con los colores más suaves y las pinceladas más delicadas. Sus ojos, dos luceros deslumbrantes, su mirada destilaban comprensión y amor.

Su sonrisa, ¡oh! Su sonrisa... Como las caricias de los primeros rayos del amanecer, iluminando nuestras vidas en la primavera, llenando de sonrisas nuestros corazones como el canto alegre de las aves.

Su voz... Como escuchar la novena sinfonía, una melodía que envolvía nuestros corazones como una suave serenata, arrullándonos en un baile de sueños.

Era nuestra guía, nuestra luna llena en las noches oscuras, siempre presente para secar nuestras lágrimas y compartir nuestras risas. Cuando el velo de la noche descendía, nos llevaba de la mano hacia nuestras camas, nos contaba historias de mundos de fantasía y magia, como un hada bondadosa que nos regalaba la riqueza de los cuentos y leyendas. Sus palabras eran como pinceladas en el lienzo de nuestra imaginación, creando paisajes deslumbrantes y personajes fascinantes que cobraban vida en nuestra mente.

Mi madre, la mejor madre, un regalo divino, un sueño hecho realidad, dejó una huella imborrable en mi corazón, aunque... Ahora su esencia perdura junto a mi alma.

Junto con mi hermana Isabell II, solíamos correr por todo el castillo, riendo y jugando entre las sombras de sus vastos pasillos. Muchas veces nos regañaban por nuestros juegos ruidosos, pero la emoción de explorar y la alegría de la compañía mutua superaban cualquier reprimenda.

Isabell, ¡apresúrate! —grité mientras doblábamos una esquina, el sonido de nuestras pisadas resonando en los muros de piedra. —¡Te voy a atrapar! —respondió ella entre risas, sus trenzas doradas volando tras ella.

Mi hermano Radu solía unirse a nuestras travesuras. Recuerdo sus sonrisas mientras corríamos por los jardines y sus intentos de sorprendernos desde detrás de las estatuas antiguas. Pero últimamente, se había vuelto más distante. Cada día pasaba más tiempo solo en su habitación.

Radu, ¿quieres venir a jugar? —pregunté una tarde, asomándome a la puerta de su cuarto.

No puedo, hermano. El doctor dice que debo descansar —contestó con voz fría desde su cama. Su rostro pálido daba la impresión de que estaba enfermo, o eso pensaba.

Order of the Black HandDonde viven las historias. Descúbrelo ahora