Capítulo 4 Que es un hombre ?

5 3 0
                                    

Semanas atrás.

Ese día estaba decidida a cambiar mi vida, ya no estaba dispuesta a vivir una mentira. Ya tenía 15 años y mantener el engaño  de ser un "chico" ya no era fácil, pero sobre todo me estaba haciendo miserable.

Casi no tenía amigos; los chicos me odiaban por ser "diferente", y las chicas se  negaban a  convivir conmigo porque pensaban que era "afeminado". La única persona que me acompañaba en el colegio era Teresa, pero ella no siempre estaría allí para protegerme.

No podía ir a educación física para no cambiarme enfrente de todos, algo que mi papá había justificado diciendo que tenía problemas del corazón. Además, desde que tenía 12, Mónica me había empezado a vendar el pecho con vendas de hospital; su intención era que mi pecho no se desarrollara.

Era muy infeliz y ya había llegado a la edad de la rebeldía. No quería seguir mintiendo. Mi papá seguía fuera de casa por su trabajo, pero ese mismo día le diría a Mónica que ya no quería seguir con  esa mentira.

Quería ser yo misma.

Al entrar en la casa después de la escuela, lo primero que hice fue dirigirme a la cocina para encontrarme con Mónica.

Ella estaba tomando un café, lo único por lo que iba a la cocina, pues ella nunca cocinaba; de eso se encargaba Malucha.

—Hola —le dije al verla, intentando acumular toda mi valentía para poder hablarle a mi madrastra, que nunca fue muy cariñosa conmigo.

—Hola Noah, ¿cómo te fue en la escuela? —preguntó con frialdad.

Por un momento sentí miedo y quise echarme para atrás, pero sabía que ningún otro día tendría el valor para confrontarla.

—Mónica, quiero hablar contigo —le dije con firmeza.

—¿Qué pasa, Noah? ¿Problemas en la escuela? —me preguntó con indiferencia.

—No —contesté—, bueno, en realidad sí —corregí mis palabras.

—Sí, dime —dijo con un poco más de interés pero sin llegar a la preocupación.

—Ya no quiero seguir con esta mentira —dije yendo al grano.

—¿De qué hablas? —dijo con fastidio y confusión.

—Escucha, Mónica, yo sé que en realidad soy una niña —comencé a hablar con nervios—. He seguido con esta mentira mucho tiempo, pero estoy sufriendo y quiero ser yo misma.

No pude terminar el discurso que había formado en mi cabeza porque Mónica me interrumpió con una bofetada en la cara.

Lo hizo tan fuerte que sentí que mi cabeza daba vueltas.

—¡¿Por qué eres tan egoísta?! —me gritó con furia—. No creas que no me doy cuenta , de que prefieres estar con ese viejo que con tu propio padre.

Sentí ira al oír cómo ella se dirigía a mi abuelo como "ese viejo", pero ella estaba tan enfadada que no me atreví a decir nada más.

—Mira, niño, tal vez a ti no te importe tu padre, pero yo lo amo. Es el hombre de mi vida y no dejaré que tú lo destruyas solo porque quieres usar falda.

Sus palabras me dolían, sobre todo al darme cuenta de cómo ella minimizaba tanto mis sentimientos.

—¿Acaso no te das cuenta del gran favor que te estamos haciendo? —continuó—. Te estamos dando el privilegio de ser hombre. No te das cuenta de todas las mujeres que quisieran ser hombres para no sufrir lo que una sufre en Latinoamérica —su voz se notaba cada vez más enfadada.

—Pero, ¿cómo seguiré fingiendo que soy hombre? —contesté, ya no quería más regaños—. Cuando crezca, se notará que soy una mujer. ¡No hay nada que pueda hacer contra eso!

Mónica pareció calmarse un poco.

—Acompáñame —dijo antes de tomarme del brazo y guiarme al baño.

De debajo del lavamanos sacó un frasco de pastillas muy extraño.

—Tu papá arriesgó mucho para conseguir estas pastillas —dijo mientras me lo pasaba en la mano.

No podía creer lo que decía el frasco, no podía creer que mi papá estuviera planeando eso.

—Se suponía que te lo diera el próximo año, pero ya que te pusiste tan insistente es mejor que las tomes ahora, y ya no te quejes —dijo antes de salir del baño.

Yo me quedé allí mirando sin creer lo que veían mis ojos.

El frasco decía "Testosterona".

Mi abuelo ( La historia de Índigo) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora