Capítulo 5 La verdad duele .

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—¡No entiendo nada! —dije en voz alta al entrar en la habitación.

Ese cuarto no se parecía en nada a la última vez que estuve allí. Las sábanas de la cama eran rosadas con estampados de flores, y había vestidos esparcidos por todo el lugar. Encima de la mesita de noche, un pequeño espejo estaba rodeado de cosméticos: labial rojo, polvos para la cara y otros productos de belleza.

Incluso sobre una repisa, había  una maraña de pelos dorados —una peluca— reposaba enredada y olvidada.

—¿Qué hace esto aquí? —preguntó Teresa, la primera en romper el silencio en la habitación.

—No lo sé —le contesté, incapaz de pensar en otra respuesta.

No entendía nada de lo que estaba pasando. ¿Por qué esas cosas estaban en el cuarto de mi abuelo? Todo aquello era muy extraño.

Por el desorden en la habitación, pude imaginar cómo quedó la noche que el abuelo sufrió el infarto, y Doña Margarita llamó a emergencias al oírlo agonizar.

—Parece que tu amado abuelito tenía una vida secreta —dijo Lucas con el tono burlón que había usado desde que estábamos en el cementerio.

—¿A qué te refieres? —le pregunté, mientras en mi cabeza intentaba descifrar ese misterio.

—Me refiero a toda esta ropa de abuela y a todo ese maquillaje —dijo con tono burlón—. Al parecer, el viejo tenía una vida "secreta".

—¿A qué te refieres con "vida secreta"? —ese chico me estaba empezando a irritar.

—Noah, ¿acaso siempre entiendes así de lento? ¡Es obvio que ese viejo machito en realidad le gustaba vestirse de mujer!

Al oír eso, sentí una furia incontrolable. No podía creer que ese chico, que apenas conocía a mi abuelo, se atreviera a decir cosas así sobre él. No lo conocía, ¿cómo se atrevía a insultarlo el día de su funeral?

—¡No digas eso! —le grité.

—¿Por qué te enojas, chico de campo? ¿Qué tendría de malo que al abuelo le gustaran las drag queens?

No entendía qué significaban esas palabras raras que decía ,  pero me estaba enfadando. Lucas, sin embargo, siguió burlándose.

—Ahora entiendo. Se odiaba a sí mismo y por eso trataba así a mi madre - dijo Lucas

Estaba llegando al límite de mi paciencia.

—¿De qué hablas? ¿Qué le hizo a tu madre?

Lucas pareció enfurecerse.

—¡Ese viejo golpeaba a mi madre y a tu padre también! ¡Era un maltratador asqueroso y tú lo sigues idolatrando!

En ese momento, sentí que perdía el control. Mis manos se movieron solas cuando le arrojé el primer golpe a la cara de Lucas.

—¡No le digas eso a mi abuelo! —le grité mientras él se masajeaba la mejilla que le golpeé.

—Tú eres igual, Noah. Todos los hombres de campo son violentos.

Ya no quería oír más tonterías. Me arrojé sobre él e intenté golpearlo, pero él trataba de detener mis puños con sus manos.

—¡Eres un idiota! —le grité mientras le daba otro puñetazo.

—¡Por favor, deténganse! —gritó Teresa, que había estado observando el espectáculo desde el principio.

—¡Y tú eres un macho sumiso! —gritó Lucas mientras me devolvía una bofetada.

Extendí mi puño para golpearlo de nuevo, pero entonces escuché un grito.

—¡Noah, detente! —gritó la voz de mi padre.

Me giré y vi que en la puerta estaban mi padre y la madre de Lucas.

—Demonios —pensé—, ya se habían dado cuenta de nuestra ausencia.

Y ahora estaban allí. Papá se enojaría no sólo conmigo, sino también con Teresa.

—¡Suelta a mi hijo! —gritó la tía Laura.

Solté a Lucas y me enderecé, avergonzada de haber golpeado a un miembro de mi familia. Mi abuelo no hubiera querido eso.

Sobre todo por cómo me miraba papá, con esa mirada de decepción, la misma mirada que me daba cada vez que intentaba jugar con niñas o con muñecas cuando era pequeña .

Mi abuelo ( La historia de Índigo) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora