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Nuestra semana de pasión desatada empezó de la forma más inesperada: con un perturbador arlequín a nuestro lado.

No había viajes comerciales desde Tokio a Berna sin una escala de por medio, el viaje era de aproximadamente dos días; así que el señor Müller nos había enviado su avión privado. Nada más subirnos, Jungkook había echado un vistazo rápido y había empezado a gruñir con cara de asco.

—Ten cuidado, Jim — me advirtió, viéndome dirigirme al minibar a un lado —, a saber que guarradas habrá hecho Liam aquí.

Arqueé las cejas y empecé a servirnos dos vasos de sake. Mientras tanto, la voz del piloto al otro lado de la cabina, nos hacía una breve explicación de la previsión del tiempo y del suave despegue.

—Si hay algo de lo que estoy seguro, es de que el señor Müller limpia las cosas después de usarlas ... respondí, volviendo a él con un vaso en cada mano —, y que tiene un increíble ojo para los detalles — añadí, ofreciéndole la bebida —. Saido, nuestro favorito.

Jungkook tomó la copa de mi mano y acentuó su expresión de asco.

—Nosotros tenemos más dinero que él — dijo por ninguna razón aparente — Somos mejores.

Se me saltó la risa y asentí, brindando con él antes de darle un trago al licor. Con una mano en el bolsillo, empecé a mirar a Jungkook mientras bebía y echaba otra ojeada alrededor. El jet estaba bien, muy bien, de hecho, y por eso le jodia tanto.

Aquella absurda guerra de ego entre ambos hombres no se había enfriado en aquellos diez años y, estaba convencido, no se enfriaría nunca. Era una fuerza mayor a ellos, una competitividad que parecían no querer dejar morir, porque eso significaba que uno de los debería rendirse.

Y eso no iba a pasar.

El señor Jeon se apoyó en uno de los sillones mientras despegamos y, una vez en el aire, se paseo por el avión, dando cortos tragos al sake y echando un crítico vistazo al mobiliario, No podían faltar los comentarios del tipo; ¿has visto el posicionamiento, Jim? Debe ser para que sus gemelos neonazis se sienten uno al lado del otro

Al final, se sentó en el sofá alargado frente a la televisión y cruzó los tobillos sobre la mesa, alargando los brazos por el respaldo.

— Es piel sintética — me aseguró, acariciando la superficie rugosa del sofá.

Puse los ojos en blanco y suspiré. Dejando mi vaso sobre el minibar, me acerqué a Jungkook y, sin ningún tipo de aviso, me senté a horcajadas sobre él.

Aquella era nuestra semana de vacaciones; sin niños, sin responsabilidades y sin nada más que hacer que beber, comer y follar, Y eso era lo único que quería hacer. La sola idea de volver a ese pasado el que podía disfrutar de mi marido allí donde quisiera, ya me estaba excitando.

Agarre a Jungkook por los bordes de su camisa entreabierta y me incline para besarle. El señor Jeon pareció sorprendido en un primer momento, casi sin darle tiempo a entreabrir los labios para recibir mi lengua entre ellos y el leve mordisco que le di después. Entonces gruñó y dejó de tocar la piel (sintética) del sofá para hacer algo mucho más útil con ellas y apretarme el culo.

Con un gruñido ,más alto, le rodeé la cabeza con los brazos y hundí los dedos en su pelo negro, besándole con una intensidad que nacía muy dentro de mi. Su mentón rozaba mi propio mentón, y su lengua era grande, húmeda y cálida contra la mía. Sus manos empezaron a buscar el interior de mi ropa, produciendo deliciosas quemaduras allí donde mi piel rozaba con la suya. Bajo mis piernas, empecé a notar un bulto más grande y duro, cada vez más evidente a medida que Jungkook empezó a mover la cadera con necesidad y urgencia.

El AsistenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora