CAPITULO IX

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—Perdóname... —Satoru se dejó caer de rodillas frente al sofá en donde Itadori se encontraba descansando —. Acepto toda la responsabilidad si no deseas continuar conmigo, te puse en peligro aún sabiendo lo que ocurría con la maldición y-

—Y... si tuviera que volver a elegir pasar por lo que pasé con tal de estar a tu lado lo haría sin dudarlo —Lo interrumpió Yuuji levantando suavemente el rostro del albino para que lo observara; quería que entendiera que lo decía muy en serio —. Me comentaste previamente sobre lo que sucedería si salía contigo, y yo acepté la condición, así que no pongas toda la carga sobre tus hombros.

Gojo sintió la sinceridad y el abrazo de esos ojos marrones miel disolviendo tenuemente su culpa. Era como ser absuelto de un juicio en el que estaba seguro sería condenado.

—Aun así... el que estés herido es mi culpa —susurró recordando los gritos de Itadori cuando el Rey lo había torturado a través de la esfera —. Fallé en protegerte y yo... no puedo perdonarme... desde que La Oscuridad se llevó tu alma todo ha sido una pesadilla —Las manos del oji-azul viajaron hasta su rostro en señal de frustración. Estaba dejando salir todas las emociones que lo habían afligido los últimos días.

Yuuji tomó con cariño una de sus extremidades y lo guió para que se sentaran juntos en el sofá. En el momento en el que lo sintió junto a él se dio cuenta que podia tocarlo. Siempre le había parecido romántica la manera en la que Gojo bajaba su guardia cuando estaban juntos; desactivaba su infinito e incluso sus barreras no físicas. Era como ver a un niño vulnerable que se escondía tras una máscara de arrogancia y alegría.

—Satoru... —pronunció su nombre acariciando cada sílaba, haciendo que el sonido fuera un susurro suave y sereno, lo que causó que el albino hiciera contacto visual de inmediato. Se percató del semblante tierno y comprensivo que Yuuji le regalaba, era una calidez que resultaba casi poética. Gojo deseó grabarse en las pupilas esa expresión dulce para poder repetirla cada que cerrara los ojos —. Hay una diferencia entre tu ego y lo que sientes por mí, ¿Pero para ti cuál es más importante?

—He vivido con una presión constante por haber nacido con habilidades que son especiales en sí. No conocía lo que era fallar, ni siquiera en los estudios... Cuando me enamoré de ti lo primero que hice fue intentar acabar con el Rey y su criatura para que nada se interpusiera entre nosotros, pero fallé... y luego fallé aún más al permitír que robaran tu alma. No comprendo si fui egoísta por quererte a mi lado sabiendo el peligro que ibas a correr, o si fui demasiado egocéntrico por creer que podía vencerlo sin haber desarrollado todo mi poder... —Sus dedos realizaron un suave vaivén sobre las de su chico —. En ambas opciones hay ego, pero también hay amor... creí que no te volvería a ver y juro que nunca había sentido tanto miedo. Así que... la repuesta a tu pregunta es
que eres muy importante para mí, pero que mi reputación es algo que ha vivido conmigo por años, no es sencillo dejarla a un lado.

El más joven notó de inmediato cómo había expresado sus sentimientos con mucha más libertad. En los meses que llevaba de conocerlo jamás le había hablado tan abiertamente de lo que sentía, y el hecho de que ahora mismo le dijera tan claramente que estaba enamorado de él, le hacía sentir una emoción cálida en su pecho.

Muchos describen el amor como mariposas que revolotean incesantes en el estómago, pero Yuuji sentía un potente huracán sacudiendo su corazón.

—Pensaste en mí y en mi seguridad, eso no es egoísmo de ningún modo —replicó Itadori acomodando su cabeza en el hombro de Gojo. La tibieza de su cuerpo le brindaba comodidad y tranquilidad —. Fallar en algún momento hace parte de la vida, es un concepto ligado al crecimiento, no debes avergonzarte ni poner en ti mismo la presión de no permitirte equivocarte. Eres humano... el más extraordinario, debo admitir, pero humano después de todo.

Gojo lo estudio con detenimiento analizando sus palabras, nadie le había dicho jamás que tenía derecho a fracasar, y aquella resolución fue tan poderosa que sintió como si mil cadenas de metal cayeran de sus hombros liberándolo de un peso que había cargado por demasiado tiempo.

—Derrotaste al Rey de la Oscuridad, tú también fuiste bastante increíble.

—Esperaba que me explicaras cómo fue que eso sucedió.... No tengo idea de cómo pude hacer algo así —murmuró el más joven observando sus manos como si le fueran totalmente ajenas a él —. Me hubiera protegido mucho antes de haber sabido que podía hacer algo así.

—Me agrada tu confianza —Lo atrajo más hacia su cuerpo disfrutando de su cercanía y su calor —. Mi teoría es que tu energía maldita se liberó por completo cuando tu vida estaba en riesgo, ya sabes, como un último recurso. Estabas enojado, frustrado y en peligro, así que se desató con bastante fuerza. Eres bastante interesante, no dejas de sorprenderme.

—Eso quiere decir que... podré luchar a tu lado.

El ojiazul esbozó una pequeña sonrisa. Le parecía tierno ver lo entusiasmado que se veía Itadori hablando sobre sus poderes recién despiertos; no obstante, algo dentro de Gojo se llenó de temor. El pensar en que podría correr peligro o perderlo le llenó de angustia.

—Así será, pero por ahora debes recuperarte, tu cuerpo aún debe estar sintiendo los estragos de lo ocurrido, así que... —Satoru se levantó del sofá, dejando a Itadori haciendo pucheros como protesta por su acción, ya que todo lo que quería era seguir disfrutando de su cercanía. Dio la vuelta tras el mueble y se acercó al rostro del peli-rosa quien levantó el suyo como respuesta. Satoru no pudo evitarlo, la fuerza de un imán atrayéndolo era en lo que se habían convertido los labios de Yuuji. El oji-azul acortó la distancia entre ellos y selló sus labios con los del chico. Fue un contacto suave y dulce, pero aún así muy poderoso. Era el tipo de beso que contaba historias sin palabras, y que hacía brillar las estrellas.

—¿Así que, qué?—preguntó el menor una vez cesó el contacto. Su pecho danzando de júbilo y emoción, sus mejillas ligeramente sonrosadas. Era la visión más bonita que Gojo hubiera visto. Lo había besado antes, pero esta vez se sentía diferente, como si algo se hubiera intensificado entre los dos.

—Así que iré a preparar algo para ti, o de lo contrario me quedaré aquí anclado a tus besos.

Yuuji se mordió ligeramente los labios, sabía que rompería la hechizante atmósfera pero no quería que el albino se alejara y mucho menos deseaba dejar pasar la oportunidad de aclarar algo que le daba vueltas en la cabeza. Algo que parecía repetirse como un eco.

—Satoru yo... —Su voz fue casi un susurro pero logró captar la atención del hombre de ojos celestes—. El Rey en algún momento me comentó que le habías mentido a tus amigos... ¿Es eso cierto?

El albino suspiró con pesadez y regresó a su lugar junto a Yuuji.

—Lo es —Aceptó con culpa —. Ellos lo saben, lo intuyen. La verdad es que creía que si les hablaba de mi derrota perdería el nombre de "El mejor hechicero" y ya no creerían en mí. No puedo vivir con eso...

—Ellos te quieren y te respetan, lo harán aunque sepan que fuiste vencido una vez... Son tus amigos después de todo, no van a juzgarte.

—No repitas más esa palabra... si bien me siento mejor al respecto aún necesito tiempo para procesarlo.

El peli-rosa entrecerró sus ojos intentando entender a qué se refería, ya que el tono que usó fue ligeramente cortante.

—¿Vencer? —inquirió, después de todo no quería arruinar el ambiente entre los dos, pero tampoco deseaba que su novio tomara toda la responsabilidad sobre lo ocurrido —. Pero te acabo de decir que no es necesario que-

Un par de tibios labios acallaron su contestación y el joven de ojos marrones no pudo evitar sucumbir de inmediato al mar de sensaciones. Deseaba que el tiempo se detuviera para vivir en ese preciso instante, pero justo cuando lo estaba deseando, percibió que algo no andaba bien.

Fue una leve sensación que le recorrió la piel. Tal vez fuera parte de su imaginación y su miedo a perderlo pero...

¿Por qué de repente ese beso se sentía como si fuera la última vez?

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