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Por la mañana siguiente, Aerys sintió una notable mejora en su tobillo y fue capaz de apoyarlo sin dolor, aunque igual sentía más débil un pie qué el otro.

Los barcos de los Lords, así como del mismo rey y los Stark, habían salido la noche anterior, así que ahora tenían que irse todos los demás que contarán con dragón.

—Rytsas—saludó y acarició la mandíbula de la dragona plateada qué cerró los ojos ante el tacto, acercándose más a su jinete. La llevó hasta afuera del lugar para comenzar a treparse en ella con cuidado y ayuda de dos entrenadores con los que solía hablar cada que iba a visitar a su dragón.—Kirimvose.—les agradeció y volvió a acariciar a la dragón y suspiró al escuchar el gran rugido de Vhagar en los cielos, alzó la cabeza y pudo verla entre las nubes.—Sōvēs, Silverwing.

No mucho después, la dragona plateada llegó al mismo nivel qué Vhagar, pues aunque era más pequeña qué ésta, seguía siendo la cuarta más grande con vida.

—Te tardaste demasiado—le gritó Aemond desde unos metros de distancia. Aerys miró al frente y rodó los ojos. Estaba molesta con él por la forma en la qué la había dejado en el jardín y tener que pedirle ayuda a sus hermanos para que la llevarán a su habitación. El rubio notó aquello pero era claro que no iba a disculparse sí es lo que ella esperaba. Siguieron el camino a Driftmark distanciados entre ellos, aunque no demasiado, no podían llegar separados.

Por suerte, no era un viaje largo. Vhagar bajo unos minutos antes que Silverwing, y el rubio espero a la castaña apoyado en la bestia, mientras la acariciaba porque nadie lo estaba viendo.

Vermax, Dreamfyre, Moondancer y Sunfyre habían llegado unos minutos antes y los jinetes ya estaban dentro del castillo. Syrax, Caraxes y Tyraxes habían llegado por la mañana temprano.

Silverwing bajo el pecho hasta el suelo, tratando de que le fuera más sencillo a su jinete bajar de ella. Aerys comenzó a bajar con cuidado y lentitud, no tenia prisa y tampoco quería apurarse y llegar a lastimarse el tobillo de nuevo. Aemond rodeó a la dragón y espero a su esposa, a quién le extendió la mano cuando ya estuvo más cerca, tenía que saltar y sabía que no era lo mejor con un tobillo apenas sanado.

La princesa no quería tomarle la mano, pero no quería arriesgarse a estar lastimada durante su estadía en Driftmark, así que la tomó con firmeza para poder tener más apoyo al saltar y apoyar menos su pie.

—Gracias—le dijo al príncipe sin mirarlo, comenzaron a caminar mientras la Velaryon se quitaba los guantes y acarició a Silverwing al estar a nada de irse.

Tomó los guantes con la mano derecha y saludó a los sirvientes qué los esperaban en la puerta, para luego pasar al castillo y ser recibidos por Lord Corlys, sonriente al ver a su nieta de nuevo en casa.

—Ha pasado mucho que no vienes a casa—la abrazó con fuerza. Se habían visto hace tres días, pero se sentía diferente—Siempre tengo que ir yo a ustedes.

—Lo lamentamos, abuelo—le sonrió ligeramente y se hizo para un lado—Quizá ahora podamos visitarlos más.

—Eso espero—miró al rubio y le extendió la mano, que éste de inmediato tomó con firmeza, haciendo qué Corlys asintiera levemente, siempre había querido qué su nieta se casara con un hombre valiente qué la cuidara pero la reina no era la mujer más amada por los Velaryon—Príncipe Aemond.

Comenzaron a caminar, con el Targaryen por detrás de su esposa, su rostro inexpresivo e intimidante. La princesa no parecía necesitar de ningún guardia cuando estaba con él, nadie se le acercaba, excepto aquel joven lobo que parecía hacerlo apropósito.

—Pensé que te gustaría tener los mismos aposentos de siempre—le dijo Corlys mirando a su nieta—Aunque claro, con un inquilino más. Siéntanse cómodos y cualquier cosa, vengan directo a mí.

Aerys VelaryonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora