Capítulo 7 Una nueva escuela

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El castigo que me había impuesto papá me parecía peor que cualquier golpe. A pesar de nuestras conversaciones y su aparente " comprensión"  , decidió que la mejor forma de corregirme era enviándome a una escuela solo para chicos. Quizás pensaba que así aprendería a "ser un hombre de verdad ". Cada día desde que me lo comunicó, había sido una tortura mental.

Ya era difícil finguir ser un chico en una escuela mixta,  ahora como me las arreglaría para finguir ser un chico en un entorno así?- .

Finalmente, el primer día de clases llegó, y con él, una mezcla de ansiedad y resignación.

La escuela era un edificio grande y antiguo, con muros altos y ventanas pequeñas. Parecía una fortaleza destinada a mantenernos encerrados. Algo que no correspondía con el resto de escuelas de la zona . Papá me dejó en la entrada, su rostro impasible, y con un breve "Pórtate bien", se marchó. Me quedé allí, sintiendo el peso de la decisión en mis hombros.

Al entrar, noté de inmediato las miradas curiosas y las risitas contenidas. Sabía que iba a ser diferente, no importaba cuánto intentara encajar. Pero no tenía opción. Caminé por los pasillos con la cabeza gacha, buscando mi primera clase.

La mañana pasó lenta y dolorosa. En cada clase, los profesores me presentaban y sentía las miradas de los demás chicos quemándome la nuca. Traté de mantener un perfil bajo, pero el rumor de que era nuevo se esparció rápidamente. Durante el recreo, me dirigí al baño para evitar a los demás, pero sabía que eventualmente tendría que enfrentarme a ellos.

Obviamente no estaba planeando usar el baño , de hecho ni siquiera me había puesto a pensar en como usaría los baños en esa escuela ?

Después de unas horas, el timbre anunció el almuerzo. Fui al comedor, donde el bullicio era ensordecedor. Me serví algo de comida y busqué una mesa vacía. Sentado solo, jugueteaba con mi bandeja sin mucho apetito. Me sentía fuera de lugar, como si perteneciera a otro mundo.

Los hombres y las mujeres son muy diferentes,  apesar de ser miembros de la misma especie , parecían ser dos seres completamente distintos el uno al otro  , yo estaba en medio de esos dos mundos sin encajar realmente en ninguno .

Ni los chicos me entendían ni las chicas lo hacían y yo tampoco los entendía a ellos ,  los intentos de mis padres por hacerme un " hombre de verdad " solo  habían logrado convertirme en un bicho raro , un alienigena en la tierra .

Esa tierra donde solo se aceptan a las personas que se consideran hombres o mujeres , pero nunca acogerá a seres humanos  que no sean  ninguno de los dos .

Al pensar en eso senti una especie de punzada en mi corazón, algo doloroso pero a la vez cálido, y a mi mente solo llego una persona , mi abuelo Simón .

Y pensé en todo lo que había en su casa y en su habitación, por un momento me pregunte si acaso Lucas tenia razón y si   mi amado abuelito también pasaba por lo mismo que yo .

Acaso él también se sintió como un alíen toda su vida ? Y sin nunca decir nada ? .

Pensar eso dolía pero también me daba una ligera y extraña sensación de alegría,  acaso mi abuelo siempre entendió como me sentía? .

Mientras me hundía en mis pensamientos, una sombra se hacerco  a mi  mesa. Levanté la vista y vi a un chico de mi edad, con el cabello despeinado y una expresión amistosa.

—Hola —dijo con una sonrisa—. ¿Puedo sentarme aquí?

Asentí, sorprendida  de que alguién quisiera hablarme. El chico se sentó frente a mí y dejó su bandeja en la mesa.

—Me llamo Diego —dijo extendiendo su mano.

—Noah —contesté estrechando su mano.

Diego comenzó a comer con entusiasmo, como si no notara la tensión que me rodeaba.

—Eres nuevo, ¿verdad? —preguntó con la boca llena de comida.

—Sí, hoy es mi primer día —respondí con una media sonrisa.

—No te preocupes, aquí todos somos nuevos alguna vez. Y por lo que veo, no te ha ido tan mal, aún tienes todos los dientes —bromeó, haciendo que soltara una pequeña risa.

La presencia de Diego era un alivio. Era el primer chico que me trataba con normalidad. Seguimos conversando durante el almuerzo, y me enteré de que también era nuevo, aunque llevaba una semana más que yo. Me contó sobre la escuela, los profesores y los otros chicos.

—No te preocupes por los matones —dijo—. La mayoría solo son bocones. Si te mantienes firme, te dejarán en paz. Y si necesitas ayuda, cuenta conmigo.

Por primera vez en mucho tiempo, sentí un atisbo de esperanza. Tal vez este lugar no sería tan malo después de todo. Diego y yo compartimos algunas clases y para mi sorpresa, teníamos intereses similares. Hablamos sobre música, libros y películas, encontrando puntos en común que hicieron más llevadero el resto del día.

Cuando sonó el timbre de salida, sentí una mezcla de alivio y tristeza. El día había sido difícil, pero conocer a Diego había hecho la diferencia. Caminamos juntos hacia la salida y nos despedimos en la puerta.

—Nos vemos mañana, Noah —dijo Diego con una sonrisa sincera.

—Sí, nos vemos —respondí, sintiendo una calidez en mi interior que hacía tiempo no experimentaba.

Mi abuelo ( La historia de Índigo) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora