Los Ojos del Señor 3/4

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TERCERA PARTE

La familia Lazuri había convocado una reunión, y era evidente que no podía faltar. Caminar por los pasillos era como andar sobre brasas ardientes. La tensión en el aire era tan densa que podía sentir su peso mientras entraba en el salón principal, rodeado de los retratos de mis antepasados, cada uno de ellos mirándome con ojos acusadores.

- Has deshonrado el apellido Lazuri, Apolo - resonó la voz de mi padre, su tono cortante como un látigo. Bajé la cabeza, sintiendo una mezcla de ira y vergüenza arder en mi pecho. Era consciente del alboroto que mis acciones habían creado, sabía que me habían formado para ser el ejemplo de perfección, pero ahora solo demostraba ser un fracaso más.

- ¿Acaso ustedes nunca cometieron errores? - respondí, mi voz temblando de emoción mientras levantaba la mirada con determinación - He dado todo de mí para cumplir con las expectativas que tienen de mí, pero por una vez que falle, me desprecian.

Las lágrimas amenazaron con desbordarse de los ojos de mi madre mientras susurraba con voz quebrada: - Solo queremos lo mejor para ti, Apolo. Pero debes entender el peso de nuestro legado, lo que significa ser un Lazuri, lo que está escrito en tu destino. No puedes permitirte ningún error; tú no eres como los demás, eres un Lazuri.

No quería enfrentar la mirada decepcionada de mi familia, pero tampoco podía ignorar el peso aplastante del fracaso. Acepté su censura en silencio, sintiendo el peso de la vergüenza sobre mis hombros. Pero en lo más profundo de mi ser, ardía una tormenta de dudas y angustia.

Me sentía perdido, como si hubiera naufragado en un mar de incertidumbre. Cuestionaba cada paso que había dado, cada elección que había hecho. ¿Era todo lo que había hecho realmente por mí, o solo una forma de cumplir con las expectativas de otros?

Durante días, me encontré atrapado en un torbellino de emociones turbulentas, luchando contra la avalancha de dudas que amenazaba con arrastrarme hacia al abismo. La presión de llevar el peso del nombre Lazuri sobre mis hombros se volvía casi insoportable, y me consumía la sensación de no estar a la altura.

En mí búsqueda de respuestas, consulté al oráculo en el santuario de los dioses sobre mí futuro. Las puertas del santuario se abrieron con un chirrido, y la tenue luz de las velas proyectaba sombras danzantes en las paredes de piedra, creando un aura de misticismo palpable en el aire.

El oráculo era un anciano de aspecto longevo. Su figura estaba encorvada por el peso de los años, y su piel, ajada y arrugada como pergamino antiguo, de cabello largo y blanco como la nieve que caían en cascada sobre sus hombros, enredándose con una barba igualmente profusa que casi llegaba al suelo.

Me arrodillé ante él, la desesperación reflejada en mi rostro, mis manos temblando con la urgencia de mi necesidad, de que leyera mi futuro.

- El eclipse no es el fin, sino la transición - dijo el oráculo, su voz resonando en la cámara.

Sentí un nudo de frustración en mi pecho. - Pero ¿cómo? ¿Qué debo hacer? ¿A qué se refiere con el eclipse? - insistí, mi voz un grito desesperado en el silencio sepulcral del santuario.

El oráculo solo sonrió - La respuesta no está en la luz ni en la oscuridad, sino en el equilibrio entre ambas. Debes aprender a ver más allá de tus propios miedos, Apolo.

Aquellas palabras eran un enigma, una serie de pistas que no ofrecían consuelo ni dirección. La frustración ardía dentro de mí, transformándose en furia.

Pero sus últimas palabras fueron - Así como la luna sale cuando el sol se oculta, así será tú gloria -. repetía esas palabras con la insistencia de un coro.

Order of the Black HandDonde viven las historias. Descúbrelo ahora