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—Aemond—sonrió levemente al entrar a sus aposentos y verlo acostado en la cama con sus ropas para dormir. Se acercó a él y de inmediato se quitó los zapatos, se inclinó y le dio un beso en los labios ante la mirada inexpresiva y molesta de su esposo.—Lo siento, ¿si?. Iba a cenar contigo pero luego, Rhaena comenzó a apostar qué ella podía tomar más vino qué yo, y Helaena... la hicieron beber.

Soltó una carcajada qué no pudo aguantar y comenzó a tratar de desabrochar los lazos de su espalda, desesperadose en el intento y luego volvió a reírse.

—Estás ebria, Aerys.—la reprimió con aquel tono de voz autoritario y molesto que no podía ocultar. Realmente no le gustaba verla borracha.

—Lo sé—se encogió de hombros—Deberías haber visto a Helaena—soltó una risita y negó—Se cayó cuando se paro de la mesa, pero ahora esta con Jace, y yo estoy contigo. ¿Dónde están Dennis y Dayana?

Aemond suspiró. Aunque no le gustaba ese hábito, tampoco iba a decir nada, no quería discutir y ciertamente tampoco quería molestarse porque había estado con las gemelas y su propia hermana todo el día, no en algún burdel o humillandose en la ciudad.

—Voltéate—indicó con voz grave. La princesa sonrió mirándolo y luego obedeció, para luego sentir como sus bruscas manos le desabrochaban los lazos—Yo les dije a tus damas de compañía qué se fueran. Venían a buscarte cada cierto tiempo para ayudarte a cambiarte de ropa y me fastidiaron.

—Oh—murmuró, entendiendo a que se refería.—Esta bien, quiero estar a solas con ñuha valzȳrys.

Aemond bufó divertido al escucharla llamarlo "su esposo" en aquel idioma qué le recordaba que ella también era una Targaryen, y terminó de desenlazar los lazos en la espalda del vestido, dándole una leve palmada en ésta para indicarselo. Aerys sonrió, girandose a mirarlo y luego comenzó a bajar su vestido con algo de desesperación.

Terminó de bajar su vestido junto a su ropa interior, moviendolos con su pie hasta a un costado de la habitación, quedando completamente desnuda.

—Tócame—murmuró apenas para que logrará escucharla, avergonzada por si quiera decirlo. Aemond la miraba con el ojo grande, brillante y emocionado por lo que veía. Su mirada bajaba y repasaba desde sus ojos, sus labios, sus pechos, su cintura, su vagina y sus muslos, sintiendo como su cuerpo comenzaba a despertar ante la belleza qué se mostraba frente a él.—No me hagas decirlo de nuevo, por favor.

Una sonrisa traviesa se dibujo en su rostro, su largo brazo derecho se extendió y comenzó a acariciarle los muslos con los dedos, subiendo lentamente. Se mordió el labio mientras la miraba y luego, cuando estaba a un centímetro de tocar su intimidad, decidió hacerla esperar un poco más, subiendo la mano hasta sus pechos y comenzar a acariciarlos con un poco más de firmeza.

—Nunca he visto un mejor cuerpo qué el tuyo, Aerys.—murmuró con voz ronca. Se quitó la sábana de encima, dejando ver sus ropas para dormir de color verde oscuro, tan cómodas y amplias qué no evitaban qué su miembro se alzará levemente bajo ellas.

Se sentó con rapidez y se quitó la camisa en un movimiento rápido, tomó de las caderas a la princesa, jalandola hacia él con fuerza y sus manos se dedicaron a tocar todo el contorno de su cuerpo con cierta devoción.

—Quiero sentir tu semilla dentro mío, Aemond—murmuró cuando sintió las manos del príncipe apretarle el trasero y las piernas. Estaba borracha y caliente, y solamente quería a su esposo besándole todo el cuerpo.

—Creo que no me volveré a quejar nunca de que te emborraches—dijo con burla, soltando una risita ante la idea. La vio sonreír e inclinarse a besarlo en los labios, totalmente desesperada. La lengua de Aemond no tardó en hacer más intensos los besos y sus manoseos más firmes e impacientes.

Aerys VelaryonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora